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23- Segunda prueba

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Un mes pasó, dos meses pasaron, y una semana antes de la segunda prueba, Nicholas Riggs no sabía qué hacer. La desesperación que sentía, los nervios, los ataques se ansiedad que estaba teniendo eran superiores a todo lo que había sentido en su vida, y no sabía cómo controlarlos. Junto a sus amigos y Ebony, que estaba ahí siempre para apoyarlo (y besarlo cuando nadie estaba mirando), había buscado por todos los libros de la biblioteca lo que podían significar los gritos que se escuchaban cuando se abría el huevo. Pero nada, en ninguna parte salía lo que significaba, ni cerca.

Ese día, la noche antes de la segunda prueba, Nicholas estaba sentado, como siempre, en la biblioteca, buscando entre otros libros, que ya había leído, si se le había escapado algo. Esa noche, junto a él, solo estaban Adrian, Riley y Emily, que parecían igual de cansados y desesperados que él. En un minuto, en el que Nicholas terminó de releer el tercer libro, lo dejó sobre la mesa con fuerza y dijo:

-No puedo. Listo. Me rendí. Voy a decirle a Dumbledore que me rendí con esta prueba.

Riley, Adrian y Emily se miraron entre sí. Nicholas había tenido de estos ataques por los menos tres veces al día los últimos cuatro días.

-Nick...-susurró Riley, como si le estuviera hablando a una persona poco estable-sabes que no puedes rendirte.

-¡¿Y qué hago?! ¡¿Qué hago?!

Mme. Pince se acercó a ellos mirándolos exasperada.

-Lo siento...-susurró Nicholas, bajando la voz-¿qué hago? Ya perdí.

-Tiene que haber una respuesta para esto...-contestó Adrian, tomando otro libro.

-¿Ah sí?-respondió Nicholas, bruscamente-tu dime cuál.

-Vamos Nick, no te enojes... nosotros solo estamos tratando de ayudarte...-susurró Emily-¿por qué no le preguntas a Dumbledore?

-Dumbledore no puede ayudarlo, es contra las reglas-respondió Riley, negando.

-¡Pero por ti haría una excepción!-exclamó Adrian, seguro.

Nicholas negó, sentándose y sintiendo que lloraba. Sabía que Dumbledore no rompería las reglas de ninguna manera. Iba contra su moralidad. Nicholas dejó que la desesperación lo invadiera y las lágrimas cayeron por sus mejillas. No iba a poder competir. Iba a quedar en vergüenza frente a todos. Tendría que decir que no podía competir.

-Chicos...-susurró, después de unos minutos. Levantó la cabeza, y se secó las lágrimas lo mejor que pudo-vayan a dormir. Yo me quedaré un rato viendo si encuentro algo que pueda ayudarme...

-Nick...-dijo Riley.

-¿Estás seguro?-preguntó Adrian.

-Seguro...-susurró el chico-ustedes solo... vayan... quiero estar solo, ¿sí?

Sus amigos volvieron a mirarse y se despidieron, no sin antes lanzarle miradas de completa preocupación.

Nicholas se quedó ahí, solo, sentado en medio de la biblioteca, esperando que un milagro ocurriera y le dijera lo que tenía que hacer.


Despertó sobresaltado, seguro de que había escuchado un ruido. Abrió los ojos y se encontró con que seguía en la biblioteca, que estaba totalmente a oscuras. Se pasó la mano por la cara, agotado. En solo unas horas, tendría que ir a decir que no podía competir.

Empezó a guardar sus cosas, entonces notó que junto a él había un papel que no había visto antes, que decía:

"Siento no habértelo dicho antes. Pero creo que ya es tarde.

Nicholas Riggs y el Cáliz de FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora