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CAPITULO 20

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                                                         LA CLAVE: EL COMPUTADOR DEL CAPO

Villahermosa estaba muy «caliente». Los capos ya no asomaban sus

narices, sino que utilizaban su correo humano para gestionar sus

necesidades jurídicas dentro del penal: era el trabajo de los lavaperros.

Estos se levantaban temprano, iban al gimnasio y, apenas abrían las oficinas,

empezaban a merodear por las diferentes dependencias. Sus jeans, zapatillas

deportivas de marca y sus camisetas casi siempre blancas eran su uniforme.

Se preocupan también de hombres que cuidaban mucho su imagen: cabellos

bien cortos y limpios, con olores varoniles potencialmente de ser «olfateados» por

las féminas a metros de distancia —aseguró Karla.

Sarek escuchaba todas las revelaciones con mucho interés. Karla había

vivido «desde dentro» todo aquel submundo del narcotráfico entre rejas, que

proseguía con su actividad casi al mismo ritmo que cuando disfrutaba de libertad.

—Sigue, sigue contándome —le pidió Sarek.

Karla asintió.

—Los capos encerrados en sus celdas siguieron «trabajando» su gran negocio

de la droga, no tienen tiempo que perder. Fue el momento en que el extinto

cártel de Cali, que había sido liderado por los hermanos González, había dejado de

existir con su entrega.

Las celdas del Patio Ocho permitieron reuniones clandestinas entre capos para

crear el nuevo cártel del Norte del Valle, allí donde estaba gracias a las alianzas

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La joven funcionaria de prisiones.

entre Larson Aranda, Luciano y Fabio. Su unión era un secreto a voces pero solo

dentro del Patio Ocho, entre capos y lavaperros. La guardia de prisiones y la

policía no sabían lo que estaba allí fraguando allí. Piruleta cogió el poder de dicho

cártel ya que demostró cómo enviar una tonelada de droga por mar sin que los

gringos se dieran cuenta. Desde Pablo Escobar, una hazaña similar no había

vuelto a tener lugar. Todos sabían que él era el nuevo caballero de la droga en

Cali, la cabeza del cártel del norte, sin saber que también se convertiría en el

nuevo patrón del infierno.

»A Piruleta poco le gustaba discutir. Él prefiere apretar el gatillo y descargar

el proveedor de su pistola a quien le lleva la contraria o intenta joderle. Se

le conocía por ser extremadamente violento, según información de la policía

nacional, y fue esa manera de ser lo que le ascenderon de manera

permanente desde que se convirtió en el mundo del narcotráfico siendo un simple

joven de veinte años, y después de que se convertirá en montador de caballos

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