— ¿Qué quieres?— pregunto con desprecio.
Sienna se sorprende al verme aquí, sus facciones lo demuestran, pero se recompone rápidamente.
— ¿Está Leo en casa? El otro día le dije que vendría.
Frunzo el ceño cuando siento una punzada de celos. ¿Por qué iba a venir? Además, ¿qué es eso de "Leo"?
— Sí, está. Pero ocupado. Así que vuelve más tarde. O mejor, no vuelvas.
— Lo esperaré, es importante.
— Lo que tengas que decir puede esperar.
— Es importante— reitera, perdiendo los nervios— así que, déjame entrar, no te lo repetiré dos veces.
— Ni falta que hace, tengo una perfecta audición. A diferencia de ti, por lo visto— digo. Está a punto de decir algo pero la interrumpo— entérate, lo vuestro se acabó, ahora está conmigo, así que guárdate la mierda que le vas a decir y vete por donde has venido.
Sienna suelta una risa amarga y sin un ápice de alegría.
— Escúchame bien, fantoche. He venido aquí con la intención de hablar con Leonard y lo último que quiero es discutir contigo porque sé que saldrás perdiendo.
—Yo creo que tienes miedo de que te baje ese ego tuyo tan grande.
—¿Miedo yo? Por favor— ironiza.
La miro con desdén y me doy la vuelta con la intención de volver al salón, murmurando palabrotas. Me la pela si se va o se queda.
Diez minutos después, Sienna sigue aquí cuando Leonard sale junto a su padre. Parecen estar en una discusión, el ceño fruncido de Leo y los puños apretados del señor Davies me lo demuestran.
— A nadie le importa lo que quieras— le oigo decir al padre.
Leonard está a punto de decir algo pero el señor Davies lo detiene haciendo un gesto con la mano al reparar la presencia de Sienna y la mía. Leo también nos ve y al detener la mirada en ella explaya los ojos, sorprendido, pero enseguida se recompone.
— La que faltaba— dice, refiriéndose a la rubia que resopla molesta— la cornuda mimada y la tonta cazafortunas. Hay que ver el gusto que tienes, Leonard.
El aludido bufa exasperado y se cruza de brazos.
— Me voy, no quiero seguir perdiendo el tiempo contigo y mucho menos con esas dos— nos señala antes de irse, dejándome a solas con Leo y la estúpida.
— ¿Qué coño haces aquí, Sienna?— pregunta, mirándola mal.
— Parece que tu nueva noviecita no te enseña modales—ríe con ironía, pero Leonard sigue implacable— te dije que vendría y aquí estoy.
Leo me dedica una mirada rápida y yo frunzo el ceño.
— Me da igual lo que tengas que decir, márchate— dice el castaño— no quiero que vuelvas a venir a mi casa, ni mucho menos que te acerques a ella.
Leo me señala y Sienna me da una mirada rápida, disgustada y molesta a partes iguales. De repente esboza una sonrisa maliciosa y le dedica una mirada significativa a Leonard que lo hace tensarse de pies a cabeza.
— Leoncito, cielo, ¿cuál es el afán por que me aleje? ¿Acaso tienes miedo de que se entere de tu secretito?
¿Secreto? ¿Cuál secreto? Miro a mi novio en busca de respuestas pero él evita mi mirada, se ha tensado más, si es que eso es posible.
— Sienna— advierte Leo entre dientes.
—¿Qué? ¿No que la amabas? A las personas a las que se aman no se les ocultan cosas— dice y luego me mira—Laia, ¿no te lo ha contado?
Dudo en si responder o no. Tal vez sea uno de los juegos sucios de Sienna, sin embargo me traiciona la curiosidad y termino preguntando.
—¿Contarme, qué?
Leo intenta echar a Sienna de casa pero ella está empeñada en quedarse, insistiendo en contarme el supuesto secreto de mi novio.
La discusión va cogiendo volumen hasta llegar a los gritos, alarmando a Eliot, que baja preguntando qué pasa y desconcertado por ver a la rubia aquí.
— Dejad de gritar y explicadme qué cojones pasa y qué hace esa aquí— exige mi cuñado, enfandando más a Sienna por referirse a ella así.
