抖阴社区

                                    

Mis padres querían ponerme Victoriano por no sé qué personaje famoso o algo así. ¿Horrible, verdad? Pero la cosa se pone aún peor... Los malditos desgraciados del registro cometieron un insignificante error. Y pues, ¡hola! Me presento ante ti, me llamo Vituliano Cevallos. Es una verdadera fortuna que nadie me conozca de esa manera...

Como en la mayoría de los apodos, ya ni siquiera recuerdo el origen del mío. La cosa es que todo el mundo me conoce como Kikis. Me han llamado así desde que tengo memoria y pues, bueno... prefiero Kikis que Vituliano...

–¡Vaya! –Se escuchó una energética voz entrar a la habitación–. Por fin has despertado, Sr. Cevallos... –añadió, sonriéndome y dando unos cuantos pasos más hasta estar al lado de la camilla. Junto a él, lo acompañaba la muchacha que había visto antes, era enfermera y vestía completamente de blanco. –¡Oh, cierto! Permíteme presentarme, soy el Dr. Cervantes. Mucho gusto –dijo, estirándome la mano.

–Me puede llamar Kikis –Le respondí, correspondiéndole el apretón–. ¿Qué fue lo que me pasó?

–Bueno... tuviste una noche difícil –sonrió con amabilidad–. Tu cuerpo no tenía las energías suficientes, no estabas recibiendo la cantidad necesaria de oxígeno y eso provocó que tu cerebro se agotara, hasta caerse desvanecido.

–¿¡Qué!? ¿¡Enserio!? –Me sorprendí, nunca antes me había ocurrido algo semejante. Gozaba de una excelente salud, según yo–. Pero a todo esto... ¿Cómo llegaron tan rápido hasta acá? –pregunté, mirando a mis padres–. Llegar hasta aquí desde nuestro hogar toma más de medio día, y viendo el cielo me supongo que no son más de las doce.

Un abrumador silencio tomó posesión de la habitación. Mis padres se miraban con recelo, mientras que el doctor seguía revisando la máquina a la que estaba conectado sin prestar mucha atención a mis palabras.

–Kikis, tú... –balbuceó mi madre, sin completar la frase.

–Tú... –La interrumpió mi padre–. Estuviste inconsciente por una semana.

–¿¡Qué!? –Sus palabras me habían causado una enorme impresión. "¿Una semana? ¡Debe ser una broma!", pensé–. ¡No puede ser...! –Me quejé.

–Si puede ser –intervino el doctor–. Mira, compruébalo tú mismo –me dijo, revisando en la estantería. Siguió así por unos cuantos segundos hasta encontrar lo que andaba buscando, lo tomó y me lo entregó. Era el periódico, entendía muy bien que era lo que quería. Lo tomé y revisé la fecha. Efectivamente había transcurrido una semana desde el día de la fiesta. ¡Había estado una semana inconsciente!

–¿Por qué...? ¿Por qué tanto tiempo? –balbuceaba. Mi mente estaba desconcertada, mis palabras salían de mi boca por pura inercia–. ¿Qué me ocurrió?

–Bueno... Es algo complicado –dijo el doctor, acomodándose su impecable bata–. Tus compañeros nos dijeron que estabas en una fiesta. Te realizamos análisis, no tenías ningún tipo de droga en tu organismo ni la cantidad suficiente de alcohol como para provocar algo así. Por eso, fuimos más a fondo... –En ese momento, su mirada se desvió hacia mis padres.

Sus rostros hicieron que mi corazón se paralizara y que los vellos de mi piel se erizaran. No podía ver mi cara, pero juraría que mi piel se había puesto pálida como el yeso. Era lo más seguro después de ver a mis padres. Mi madre había roto en llanto apenas las palabras del doctor terminaron, mientras que a mi padre, por primera vez en mi vida, veía caer sus lágrimas.

Eso me había destrozado por completo, ver sus claros ojos cristalizados hasta ponérseles rojos, mientras luchaba por no flaquear como lo hacía mi madre. Mi mirada se había quedado en él, simplemente no podía apartarla. Era como si pudiera verme a mí mismo de viejo, nos parecíamos mucho. Había heredado sus ojos café y aunque me hubiera encantado tener sus cejas bien marcadas, no me quejaba de las mías. Lo que más me divertía de él era como siempre me reclamaba y luchaba vanamente para que estuviera bien peinado, pero eso no era lo mío, ¡cabello desarreglado manda!

Aparté mi mirada y veía como mi madre lloraba en mi regazo. Su piel clara como la mía, parecía más pálida de lo normal. El pánico invadió mi cuerpo al pensar que podría desmayarse o incluso algo peor.

–¿¡Qué ocurre!? –pregunté. Solo hasta ese momento pude darme cuenta que mi voz estaba quebrada y que las lágrimas ya habían salido.

Nadie me respondía. El doctor se reservaba en observar a mis padres, quienes estaban muy afligidos.

–¿¡Qué mierda está pasando!? –rugí, enojado de que no me dijeran nada. Sabía que mis padres no hablarían, sería en vano insistirles–. Dígame, por favor... –pedí con un hilo de voz, mirando al doctor. Él clavó su mirada en mi padre, quien con lágrimas en los ojos, le mostró un gesto afirmativo con la cabeza.

El doctor soltó un soplido de amargura antes de hablar. Tanto a él como a la enfermera les estaba afectando la escena.

–Verás... –Se aclaró la voz, mirándome con empatía. –Teníamos claro que la razón de tu desmayo y tu consecuente estado de coma –"Esperen, ¿¡qué!? ¿¡Dijo coma!? Y ahora recién lo dice..." –..., por lo tanto te realizamos un análisis completo para encontrar la causa. –Hizo una pequeña pausa y luego continuó–. Descubrimos que tu ritmo cardiaco se encuentra muy débil y arrítmico... En aquella noche..., tu corazón no bombeaba con regularidad, tus demás órganos no recibían la sangre ni el oxígeno necesario para su funcionamiento... –Miró nuevamente a mi padre. Al ver que no hacía nada por detenerlo, el doctor siguió. Tragó saliva y se aclaró la voz con disimulo–. Los exámenes indican que posees un bloqueo auriculoventricular de tercer grado...

"¿¡Qué!? ¿¡Bloqueo auricoloquecarajos!? ¿¡Acaso me estaba hablando en chino o qué tipo de lenguaje extinto era ese!?"

–Doctor... no le entiendo nada –Le dije con el corazón en la boca. Sentía que mi respiración estaba entrecortada y que mi cuerpo pesaba toneladas–. Explíqueme mejor... –pedí.

–Kikis... Tu corazón se encuentra muy débil. Necesitas un trasplante de urgencia o de caso contrario... -Se detuvo y miró nuevamente a mi padre. "¿¡O sino qué!? ¡Maldita sea, deja de ver a mi padre! ¡Estás hablando conmigo! ¡Dime de una maldita vez que es lo que tengo!"

–¿O sino qué...? –pregunté con un terrible miedo que me carcomía lentamente.

–Tienes una bomba de tiempo allí adentro –dijo, apuntándome el pecho–, si no recibes un nuevo corazón cuanto antes, en el mejor de los casos... –Se detuvo. "¿¡Qué!? ¡Dilo de una maldita vez! ¡Dilo! –, no aguantarás más de tres meses... –finalizó, haciendo que esas palabras petrificaran mi cuerpo y alma.

Without ColorsWhere stories live. Discover now