–¿Qué ocurre? –cuestioné con desesperación. Él no respondía. Su rostro mostraba el horror que estaba sintiendo, con el ceño fruncido y sus labios apretados con fuerza–. ¿¡Qué está ocurriendo!? –insistí con el corazón en la boca.
–¡Llama otra vez a esa maldita ambulancia! ¡Diles que se apresuren! –ordenó con autoridad. –Muchacho, tráeme un pedazo de tela, algo con que cubrir sus heridas –Yo me levanté de inmediato y busqué lo que me pidió. Llegué segundos después con un trapo de cocina que utilizó para vendarle el brazo.
–¿Qué está ocurriendo? –Lloraba desconsoladamente.
–Trata de calmarte, todo estará bien –Eran las palabras más sobreactuadas que había escuchado en toda mi vida, y eso que he escuchado muchas cosas. El otro hombre seguía insistiendo a través de su celular, moviéndose de lado a lado.
El sonido de la sirena retumbó con debilidad en mis oídos, provocándome un alivio reconfortante. Salí disparado del departamento y busqué la ambulancia por todos lados. Se encontraba a un par de cuadras del lugar, salpicando todos los charcos que se formaban en su recorrido.
–¡Hey! –Los llamaba, moviendo mis brazos frenéticamente–. ¡Aquí! –grité–. ¡Deprisa! –Sentía como cada palabra desgarraba mi garganta–. Por favor...
Los paramédicos hicieron su trabajo con rapidez y eficacia. En menos de un minuto, colocaron el cuerpo de Fiorelha sobre una camilla que llevaron con delicadeza hasta la cabina trasera de la ambulancia. Insistí en acompañarla, tomándola del brazo durante todo el camino. No dejaba de preguntarles sobre el estado de mi amiga, pero solo obtenía respuestas vagas que no decían nada realmente. El recorrido parecía eterno y el nerviosismo se intensificaba dentro de mi cuerpo. Miré el rostro pálido de Fiorelha, haciendo que mi corazón se estrujara. Sus finos labios estaban secos y desquebrajados. Sus parpados se tornaban de color violeta y las venas de su rostro se hacían cada vez más visibles.
Di un pequeño brinco cuando las puertas del vagón se abrieron con brusquedad. Dos paramédicos se introdujeron en la cabina y descendieron la camilla al suelo. Estábamos en la entrada del hospital y varios médicos se encontraban a la espera de mi amiga. Noté que los de la ambulancia informaron sobre el estado de Fiorelha. Mencionaron que tenía el pulso muy débil y que había perdido demasiada sangre. Era de esperarse, tenía varios cortes en su brazo, y todos eran profundos y extensos.
Introdujeron a mi amiga en el hospital con varios médicos alrededor, moviéndose con prisa. Yo les seguía el paso detrás de ellos, asegurándome de que no fuera un estorbo para que realizaran su trabajo. Cruzamos varias puertas de cristales y pasillos hasta llegar al salón de emergencias. Una vez allí, una enfermera joven y con el cabello largo me detuvo.
–Lo siento. A partir de aquí es trabajo de los doctores –Me informó con amabilidad.
–¡Pero es mi amiga! ¡Debo acompañarla! –protesté.
–Lo siento mucho –Sonrió con dulzura–. Tendrás que esperar hasta que el médico informe la situación.
–... –Agaché la cabeza y apreté mis puños con impotencia. Ella tenía razón, no quedaba de otra. Aunque la espera iba a ser una completa tortura tenía que hacerlo–. De acuerdo... –Me resigné.
Pasaron varios minutos. No, muchos minutos no. ¡Fue casi una hora! ¿O habrá sido solo mi imaginación? El punto es que la desesperación me estaba torturando y necesitaba como sea información sobre Fiorelha. El miedo me carcomía y llegué al punto catastrófico de pensar en la peor de las situaciones. Caminaba de lado a lado, moviendo mis dedos con nerviosismo y respirando con dificultad. Miraba el reloj constantemente y parecía que las manecillas no se movían de su lugar.
Finalmente la puerta de cristal se abrió y apareció un hombre mayor con su atuendo de médico. Su rostro reflejaba una edad avanzada y las canas rodeaban la mayor parte de su cabello.
–¿Usted vino con la paciente Fiorelha? –preguntó con su profunda voz.
–Sí, soy su amigo... ¿Qué ha pasado? –pregunté con nervios. Humedecí mis labios y tragué saliva para apaciguar el nudo que se había formado en mi garganta. Llevé disimuladamente mis manos hacia mis piernas y clavé las uñas con fuerza. No aguantaba más. Sentía un horror inmenso a lo que estaba a punto de escuchar, sin poder evitar que las lágrimas comenzaran a salir de mis ojos.
–La hemos estabilizado –informó con serenidad–. Ha sido un milagro. Un minuto más y no viviría para contarlo... –Las palabras del doctor causaron un extraño impacto en mí. No sabía cómo sentirme. Sin duda, estaba realmente feliz y aliviado de que Fiorelha estuviera bien. Pero ese "un minuto más" me produjo un horripilante escalofrío. Dentro de mi cabeza se vino la idea de esa posible situación. ¿Qué hubiera pasado si ese minuto hubiera transcurrido...? De solo pensarlo sentía una dolorosa punzada en mi corazón.
"Un solo minuto...", pensé.
–¿Qué le ocurrió? –pregunté finalmente.
–Tu amiga había perdido mucha sangre. Tuvimos que aplicarle una transfusión de urgencia, pero había una sorpresa más...
–¿Sorpresa? –balbuceé.
–Los grandes cortes que lleva en la mano nos había dado un indicio –explicó con paciencia–. No era algo seguro, pero sí muy probable... Aun así, lo que realmente nos confirmó la situación fue la sobredosis de fármacos que hallamos en su sistema –"¡Espera! ¿¡Que rayos está hablando este sujeto!? Este tipo debe ser un completo payaso, no sabe lo que dice... Seguro viene de la misma escuela del doctorcito quien me dijo que iba a morir en tres meses" –El antibiótico que usó es comúnmente administrado para aliviar dolores, pero en grandes cantidades puede llegar a ser tóxico –Seguía explicando con el rostro triste. "¡Este doctor está loco! ¡Es imposible lo que está diciendo...!" –Me temo que esa información la conocía muy bien la paciente Fiorelha y consumió la sobredosis voluntariamente... –"¡Detente! ¡Esto es una estupidez! ¿¡Qué motivos tendría ella!? Tiene la vida que cualquier persona desearía. Grandes amigos, padres incondicionales... Es hermosa, inteligente, podría tener el mundo a sus pies si se lo propusiera"–. Y si fuera poco, sospechamos que los cortes fueron hechos por ella misma para asegurar su objetivo... –"¡Para ya! ¡No lo digas...! ¡Es imposible! Todos menos ella... ¡no se lo perdonaría! No podría aceptar que ella fuera tan egoísta como para intentar hacer eso... Yo luchando con uñas y dientes para aferrarme a la vida y ella... –Tal como están las cosas –"¡No lo digas! ¡No lo digas! Por favor..."–, lo más probable es que ella intentó quitarse la vida...

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Without Colors
Teen Fiction?Cómo reaccionarías si te informaran que tu vida se ha convertido en un cronómetro con una efímera cuenta regresiva? ?Y si ese cronómetro marcara tan solo 3 meses...? ?Cómo conllevarías con la noticia de que tu corazón es tan frágil como una diminut...