—Lo que pasa es que esta idiota ha venido a joder— responde su hermano, cabreado.
— No, estoy aquí por el trato que teníamos tú y yo y que no has querido cumplir, gilipollas— contradice Sienna.
— ¿Qué trato?— decimos Eliot y yo al unísono.
Sienna ríe amargamente y que Leo esté tan nervioso hace que mi inquietud sea más grande. Miro a Sienna, frunciendo el ceño, para dejarla hablar y ella sonríe con malicia antes de dar un par de zancadas, quedando justo frente a mí. Al ser más alta que yo, sumándole que va en tacones, alzo el mentón para mirarla a los ojos.
— Laia, Reina...
— El trato del que hablo, es uno que hice con Leonard mucho antes de que empezasteis a salir— lo interrumpe Sienna, alternando la mirada entre Eliot y yo—Leo estaba a nada de convencer a su padre de que era el indicado para dirigir la empresa, pero entonces llegaste tú, Eliot y lo jodiste. Se cabreó mucho, muchísimo. Tanto que sus notas perfectas cayeron en picado y Paul le dijo que cualquier oportunidad de estar en la empresa se esfumaron.
—Sienna, para— advierte Leo, intentando disimular su desespero, pero ella le hace caso omiso.
—El caso es que, aparte de él, tú, querida Laia, eras la que tenía las mejores calificaciones. La estudiante estrella. Él y yo ideamos un plan para que te conquistara, acercarse a ti y robarte todos los trabajos, copiarte todos los exámenes y ¿qué crees? funcionó. ¿Acaso no te pareció raro que él se fijase en alguien como tú? ¿ O qué se cambiara a todas tus clases? ¿No has notado tampoco que cuándo quedabais para estudiar siempre era en tu casa? La única excepción fue con el de Química, pero claro, no le ibas a invitar en ese entonces— a medida que habla, el corazón se me va encogiendo y el estómago lo tengo revuelto— ¿has olvidado la vez que te mintió a la cara diciéndote que estaba con Eliot pero no?
Sí, lo recuerdo. Estaba en una reunión, o eso me dijo.
—Te mintió dos veces, porque no estaba en esa reunión. Estaba conmigo. Hablando de los avances de vuestra "relación".
El pinchazo que siento en el pecho es desgarrador. Es como si me hubiese atravesado una afilada daga. Mi respiración la tengo agitada y el dolor punzante de mi cabeza es un martirio. Sin darme cuenta, he apretado muy fuerte la mandíbula y agachado la cabeza. Al alzarla, mis ojos se conectan con los de Sienna y siento que exploto.
—¡Cállate, cállate!— le grito— ¡NADA DE LO QUE DICE TIENE SENTIDO! ¡Si fuese verdad, explícame por qué me usó a mí y no a ti, tus notas son igual de excelentes! ¡Explícame también por qué tuvo un ataque de celos cuando me vio con Eliot!
—Cálmate, corazón, escucha bien que tengo tus respuestas— dice, desesperándome más— no me usó a mí porque mis buenas notas se deben a que mi padre soborna a los profesores para que me las den y ambas sabemos que Paul Davies le negaría eso a Leo. Y en cuanto a lo de Eliot, ni idea, actuación, supongo.
—¡Mientes! Un ataque de celos tan grande es imposible de actuar— miro a Leo— di que miente, ¡niégalo, Leonard!
Me escuece la nariz, me tiembla el labio inferior y las lágrimas luchan por salir pero lo impido, no voy a llorar frente a ella.
—¡Di que miente, joder!— insisto ante su silencio, Leo solo agacha la cabeza.
Creo que el pulso ha pasado de irme muy rápido a detenerse de golpe. Estoy por sufrir un paro cardíaco, lo juro.
— No te puedo volver a mentir—confiesa, haciendo que mi corazón se estruje, amenazando con romperse. Él se intenta acercar pero me alejo— pero hay una parte que no te ha contado y es que sí te amo. Genuinamente y con toda mi alma. Todo empezó como una farsa pero lo que siento por ti es real, eres mi vida, mi luz, mi reina, mi todo. Te amo y eso no es mentira. Empecé a amarte en mi cumpleaños, cuando vi todo lo que hiciste por hacerme feliz. Nunca nadie había hecho tanto por mí desinteresadamente hasta que llegaste tú.
