Me gustaba cocinar. Lo hacía seguido cuando estaba solo, pero no en el departamento porque si cocinaba tenía que hacerlo para los seis. Alimentar a seis personas no era una tarea fácil.
Así que aprovechaba cada oportunidad para hacer comida casera. Pero no ese día. Ese día estaba agotado, así que sólo calenté un poco de agua para hervir unos ravioles que tenía congelados, y mientras esperaba me tomé una cerveza.
El timbre de mi casa me puso alerta. Podía ser algún vecino, podía ser el portero, pero la verdad yo no esperaba a nadie y las cosas estaban un poco extrañas durante ese último tiempo.
Tomé el arma que siempre estaba cargaba y destrabé el seguro. Paula no tenía mi dirección, ella ni siquiera sabía que yo tenía un departamento, pero había aprendido que ella tenía contactos, alguien podría habérselo facilitado y en serio no la necesitaba metida allí justo en ese momento.
Caminé despacio hacia la puerta cuando volvían a tocar. Mirar por la mirilla podía ser peligroso, pero de todas maneras lo hice, no me arriesgaría a abrir sin saber cuántos eran los visitantes. Si era más de uno podría hacer tiempo hasta llamar a los muchachos, o en el peor de los casos, a la policía.
Pero no. Cuando miré era Cristian quien esperaba impacientemente frente a mi puerta.
No había razón alguna por la que ese sujeto estuviera ahí. Había cumplido mi palabra. Los había dejado en paz. La única respuesta era que mis sospechas fueran ciertas y él quisiera empezar conmigo.
Guardé el arma en la parte baja de mi espalda y abrí con cuidado.
—¿Qué quieres? —consulté poniéndome en la entrada. La última vez él había ingresado sin permiso.
—Buenas tardes para ti también —saludó dando un paso al frente. Mi mano firmemente agarrada en mi arma. —¿Puedo pasar?
—No. Nosotros teníamos un trato y yo lo cumplí. Si tu novio se lanzó contra mí esta mañana no es conmigo con quien tienes que hablar. Pregúntale si no fui yo quien le recordó tu pequeña existencia —dije de malhumor. Yo sólo quería un momento para descansar y disfrutar mi soledad.
—Sé que Matt te besó de nuevo babe... —suspiró. —¿Podemos hablar dentro?
Lo reflexioné unos segundos y le permití el ingreso. Él pasó directamente al sofá donde dejó sus pertenencias antes de sentarse.
—¿Cómo entraste?
—Tu portero me recordaba de la última vez. Dijo que era raro que invites amigos así que ambos, Matt y yo, nos quedamos en su memoria —se estiró sonoramente y palmeó el lugar junto a él. Me negué. Sería un blanco fácil si él trataba de atacarme. —Debiste decirle que era cosa de una vez.
—Tenía la esperanza de que ambos volvieran —mentí sentándome en la mesa ratona frente a él, alejado, con mi mano siempre cerca de mi arma. —Pero creí que habían dicho que no lo harían.
—Bueno... la cosa es que Matt quiere hacerlo otra vez.
—Lo sé, y le dije que no. Que tú lo estabas haciendo porque él quería. Así que no entiendo qué es lo que haces aquí.
—Viene a convencerte de que aceptes —dijo relajado. Lo estudié unos segundos. Eso no tenía ni un puto sentido.
—Podrías haberme matado la última vez por haberlo tocado. Vi cómo me mirabas Cristian. Matt tendrá que conformarse contigo...
Cristian inclinó su cabeza y me dio una sonrisa.
—Definitivamente me gusta lo que veo.
—Yo me acostaré contigo —me negué de inmediato. —Con Matty es una cosa, pero conti
—Si, babe. Yo lo entiendo. No estoy diciendo eso... sé que tienes serios problemas con tu sexualidad.
—No. Yo tengo problemas contigo. Soy libre en mi sexualidad.
—¿Me estás diciendo que no te parezco atractivo?
—Tú no me agradas.
—Oh... eso hace las cosas más fáciles —sonrió alegre. —Porque tú tampoco me agradas. Pero me pareces atractivo y me gustaría volver a verte perdido en el placer, aunque eso sea producto de estar tocando a mi novio.
Lo observé incrédulo unos largos segundos hasta que rompí en carcajadas. No recordaba haberme reído así hacía mucho tiempo. Eso no tenía ningún sentido.
Me dejé caer de espaladas en la mesa para poder detener las risas y lo hice cuando mi arma se clavó en cintura. Sin embargo, no me levanté, me quedé allí mirando el techo por mucho rato, sólo el diálogo de la serie que estaba mirando llenaba el silencio del lugar.
—He tenido propuestas extrañas, pero ésta es la más superadora de todas. Sobre todo porque es el novio del sujeto el que me lo está pidiendo —dije levantándome para moverme a la cocina para apagar mi comida.
Sabía que me iba a seguir así que me apresuré a sacar el arma y guardarla en el cajón. Definitivamente no estaba allí para dañarme.
Cuando estaba colando la comida Cristian llegó a mi lado y se paró cerca, como siempre, violando descaradamente mi espacio personal.
—Yo sé que te gustó también —dijo dejando su cadera apoyada en la mesada. —No... no te gustó. Te encantó.
—Fue una experiencia excitante, sí. Pero porque era Matt, y yo nunca había estado con otro hombre —respondí volviendo los ravioles a la olla una vez colados. Lo miré de reojo y él se había inclinado para ver, aprovechando para dejar su mentón en mi hombro.
—Te gustó que alguien te dé instrucciones... te gustó cómo te toque —susurró deslizando sus manos por mi cintura.
