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Capítulo 2: La diferencia entre meteorito y asteroide

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¿Cómo había llegado a esa situación? Sintiendo debajo de sí las mullidas sábanas de su cama, Venus dio media vuelta sobre sí misma. El suave tacto de la almohada contra su mejilla le daba la seguridad que todo lo que había pasado era nada más y nada menos que un sueño, pero ¿en qué momento se había quedado dormida? Venus reprodujo en su mente todo lo que había hecho esa noche, tratando de encontrar una respuesta.

El reloj marcaba las once de la noche cuando Venus decidió sentarse a escribir una nueva historia. Se había quedado estancada con las últimas cinco y hace meses que no había escrito ningún libro, pero la chica no se iba a dar por vencida de esa manera. En la radio habían anunciado que esa noche tendría lugar la lluvia de estrellas más grande del año y les recomendaban a las personas no perdérsela por nada del mundo. Según lo que había escuchado aún faltaban dos horas para que empezara y la noche era joven, así que decidió esperar garabateando algunas ideas para una nueva historia. Venus acababa de entrar a la universidad, a estudiar literatura. Su sueño era volverse una gran escritora algún día y poder darle a su hermano mayor, Ares, historias maravillosas para tratar de alejarlo de sus ataques de esquizofrenia. De pequeña había crecido escuchando a su hermano mayor contarle historias fantásticas sobre guerras, magos, mundos perdidos, laberintos e incluso un anillo que era codiciado por todo el mundo. Ella deseaba poder crear algo igual de increíble y ver la mirada iluminada de Ares, devorando las palabras que ella le había escrito. Cada libro, frase y coma eran exclusivas para él. Venus no había amado a ningún hombre de la forma en la que amaba a Ares. No era un amor sexual, ni erótico, era el amor puro e inocente de una pequeña hacia su hermano mayor, su gran caballero de las historias.

Venus se recostó en el escritorio que tenía en una pared de su cuarto, dándole la espalda a su armario y, apoyada en los codos, soltó un suspiro de derrota.

—No lo entiendo, Sky —le dijo a su gata, que se estaba lamiendo una pata—. Tengo tantas ideas, pero por algún motivo no puedo continuar con ellas, es tan frustrante. —Venus observó a una perezosa Skylar echarse encima de los apuntes que había hecho en la hora que había estado escribiendo—. ¡Deja de hacer eso! —la regañó—. ¡Te he dicho mil veces que me puedes dañar mi trabajo! Esto es en serio, necesito tener esta historia lista para cuando Ares salga de ese sitio horrible. Se me acaba el tiempo y quiero darle a mi hermano algo para que esté orgulloso de mí. —Venus tomó a Skylar y la bajó con cuidado del escritorio. La gata le maulló en forma de protesta y se subió a la cama de la chica.

Venus dejó a un lado sus anotaciones y encendió su computador portátil, en ese aparto tenía escrito todo lo que alguna vez había creado. Tenía un libro de cuentos y una novela corta de aventura la cual nunca le había terminado de gustar. Navegó por los diversos documentos, tratando de decidir cuál de todos abrir para seguir trabajando en él. Las historias que creaba le gustaban, pero por algún motivo se desmotivaba de ellas al poco tiempo de haber comenzado a crearlas. Tenía de todo en su repertorio de novelas sin terminar: comedia romántica, ficción histórica, humor, terror, aventura y acción. Algunas historias ya iban por el capítulo veinte o treinta y otras apenas tenían dos míseros capítulos, que rogaban por ser terminados pronto. Venus no quería mostrarle a su hermano nada mediocre ni mucho menos algo que no le fuera a gustar, por eso no quería terminar las novelas que más avanzadas estaban. Le aterraba que no fueran suficiente para los gustos literarios de Ares. Es tu hermano, tonta, le encantará todo lo que le muestres, se regañaba a sí misma. Debes recibirlo con varias historias para que así se le olvide el mundo del cual salió, tú eres la mejor oportunidad de tu hermano para volver a sentirse como una persona normal, Venus se recordaba como un mantra esa frase. Después de ver varios títulos de novelas, decidió por fin terminar una. Con paciencia comenzó a teclear las ideas que se le venían a la cabeza, agrandando la historia dos capítulos más, acción que le costó una hora más de su tiempo.

Quédate conmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora