El día de la Fiesta Mayor de San Pelayo amaneció con un cielo azul radiante, una bendición tras días de incertidumbre climática. El aire fresco de la mañana, que arrastraba el olor a tierra mojada de la madrugada y el dulzor de la sidra recién prensada, vibraba con una energía contenida, una excitación palpable que se sentía en cada rincón de Solorío. La plaza, antaño el escenario de tensas disputas, se había transformado en un festival de colores y sonidos, adornada con pendones y guirnaldas que ondeaban al viento, mientras los puestos de comida y bebida comenzaban a levantarse.
Desde temprano, las campanas de la iglesia repicaron con una alegría desbordante, llamando a la primera misa del día. Taehyung, a pesar de su escepticismo sobre la fe organizada, se unió a la multitud que se dirigía al templo. No por devoción, sino por una curiosidad creciente y un deseo, aún incipiente, de comprender el corazón de este pueblo. Dentro, la iglesia estaba abarrotada, el aire espeso con el incienso y el murmullo de las oraciones. Vio a Jungkook en primera fila, su uniforme impoluto, su rostro sereno y respetuoso. Vio a Namjoon y Jin de pie, hombro con hombro, un pilar de la comunidad. Y a Yoongi, con los ojos cerrados, cantando las letanías con una voz dulce y clara. El fervor era palpable, una corriente eléctrica que unía a todos en un solo rezo. Taehyung se encontró observando, no juzgando, sino simplemente sintiendo la fuerza de esa fe colectiva.
Tras la misa, la procesión se desplegó por las calles engalanadas del pueblo. La imagen de San Pelayo, adornada con flores frescas, era llevada en andas por los hombres más fuertes de Solorío, entre ellos Hoseok, que sonreía y saludaba a la gente con su energía habitual. Detrás, desfilaban las mujeres con sus mejores trajes tradicionales, portando ofrendas de pan, fruta y flores. Los niños, vestidos de blanco, lanzaban pétalos al paso de la imagen, sus risas se mezclaban con los cánticos y el sonido melancólico de la gaita y el tambor. Taehyung se mantuvo al margen, observando la devoción en cada rostro, la seriedad de los Alfas al llevar el peso del santo, la gracia de los Omegas al danzar con las ofrendas. Sentía una punzada de melancolía, una barrera invisible que le impedía sumergirse por completo en esa expresión de fe. Era hermoso, sí, pero no era suyo.
"¿Nunca has visto una procesión así, juez?", preguntó una voz a su lado. Era Jimin, vestido con una camisa bordada y pantalones de lino, con un aspecto sorprendentemente fresco a pesar del calor. Su dulce aroma, ahora mezclado con el incienso y las flores, era casi embriagador.
Taehyung sonrió. "Nunca algo tan... vivo, Jimin. En la ciudad, las procesiones son más formales, más distantes. Aquí, se siente el corazón de la gente en cada paso".
"Es que es la fe que nos mueve, señor Kim", dijo Jimin, sus ojos brillando. "Es la promesa de que, pase lo que pase, San Pelayo nos protege. Y que estamos juntos en esto". Miró a la multitud con una profunda satisfacción. "Nos ayuda a olvidar las penas, aunque sea por un día". La última frase, dicha en un susurro, trajo a la mente de Taehyung la disputa de las tierras, aún una herida fresca bajo la superficie festiva.
Después de la procesión, la plaza se transformó en el epicentro de la Fiesta Mayor. La música se hizo más alegre, los tambores y las gaitas marcaban el ritmo de las danzas tradicionales. Los hombres y mujeres del pueblo, ataviados con sus trajes más coloridos, formaron corros y comenzaron a bailar con una energía contagiosa. Las danzas eran vigorosas, los pasos rápidos, los giros llenos de gracia. Los Alfas saltaban con fuerza, mientras los Omegas se movían con una ligereza que parecía desafiar la gravedad.
Taehyung, al principio, se limitó a observar desde una de las mesas dispuestas para la espicha, la celebración gastronómica donde la sidra se escanciaba directamente de los toneles. Nunca había visto algo así. El jugo dorado y efervescente se vertía desde lo alto, aireándose antes de caer en los vasos, un arte en sí mismo. El olor ácido y fresco de la sidra se mezclaba con el aroma a chorizo a la sidra, empanadas y quesos artesanales.
EST?S LEYENDO
El Juez y el Omega de Asturias
RandomEn la vibrante y corrupta Madrid de 1930, el juez Taehyung, un alfa de inquebrantable honor y justicia, es traicionado y falsamente acusado de corrupción por un abogado envidioso. Exiliado y despojado de todo, emprende un desesperado viaje a través...
