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cap 5 Final

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Capítulo Final: “El Alba de un Nuevo Camino”

La brisa matinal traía consigo un aroma fresco a flores y tierra húmeda. El sol aún no despuntaba del todo, pero la luz dorada comenzaba a pintar las copas de los árboles. Subaru caminaba lentamente por el jardín de la mansión, sintiendo el rocío que se aferraba a sus botas.

Se detuvo junto a un rosal en flor. Sus pétalos carmesí brillaban como fuego vivo. Subaru pasó los dedos por la suavidad de sus hojas, recordando lo frágil y hermosa que podía ser la vida. Cada día era un regalo que había aprendido a no dar por sentado.

Los últimos días habían sido tranquilos, casi idílicos. Las tareas de la mansión, las risas de Petra, la seguridad de Garfiel, la silenciosa sabiduría de Beatrice, la ternura de Rem… y la calidez inigualable de Emilia. Cada uno de ellos se había convertido en un pilar de su nuevo mundo.

Pero Subaru sabía que la verdadera paz no era la ausencia de problemas. Era la fuerza para enfrentarlos. Ya no era el joven desesperado que había confiado su corazón a fantasías imposibles. Ahora entendía que el amor, como la vida, debía construirse con paciencia, cuidado… y elección.

Se giró cuando escuchó pasos detrás de él. Era Emilia, envuelta en un manto ligero, sus cabellos plateados destellando con la primera luz. Sonrió al verlo.

—Subaru —dijo con suavidad—. Siempre te encuentro aquí, en el jardín. ¿Te gusta tanto?

—Me recuerda que estoy vivo —respondió él, sonriendo—. Cada flor, cada brizna de hierba… todo está aquí, respirando conmigo.

Emilia se acercó, sus pasos silenciosos. Lo miró con esos ojos violetas que siempre parecían ver más allá de sus palabras.

—¿Y qué ves en mí? —preguntó ella, un rubor leve en sus mejillas.

Subaru la miró de frente. Ya no había miedo, ni dudas, ni fantasmas de perfección. Solo ella, tal como era.

—Veo a la persona que quiero acompañar —dijo él con firmeza—. No porque seas perfecta, sino porque cada día contigo me enseña algo nuevo. Porque tus sueños son tan importantes como los míos. Porque… contigo, quiero construir algo real.

Emilia se quedó quieta, como si sus palabras la hubieran tocado en lo más profundo. Entonces sonrió, una sonrisa radiante que iluminó todo su mundo.

—Gracias, Subaru. Eso… eso significa mucho para mí.

Se sentaron juntos en el banco de piedra, uno al lado del otro. El silencio entre ellos no era incómodo; era cómodo, lleno de entendimiento. Subaru entrelazó sus dedos con los de Emilia, y ella no apartó la mano. Se miraron, y en ese gesto sencillo había más amor que en cualquier confesión grandilocuente.

—¿Sabes? —dijo Emilia en voz baja—. Siempre pensé que el amor era algo que debía ser perfecto… como en los cuentos. Pero… ahora veo que lo importante es que sea verdadero. Aunque a veces duela, aunque tenga imperfecciones.

—Exactamente —asintió Subaru—. Porque en esas imperfecciones está la belleza. Las cicatrices nos hacen más fuertes… y más humanos.

Se quedaron allí hasta que el sol se alzó por completo, pintando el cielo de rosa y oro. Y Subaru supo, en lo más profundo de su ser, que ese era el comienzo de algo nuevo. Algo real.

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El día avanzó con la misma calidez.

En la mansión, Petra reía mientras ayudaba a Frederica a limpiar los pasillos. Garfiel entrenaba en el patio, sus músculos tensos y su sonrisa feroz. Beatrice lo observaba desde la ventana de la biblioteca, con un libro en las manos y un brillo de orgullo en sus ojos.

Rem estaba en la cocina, preparando pan. Subaru la ayudó, como lo hacía cada mañana. Sus manos torpes, pero decididas, compartían el espacio con las de ella. Y aunque sus corazones habían seguido caminos distintos, había entre ellos un lazo profundo, hecho de respeto y de gratitud.

