¶¶ÒõÉçÇø

Cap¨ªtulo 16

24.1K 2.9K 131
                                        

Sueño, pero no recuerdo con qué. Tan sólo sé que me deja una extraña sensación de vacío. Cuando estoy comenzando a despertarme, escucho un ruido y me incorporo apenas para poder ver por la ventana.

Ha dejado de llover, pero el cielo todavía sigue nublado. Está blanco, y me parece que son las seis o siete de la mañana. Apoyo la mano en el vidrio helado y la muevo para desempañarlo.

Logro ver una luz en la ruta. Es pequeña y apenas puedo percibirla tras la niebla. Justo cuando creo que todavía sigo soñando, la pequeña luz gira y se acerca mientras se adentra por el terreno de la granja.

Salgo de la cama lentamente y, una vez abajo, abro la puerta principal para asomarme.

No puedo ver absolutamente nada con la neblina, así que salgo, sintiendo el pasto mojado en rocío bajo mis pies descalzos. Entrecierro los ojos y trato de visualizar nuevamente la luz que vi desde la cama. Y, de a poco, va surgiendo una figura. Al principio me parece que es un palo o un árbol al que me estoy acercando, pero luego cobra forma: la forma negra de una persona que camina hacia mí.

Me detengo de repente, justo cuando él se acerca lo suficiente como para verle el rostro y los cabellos despeinados.

Con la esperanza de que aún no me haya visto, doy un paso atrás, esperando poder darme la vuelta y volver a esconderme en la casa de la granja.

—¿Audrey?

Su voz grave tiene algo que hace que me tiemblen los huesos, así que me detengo en seco.

—¿Eres tú?

Me doy cuenta de que me ha visto cuando puedo notar que sus ojos dejan de vagar por la neblina y se cruzan con los míos. Los abre como si estuviera sorprendido y me mira de arriba abajo.

—¿Qué haces aquí? —Me pregunta.

—¿Qué haces tú aquí?

Fénix no responde, sino que vuelve a echarme un vistazo. Cuando me parece que me está observando los brazos, llevo las manos rápidamente detrás de mi espalda.

Me mira, todavía confundido.

—¿Qué es lo que tienes ahí?

Agacho la cabeza y me cierro fuertemente las manos en puños, apretando la vieja tela, justo mientras se me escapa otra estúpida lágrima que no puedo contener.

Él reacciona.

—¿Te has lastimado? —Pregunta, y parece preocupado, o asustado— ¿Qué estás haciendo aquí?

Los labios y la barbilla me tiemblan tanto que no puedo hablar. Me imagino viéndome a mí misma, para darme una idea de cómo luzco: despeinada, pálida, descalza, con las manos vendadas, los ojos rojos y las mejillas húmedas. No me veo ni me siento como antes solía hacerlo. Me siento un fenómeno raro; asustado y confundido.

Aprieto los ojos y tras mis párpados vuelve a aparecer la imagen de la mirada de mi madre.

Otro sollozo. Uno más fuerte que los anteriores, que vuelve a surgir inevitablemente de mi garganta. No quiero lastimar a nadie. Ni a Fénix. Sólo necesito ayuda... no que teman por mí.

La voz de Fénix regresa, tan pacífica y calmada como antes. Como si quisiera acercarse a mí con sus palabras, lentamente, para que no me vaya corriendo como un animal.

—Tan sólo dime lo que está pasando...

—¡No sé lo que me está pasando! —le suelto, con la cara arrugada— No sé qué... no sé...

Vuelvo a trabarme con mis propios sollozos y me llevo instintivamente las manos a la cara, para poder ocultar mi vergüenza.

—¿Qué te ha sucedido en las manos...?

Ignis: Todos ardemos alguna vez | #1 |Donde viven las historias. Desc¨²brelo ahora