Crack. Ese es el sonido de mi corazón quebrar. Partirse en mil pedazos. Gruesas lágrimas calientes empiezan salir a borbotones, sin parar, descontroladas. Se deslizan por mis mejillas que enrojecen junto a mi nariz.
—¡No me toques!— me alejo cuando Leonard intenta acercar su mano a mi rostro.
— Laia...
— Entonces, ¡esa declaración en año nuevo, ese "te quiero" que me dijiste en la furgoneta fue una puta mentira!—le interrumpo, sollozando — ¡ERES UN MISERABLE!
Me tiembla la voz y me duele, no, me arde el pecho. Es como si cientos de cuchillos se incrustaran en mi piel y atravesaran todos y cada uno de los órganos de mi cuerpo.
— Laia, escúchame, sí, te mentí, fui un imbécil e hice una tontería, pero esa tontería acabó siendo la mejor decisión de mi vida, pues me ha dado unos meses increíbles junto a ti— se le rompe la voz— además, me prometiste que me querrías a pesar de todo. Te dije que tenía un secreto que podría hacerte cambiar de idea sobre lo que pensabas de mí y no te importó, me quisiste igual.
Pone ambas manos en mi mandíbula y con los pulgares limpia las lágrimas que no dejan de salir.
—Te ruego que me perdones. Eres la única persona a la que he amado de verdad y dudo que jamás deje de hacerlo.
—Lo siento, Leonard, pero soy incapaz de amar o siquiera querer a alguien que me miente a la cara con algo tan fuerte.
Eso lo hace retroceder y empezar a negar con la cabeza, pasándose las manos por el pelo, desesperado, despeinándose por primera vez. Ahora es él a quien se le entrecorta la respiración y parece que está buscando las palabras adecuadas para decirme.
— Laia, reina, por favor te amo. Muchísimo. Te amo como a nunca nadie he amado ni como nunca nadie te amará.
— Rezo porque así sea. Porque no quiero que nadie nunca me ame como tú, usándome para... ¿para qué? ¡¿Por una putas notas del instituto?!— digo, hastiada.
— Sí, querida fantoche, ese es el precio que te pone. Unas simples calificaciones— se mofa Sienna, había olvidado que sigue aquí con...
Me giro y veo a Eliot, que está viendo todo. Tiene los puños apretados y el ceño fruncido. Sus ojos chocan con los míos y su mirada se suaviza, dando paso a la pena. Rompo el contacto visual, lo último que quiero y necesito es dar lástima.
— Cállate la puta boca, Sienna. Y como vuelvas a referirte a ella de esa manera, te las verás conmigo.
Sienna ríe sin ápice de alegría mientras Leo se ve dolido y molesto, Eliot cabreado y yo llorando con fuerza, sintiendo un vacío en mi interior. Todo da vueltas y no pienso con claridad.
No voy a mentir, ver a Leonard tan desesperado y devastado me rompe hasta el alma, pero que me haya mentido y jugado con mis sentimientos durante tanto tiempo me destroza mucho más.
—Reina, te lo suplico, perdóname. Te amo más que a mi vida, no puedo dejarte ir.
—¿Aun sabiendo que seré infeliz contigo después de esto?
Eso parece haberle tocado la fibra sensible y en sus ojos se refleja mucho dolor, arrepentimiento y angustia. Estos se humedecen de inmediato y las lágrimas no tardan en mojar su rostro.
Cae hacia adelante y sus rodillas tocan el suelo. Se cubre la cara con las manos y llora. Empieza decir cosas inaudibles que parecen súplica y ruegos.
—Te lo ruego, te lo suplico, te lo imploro, no me dejes. Por favor, no me dejes. Eres el amor de mi vida, no puedes dejarme— consigo entender.