—Subaru-kun —dijo Rem, mirándolo con ternura—. Estoy feliz de verte tan en paz. Has cambiado tanto…

—Tú también —respondió él con una sonrisa—. Y me alegra que estemos aquí, juntos, aunque no de la forma que antes imaginábamos.

Rem asintió, y en sus ojos azules no había tristeza, solo cariño. Cada uno de ellos había encontrado su lugar, y eso era suficiente.

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Por la tarde, Subaru decidió salir al bosque cercano.

Caminó por el sendero que serpenteaba entre los árboles, respirando el aire fresco. Cada paso era un recordatorio de que estaba aquí, ahora. Que cada día que amanecía era un milagro ganado con esfuerzo y dolor.

Se detuvo junto a un arroyo, el murmullo del agua llenando sus oídos. Cerró los ojos y dejó que la brisa jugara con su cabello. Recordó todas las veces que había muerto. Todas las veces que había sentido que no podía seguir. Y, sin embargo, aquí estaba. Vivo. Luchando.

De pronto, una voz suave resonó en su mente. No era real, lo sabía. Pero era parte de él.

—Has encontrado lo que buscabas —susurró Rei, su voz como un eco lejano.

Subaru sonrió, sin abrir los ojos.

—No lo que buscaba… sino lo que necesitaba.

La voz no respondió, pero en el silencio Subaru sintió la aceptación. Era el final de esa parte de su vida. El final de la fantasía del amor perfecto. Ahora, solo quedaba el amor verdadero. El que construyes cada día.

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Al caer la noche, Subaru regresó a la mansión.

La cena fue tranquila, llena de risas y anécdotas. Emilia le sonreía con complicidad, y Subaru sentía que cada latido de su corazón era un himno a esa nueva vida.

Después de la cena, salió una vez más al jardín. La luna estaba alta, un disco de plata en el cielo oscuro. Emilia lo siguió, envolviéndose en un manto para protegerse del frío.

—¿Qué haces aquí tan tarde? —preguntó ella con curiosidad.

—Solo… pensando —dijo Subaru, encogiéndose de hombros—. Agradeciendo. Por todo.

Emilia lo miró, y sus ojos violetas brillaron como estrellas.

—¿Te arrepientes de algo?

Subaru negó con la cabeza.

—No. Todo… cada error, cada caída, me trajo hasta aquí. Y aquí… estoy donde quiero estar.

Emilia se acercó más. Se quedaron tan cerca que podían sentir el calor del otro. Subaru levantó la mano y acarició su mejilla con suavidad.

—Gracias, Emilia —susurró—. Por ser tú. Por enseñarme que la perfección no existe… y que está bien.

Ella sonrió, y sus mejillas se tiñeron de rosa.

—Gracias a ti, Subaru. Por no rendirte. Por quedarte a mi lado.

Entonces, sin más palabras, Subaru se inclinó y la besó. Un beso suave, lleno de promesas silenciosas. No era el final de una historia, sino el comienzo de otra. Una historia donde cada día contaba. Donde cada amanecer era un nuevo capítulo.

Cuando se separaron, Subaru apoyó su frente contra la de ella.

—Juntos —dijo—. Pase lo que pase.

—Juntos —repitió Emilia, su voz un susurro lleno de emoción.

Y así, bajo la luz de la luna y el canto de los grillos, Subaru supo que al fin había encontrado su lugar en el mundo. No como un héroe perfecto. No como un amante ideal. Sino como un hombre dispuesto a amar de verdad, con todo lo que eso significaba.

El pasado siempre estaría con él, pero el futuro… el futuro era suyo para escribirlo.

Y, con Emilia a su lado, Subaru dio el primer paso hacia ese nuevo horizonte. Hacia un amor real. Hacia una vida real.

Hacia el alba de un nuevo camino.

Fin.

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? ?ltima actualización: Jun 04 ?

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