*Segunda parte de Parallel*
?Qué sucede cuando no existe nadie en quien confiar?
?Qué pasa cuando hasta el amor resulta ser un enga?o?
?En quien confiar en un mundo falso?
Todos los sue?os se han roto, todo el abismo a regresado.
Ya no existe una...
Son los trofeos de mis padres, trofeos que seguramente estaban escondidos en alguna parte, los cuales llevaban muchos años de haber sido entregados y aun así se habían encargado de pulirlos y dejarlos como nuevos. Trofeos, reconocimientos, medallas, fotografías y todo asociado a mis padres. Paso los dedos por ellos y los comienzo a leer con cautela.
"Bryton Sanders, primer lugar. Concurso internacional de arquitectura, 1990"
"Samantha Lancaster, primer lugar en duelo de conocimientos. Instituto de psicología 1989"
"Samantha Lancaster, primer lugar en concurso de investigaciones. Instituto de criminología"
"Bryton Sanders, campeonato de Soccer"
"Samantha Lancaster, campeonato de natación 1987"
Veo durante varias veces los trofeos y no me cabe la menor duda de las buenas personas que eran, de lo inteligentes que eran y de lo seguidos que llegaron a ser. Veo las fotografías de mis padres, algunas en donde ellos están juntos antes de casarse y otras después de ellos, otras cuantas en donde están ellos solos y observo una en particular. El día de su boda. Mamá parecía digan de haber sido sacada de un cuento de hadas, con un vestido blanco largo que parecía ser de azúcar, su cabello semirecogido y una sonrisa por completo angelical. Papá por su parte la sostenía de la cintura y él estaba vestido con un esmoquin negro que deslumbraba. Ambos sonrientes y viéndose uno al otro con otras cientos de personas detrás de ellos.
Ambos eran perfectos, el uno para el otro. Ambos eran inteligentes, eran bastante seguidos y populares, eran bellos a más no poder y eran perfectos entre sí y para los demás.
No puedo evitar que el sentimiento este a flor de piel y unas lágrimas resbalen por mis mejillas sin ni siquiera tratar de hacer que estas salgan. Son varios días en los que no puedo evitar decir que los sentimientos han estado muy presentes y a flor de piel este día. Me resbalo entre la suave y cómoda colcha de mi cama, estiro el brazo y apago las luces.
Después de algunos instantes de observar a oscuras la chimenea apagada y de ver por las ventanas como la luna y las estrellas danzan entre ellas me dejo caer sobre la almohada que cruje sordamente al igual que mi cuerpo tratando de calmar un poco el dolor que traen los entrenamientos.
Observo con melancolía como el techo de la habitación me empuja a observarlo y como después de esto los recuerdos se comienzan a proyectar en él. Londres, oh mi país de las maravillas, el lugar en donde los recuerdos vagan en ciertos de partes y el lugar en el que pude por fin sentirme segura y tranquila.
Los recuerdos desde el primer día ahí aparecen y siento comos los escalofríos se mezclan con el calor refulgente de Australia, siento como el calor de la habitación me envuelve y comienzo a recordar con claridad el frío que me congelaba los huesos en el primer día de clases. Escucho lejanamente las primeras charlas con todos, mi primer plática con Luke. Las risas y augurios se proyectan, puedo saborear los gritos, oler las caricias y ver los olores del bosque de Londres.
Los recuerdos siguen vagando durante horas y me es imposible no recordar mi primer día e el instituto, la primer plática que tuve con Adam, la presentación tan nerviosa con todo el círculo, la primer y tan recordada mirada de Luke en el salón de matematicas, mi primer partido de soccer donde doy gracias la destino de haber conocido a mi ahora oficial prometido, Luke Carter.
Después de tanto, aún los recuerdos fluían cuando estaba a punto de quedarme dormida, pero antes de ello tampoco puedo dejar pasar los recuerdos que vinieron antes de la paz. Los recuerdos que llegaron antes de Londres, los malos y los hirientes. En especial el primero que tuve y la pésima impresión que me dejo marcada de por vida...
Abro los ojos ansiosa, nerviosa y casi paranoica. No puedo moverme ¿Por qué no puedo moverme? ¿Dónde diablos estoy?
Sin lugar a dudas no estoy en mi hogar, esto no se compara con ello. Tal vez estoy en el infierno justo ahora.
Este olor no se compara a los aromatizantes caros que ponen las empleadas cuando terminan de arreglar mi habitación, ni mucho menos el ambiente se parece al entorno cálido y acogedor de mi hogar.
Veo completamente en trance las paredes azul frío y neutro, los cuadros grises y deprimentes, la ventana que está a mi lado con barrotes y con vista sombría. Quiero irme, debo irme.
Cierro los ojos nuevamente y trato de pellizcarme para saber si esto es una de esas pesadillas tan recurrentes en mí. No lo es, Dios bendito ¿Qué ha pasado?
-Veo que ha despertado Paciente 14- la voz proviene de mi lado derecho. Trato de girar la cabeza para poder encontrarme con mi próximo sentenciador, señor tan maldito como el propio Lucifer, con una gran barriga y un asqueroso bigote con migajas de comida.
-¿Qué hago aquí? ¿Dónde estoy? ¿Dónde está mi familia?- por familia era obvio que me refería a la que me quedaba. Edward y Nía.
-Tranquilícese Paciente 14 o tendremos que sedarla- su voz era deprimente pero me daba un mal toque. Un punto de alerta.
-Me llamo Cassie Sanders, no paciente 14... ¿Dijo sedarme?- el horrible tipo que tengo a mi lado sonríe burlón.
-Bienvenida a Psychiatric Angels, paciente 14-
-¿¡Dónde están mis hermanos!?-
-Se lo advertí Paciente 14- aquel horrible hombre toma una jeringa de una bandeja plateada a su lado.
-¡NO SE ATREVA A TOCARME, NO SE ATREVA IDIOTA!- el toma mi brazo que está amarrado a un lado de la cama y introduce con dureza la jeringa, doy un alarido de dolor y el sonríe.
-Esta no será ni la primera ni la última vez cielito- lo observo con odio.
-¡Quiero irme! ¡No...no...n-no!- trato de seguir luchando pero es más que obvio que el tranquilizante ya surtió bastante efecto.
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