Lo empujé con mis codos, pero él se posicionó tras de mí sujetando mi cintura con fuerza, pegando su pelvis contra mi trasero.
—No me está gustando esto —aseguré empujando más fuerte. Cristian largó una carcajada que acarició mi cuello y bajó sus labios allí. —En serio, no va a funcionar de esta manera.
—¿Y de qué manera sí?
—De ninguna —suspiré intentando escapar de la humedad de su boca en mi piel.
—Matt dijo que tienes una novia —comenzó y otra vez quise golpear a Matt. —Y mira las marcas horribles que te dejó —suspiró y dejó algunos besos en donde yo sabía que estaban las marcas. —Incluso mi mordedura fue más sutil que estas cosas.
—A Paula le gusta que las personas sepan que yo tengo dueña.
—¿Dueña? —se rió abrazándome más fuerte. —Matty dijo que era algo sin importancia... que dirías que sí porque ella no te importa.
—A Matty le gusta hablar mucho ¿A que sí?
—Cuando se trata de ti sí —aseguró empujando mis caderas para darme vuelta.
Respondí su mirada y afirmé mis manos en su cintura para mantener la distancia.
—Yo no te voy a besar... no quiero eso y sé que no lo quieres tampoco —dijo con seriedad. —Pero quiero tocarte, y quiero verte tocar a Matt, quiero ver cómo haces para que él se excite de esa manera. Así como yo te enseñé, quiero que me enseñes a mí.
—A mi novia no le gustará eso.
—No creo que te importe —sonrió de costado. —Y no tiene porqué enterarse.
Desvié mis ojos de los suyos, pensándolo. Sería divertido y eso jodería a Cristian. Porque ahora lo estaba pidiendo, pero yo había visto la furia en sus ojos cuando mis labios tocaron los de Matt.
—Si lo estás dudando es porque sí quieres... —sonrió acariciando uno de los costados de mi rostro.
Golpeé su mano y lo aparté moviéndome hacia la ventana. ¿Quería? Quiero decir, había sido extrañamente excitante tener sexo con Matt, y aunque no lo admitiría, la presencia de Cristian había sido estimulante. ¿Pero quería estar en el medio de ellos dos? En realidad, pensándolo bien, yo sería como un objeto para avivar su relación. ¿Quería ese lugar?
—¿Quieres comer? —consulté en cambio.
—Por supuesto —dijo alegre y lo vi moverse a mi heladera, la que por supuesto, estaba llena porque la mujer de la limpieza tenía que encargarse de eso. —Prepararé una salsa.
—Tengo queso.
—Vamos... una salsa es más atractiva.
Pero no. No lo fue. Su salsa se quemó y arruinó los ravioles, pero ninguno de los dos dijo nada con respecto a eso, simplemente comimos en silencio y acompañados con una botella de vino.
—Tengo que decir que me sorprenden tus ofrecimientos.
—¿Disculpa?
—Ya van dos veces que me invitas a comer... —dijo tranquilo. —No creo que tenga que ver con el falso personaje que has creado para el afuera. ¿De dónde es?
Me encogí de hombros. Si él no me lo decía no me hubiera dado cuenta.
—Supongo que me enseñaron a compartir y sólo me sale natural.
—¿Tus padres te enseñaron? —consultó captando mi atención. —Los adoptivos...
—No —me reí. —Ellos de hecho me han enseñado que lo mío es mío y de nadie más. No querían que fuera a vivir con los muchachos, por eso me dieron este departamento.
—Entonces ¿Tus padres biológicos? —insistió.
Lo pensé un momento y me encogí de hombros. Podía ser así, pero yo no lo sabía.
—Sólo sé que no está bien dejar a otros mirando cuando lo que tienes se puede compartir.
—Me gusta eso... Creo que a Matty también —continuó sugerente. Rodé los ojos y él se carcajeó. —¿Lo haremos?
—¿Por qué insistes? Tú no quieres compartirlo, y Matt... —cerré la boca. Yo no tenía que estar diciendo eso, tenía que estar negándome.
—¿Matt?
—Mira, esta va a ser una charla muy corta en la que tú oirás y luego te irás a tu casa. Yo prometí dejarlos en paz y lo estoy haciendo. Así que me gustaría que no me molesten más tampoco. Ni tú ni él.
—Bien. Estoy escuchando.
—Matty está emocionado con todo esto, pero es ahora, luego no será así. Luego él se pondrá celoso, de ti o de mí, las cosas se complicarán, tú y él terminarán y dirán que es mi culpa —empujé mi plato vació y lo miré a los ojos. —No soy bueno manejando las culpas. Así que no. No quiero participar en lo que sea que están pensando. Fue divertido, fue excitante y sí, me gustó... incluso me gustó que estuvieras allí también, pero no podemos hacerlo otra vez. Terminarán perdiendo la relación que tienen, por mi culpa y no quiero ser ese riesgo.
Cristian sostuvo mi mirada unos segundos y me dio un corto asentimiento antes de ponerse de pie para juntar los platos y lo que habíamos usado.
Lo observé en silencio mientras él limpiaba. No había más que decir, él lo había entendido y sólo faltaba comunicárselo a Matt. Nada bueno hubiera salido si yo hubiera aceptado. Estaba bien así.
Cristian terminó de limpiar y fue a la sala. Lo seguí pensando que se iría, pero él no lo hizo. Cuando estaba por tomar sus cosas, se giró y me encaró hasta quedar frente a frente conmigo. Se inclinó, sorprendiéndome por unos segundos, y no alcancé a esquivar el beso que dejó en la comisura de mis labios antes de que tomara mi rostro con sus dos manos.
—Eres un riesgo que estoy dispuesto a correr. Matt está viniendo.