El amor de Lauren y Camila era su refugio, su universo. Pero todo cambió con la desaparición inexplicable de Camila. Ahora, el mundo de Lauren se ha reducido a una sola misión: encontrarla. Sin importar los riesgos, está dispuesta a enfrentarlo todo...
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(22 de marzo, año 2019) (Viernes, 9:17am, New York)
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Estaba sentada en el único banco del muelle, solitario como ella, enfrentando la vastedad del mar. El viento salado golpeaba suavemente su rostro, revolviendo mechones de su cabello oscuro, pero no lograba despertar sus sentidos adormecidos. Sus ojos verdes estaban fijos en ningún lugar, perdidos en una inmensidad tan insondable como su dolor. Las manos entrelazadas sobre su regazo temblaban, y su respiración era entrecortada, como si cada inhalación se quedara atrapada en su pecho. No quería llorar, pero no podía evitarlo. Sus ojos, enrojecidos y brillantes, hablaban de noches enteras luchando contra un nudo en la garganta que ahora parecía imposible de tragar.
Los recuerdos llegaban como balas, veloces y letales. Cada momento vivido con Camila le atravesaba el alma: las risas, las miradas cómplices, los silencios llenos de amor. Pero uno se erguía como una sombra insuperable. El más doloroso de todos. Ese día en que Camila se negó a rendirse. Con cada fibra de su ser, la defendió. Frente a los hombres que disparaban sin piedad contra la casa, Camila se convirtió en un escudo humano, un baluarte imposible de quebrantar. Incluso disparó, enfrentándose al fuego enemigo con la valentía de quien sabe que el amor vale más que la vida.
Y, al final, cumplió su palabra. Ella murió para salvarla, entregando su vida con una promesa que ahora pesaba como una losa en el corazón de Lauren.
Pero ¿por qué? ¿Por qué la vida le había arrebatado a Camila? No entendía el punto de su existencia ahora. ¿Por qué ella? ¿Por qué Lauren debía ser la única sobreviviente? No quería seguir, no podía imaginar un futuro sin esos ojos cafés que la derretían o esa voz que era un refugio en medio del caos. No tenía fuerzas para construir una historia sin Camila. Ya había soportado demasiado, y ahora debía cargar con el recuerdo de su Camz muriendo en sus brazos.
Las lágrimas, implacables, encontraron su camino. Su rostro se humedeció con ellas, un río de tristeza que no podía contener. Y lo odiaba. Odiaba tener que respirar cuando Camila ya no podía hacerlo. Odiaba imaginar días que no compartieran las risas y los susurros de quien fue su alma gemela.
—Te amo tanto, Camz.—El susurro se perdió en el viento, como una promesa eterna que las olas llevarían al horizonte. Cerró los ojos con fuerza, dejando que el aroma salado del mar llenara sus pulmones.—Te amaré para siempre, hasta mi último aliento. Mi alma y mi corazón están contigo, lo prometo.
El silencio del muelle, roto solo por el murmullo de las olas, parecía asimilar sus palabras. Una soledad desbordante la envolvió, pero en algún rincón de su mente, aún podía sentir la presencia de Camila, como si la fuerza de su promesa la mantuviera cerca, más allá de la vida y la muerte.
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Abrió los ojos de golpe, y el mundo a su alrededor parecía desmoronarse. Su respiración se volvió errática, y sus manos se aferraron con desesperación a la sábana que cubría su cuerpo, como si en ese acto pudiera detener la realidad que la envolvía.