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Cap¨ªtulo 26.- Sigues cay¨¦ndome como la mierda...

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Kenia.

       Abrí los ojos aturdida. Estaba sudada de la punta de los pies a la cabeza y temblaba como una hoja. De pronto la puerta de mi cuarto se abrió y era Marxia quien la cruzaba cargando entre sus manos una bandeja.

      -¡Kenia! Ya despertaste... -tan pronto como notó que estaba despierta se acercó y me tomó el rostro con ambas manos mirándome de cerca.- ¿Por qué no avisaste que habías vuelto? ¿Dónde habías estado?  No sabes cuánto sufrí sin poder encontrar tu paradero...-me acarició y luego depositó un beso en mi frente.- Estas hirviendo...- me corrió de la frente algunos mechones de pelo que se me habían pegado por la transpiración. Sin embargo no me sentía mareada o débil,  sólo sentía calor. Mucho calor.

        -Yo...-pausé unos segundos sin saber cómo continuar.- Tuve que huir... Y...-cerré los ojos reviviendo frente a mí algunas imágenes. Mi cabeza comenzó a doler de repente. Marxia me miraba con atención y tratando de adivinar a qué me refería.-

        -¿Huir?...-negó.- Yo he ido hasta el edificio y me han dicho que ya estabas bien y que alguien había ido a por ti. Yo no tenía idea de quien podría tratarse... Estuve buscándote sin parar. Buscando a cada uno de tus amigos o...-se calló de golpe. Fruncí el ceño negando. Eso no era cierto. Ellos no me habían soltado, ni de coña lo hubieran hecho.

        -¿Qué?  Pero...-pensé en la mujer que me había tendido una trampa para que huyera por el bosque y me encontraran enseguida. ¿De qué iban? Ahora me habían hecho quedar como una fugitiva de mi propia familia.- Eso... Yo... Me perdí.- mentí. No podía decirle la verdad. No aún, y seguramente mejor sería que no la supiera.

       -Pero ¿Cómo? Si te has ido con alguien... ¿Con quién?  -tragué saliva y miré a otra parte. ¿Qué podría decir ahora?

       -Sí... Justo, ehm... Evan había pasado por ahí y yo les rogué que me dejaran ir ya. Me lo permitieron y cuando salí me perdí siguiendo a... Un perro que estaba herido.- genial.  ¿Algo más incoherente no podía decir? Aunque Marxia supiera de mi locura hacia los animales y especialmente hacia los perros,  era una historia bastante confusa e improbable.

       -¿Me estás diciendo que te perdiste por dos días siguiendo a un perro?- indagó sin creerse ni su propia pregunta. En ese momento improvisé un bostezo y cerré los ojos acomodándome de nuevo entre las sábanas. Ni de coña podría buscar una excusa a eso.- Es extraño. Pero bien,  lo importante es que estas entera.- suspiró y alcanzó un trapo húmedo para colocarlo en mi frente.- Toma estos medicamentos para la fiebre. Si mejoras en unas horas ya volverás a clase... Si quieres claro.- susurró y besó mi frente antes de irse. Odiaba tener que mentirle a ella. Suspiré y tomé las pastillas y el vaso de agua, las tragué junto a un sorbo y finalmente me dormí. En unas horas obligatoriamente tendría que ir a clase, y así podría evitar el interrogatorio de María. No podía hacerle saber que estaba huyendo del gobierno y que si me exponía muy probablemente terminaría con mis miembros colgados en una morgue siendo inspeccionados uno por uno al igual que mis vísceras y el desperdicio de rodó eso, para visualizar solamente.

. . .

      Entrar de nuevo al instituto había sido casi como el primer día en ese puto lugar. No tenía una idea exacta del tiempo que había transcurrido. Parecían meses. Marxia era la puta ama al lograr que me admitieran de nuevo después de tanto tiempo ausente, sabía que no debía preocuparme por ello. Al parecer ya habían corrido varios rumores acerca de mi posible muerte,  cáncer,  sida, encarcelamiento, huida, secuestro,  etc, etc. Evan se había encargado de informarme en rápido resumen mientras íbamos por los pasillos a la primera clase sobre todas las porquerías que personas que jamás había visto dijeron para hacer sus vidas un poco más interesantes. Claro que lo hizo luego de haber mariconeado como una novicia por mi vuelta al instituto. Más tarde había prometido continuar con más tranquilidad. Por supuesto que se esparcieron cual plaga de pulgas entre cachorros y ahí estaban todos, mirándome y desmintiendo en sus pequeñas mentes lo que sus oídos habían escuchado sobre mi. La verdad es que cada una de las básicas suposiciones que habían hecho sobre mí estaban muy lejos de la realidad. Mejor así. Nadie sabía que una tipa llamada Danielle me había noqueado en los vestuarios de ese club (o eso me habían dicho) ni sabían de mi placentera estadía en el hotel de nueve estrellas CIA Resort Spa, ni los tratamientos de belleza en base a arduas sesiones de inyecciones,  (acupuntura para los pijos), drogas para prolongar un plácido sueño y electrocutaciones propinadas para conservar la suavidad de la piel, entre otras cosas que no recordaba, pero que dolían como la gran mierda al despertar. Tampoco sabían de mi paseo por un bosque encantado con custodia incluida,  ni mucho menos mi noche salvaje con la misma tipa que me había noqueado, pero que igual estaba desquiciada y era sexy. Nadie sabía ni una mierda de eso y joder, aún se daban el lujo de mirarme como si en verdad lo supieran. Los odiaba de verdad.

S?DHIC- PRIMERA TEMPORADADonde viven las historias. Desc¨²brelo ahora