No puedo seguir aquí, no lo soporto. No puedo escuchar sus súplicas o cederé y no quiero. No porque no lo ame, sino porque ceder equivale a perdonarlo y algo así no lo puedo permitir. Me quiero lo suficiente como para darme cuenta que lo que ha hecho no está nada bien y no puedo disculparlo. No tan rápido, al menos. Y me da igual la promesa que le hice. Me ha hecho daño, mucho daño. Pero lo que más me duele no es la mentira en sí, que también, sino que me haya enterado por otra persona. Sé que Sienna no le ha dado opción para que él lo explicase, pero ese trato lleva desde hace muchos meses y Leonard ha dicho que se enamoró en su cumpleaños, en enero. Ha tenido prácticamente dos meses para explicármelo y no ha querido. Y juro que si lo hubiese hecho lo habría perdonado. Porque lo amo tanto que lo habría entendido. Pero no, decidió guardarlo hasta que se descubrió de peor forma.
—No puedo. No te puedo perdonar. Y no puedo seguir aquí, necesito irme.
Y tras esa frase, antes de que nadie me detenga, salgo de la casa corriendo y llorando a mares. Una vez afuera escucho que gritan mi nombre pero no me detengo hasta llegar a la carretera y ver un taxi.
La suerte está de nuestra parte.
Por una vez.
Sí...
***
Al llegar a mi casa, me voy directa a mi habitación y me desahogo llorando todo lo que queda de tarde hasta la hora de cenar. Me miro al espejo y no me sorprendo al tener la cara colorada, los ojos rojos e hinchados al igual que los labios. Voy al lavabo y me lavo un poco la cara con agua fría, pero no funciona mucho. Sigo con rastros de haber llorado.
Voy al comedor y me siento en el sofá abrazando un cojín. Mi hermana está tumbada y al verme intenta molestarme, pero estoy tan triste que ni siquiera me importa lo que haga.
Ceno y mis padres y hermana me preguntan qué me pasa un par de veces, pero al no responder deciden dejarlo estar. Termino y me devuelvo a la habitación desanimada.
Me acuesto temprano y las lágrimas vuelven a resbalar por mi rostro. El dolor regresa y los recuerdos también. Cuando me tranquilizo, por fin puedo dormir, pero el sueño que tengo, me hace volver a sentirlo todo.
[sueño]
Las nubes oscuras, truenos y relámpagos son los protagonistas en el cielo de la noche, avisando la llegada de la tormenta.
La chica a la orilla del mar observa como las olas se vuelven más violentas y descontroladas, pero ella no se mueve, solo las mira con el corazón roto. Y es que a la chica, su novio, al que ama con todo su ser, le mintió durante meses. La usó, se aprovechó de sus sentimientos y cuando pudo confesar todo, se calló y lo empeoró.
La chica empieza a llorar recordando todo lo que el chico le dijo, todo lo que le prometió y nunca cumplió ni podrá cumplir.
Todos aquellos sueños y esperanzas que un día la chica tuvo ahora no son más que cenizas y polvo que son llevados por el viento de la tormenta y tragados por el mar enfurecido.
Todas aquellas cosas buenas que vivió se evaporan y ahora solo quedan mentiras, heridas y grietas que dañan a la chica. La rompen y ella ya no lo soporta más. Solo quiere acabar con su sufrimiento. Sentir paz. O no sentir nada.
La chica mira hacia un lado de la playa y a lo lejos ve una casa. Una casa que la devuelve al día en que el chico le dijo que viviría con su esposa en el futuro. El día que insinuó y entre líneas prometió que se casarían.
La tristeza y la melancolía son las emociones que dominan en la chica. Ella cierra los ojos y de golpe siente que una daga atraviesa su corazón. Es un dolor punzante y ardiente, pero duele más abrir los ojos y ver al chico que la destrozó clavándole el arma en el pecho. Darse cuenta de que ya no solo la hirió psicológicamente, también lo hizo físicamente.
Sus últimos momentos antes de morir, la chica recuerda todo lo que ha vivido y las personas que la han acompañado: su familia, sus amigos... todo.
Entonces escucha su voz. La voz de la persona que más ha amado y por la que más ha sido dañada.
—Lo lamento mucho, reina. Espero que algún día te des cuenta de que la única verdad en todo esto, es que te amé, te amo y te amaré, nunca lo olvides.
Y la chica por fin, se siente libre. En paz. Aunque esa sensación signifique no volver a ver a sus seres queridos, no volver a reír, soñar, o enamorarse... Pero a la chica ya no le importa, lo único que añora es dejar de llorar, sufrir y recordar.