La lluvia seguía cayendo, golpeando con fuerza contra el suelo, nuestros cuerpos y la ropa empapada que se pegaba a nuestra piel. Un escalofrío me recorrió la espalda, pero no sabía si era por el frío o por la forma en que Kageyama me miraba en ese instante, con los labios ligeramente entreabiertos, la respiración entrecortada y una expresión que nunca antes había visto en él.
Mi corazón latía con fuerza, demasiado rápido, demasiado fuerte. Sentía el sonido ensordecedor de la lluvia, pero al mismo tiempo, todo parecía haberse vuelto silencioso, como si solo existiéramos él y yo en ese momento.
Sin pensar, sin analizar, mis dedos se deslizaron por su rostro húmedo, recorriendo su mejilla con suavidad.
— Estás helado... —murmuré, mi voz apenas audible entre el sonido de la lluvia.
Kageyama tragó saliva, sus ojos bajaron fugazmente hasta mis labios, y mi respiración se detuvo por un instante. ¿Realmente estaba pensando en lo mismo que yo?
Sin darme cuenta, me incliné apenas un poco hacia él. El espacio entre nosotros se redujo, mi cuerpo reaccionó antes que mi mente, y cuando nuestros labios se tocaron, un escalofrío completamente diferente al del frío recorrió mi piel.
Fue un roce torpe y breve al principio, como si ninguno de los dos supiera qué hacer. Sentí su respiración cálida, el temblor sutil de su cuerpo. El corazón me latía con tanta fuerza que estaba segura de que él podía oírlo.
Kageyama no se apartó.
Al contrario, su mano, aún algo temblorosa, se deslizó hasta mi cintura y me atrajo con torpeza hacia él, profundizando el beso de manera insegura, como si tuviera miedo de hacerlo mal.
Cerré los ojos y me dejé llevar, sintiendo el leve temblor en sus labios, el calor que contrastaba con el frío de la lluvia, la forma en que su otra mano se aferró débilmente a mi brazo. Fue un beso torpe, inexperto, pero por alguna razón, se sintió perfecto.
Mi piel ardía, mis dedos se aferraron a su chaqueta mojada, sintiendo la tensión en sus músculos. Era una sensación completamente nueva, abrumadora, emocionante.
Cuando nos separamos, apenas unos centímetros, abrí los ojos lentamente y lo vi. Sus mejillas estaban encendidas, sus labios entreabiertos, y su respiración era irregular.
Yo no debía sentirme así. Yo solo quería molestar a Kageyama, ver sus reacciones, divertirme con su torpeza. Pero ahora... ahora no podía ignorar la sensación en mi pecho, el calor en mi piel, la necesidad de recordar cada detalle de ese momento.
Una sonrisa ladeada se dibujó en mi rostro.
— Idiota... —susurré.
Kageyama desvió la mirada con el rostro completamente rojo, evitando mi mirada.
— Tú... tú empezaste...
Mi risa resonó entre la lluvia. Por primera vez en todo este tiempo, no quise molestarlo. No después de lo que acababa de pasar.
La lluvia seguía cayendo con fuerza, pero en ese momento ya no me importaba. Sentía mis labios arder aún por el beso, mi corazón latiendo a un ritmo desenfrenado.
Kageyama seguía con la mirada apartada, su expresión era una mezcla entre nerviosismo y confusión. Su mano aún descansaba en mi cintura, como si no supiera si soltarme o seguir sosteniéndome.
Me mordí el labio, sintiendo el cosquilleo de lo que acababa de ocurrir. ¿De verdad habíamos hecho eso? ¿De verdad acabábamos de besarnos? No había sido un accidente, no había sido un impulso momentáneo... Ninguno de los dos se había apartado.
Kageyama respiró hondo, todavía sin mirarme.
— ¿Q-qué significa esto? —preguntó de repente, con la voz algo temblorosa.
Sonreí con diversión.
— ¿No es obvio?
Finalmente levantó la mirada y me observó con esos ojos azules que, por alguna razón, ahora parecían más intensos. Frunció el ceño, como si estuviera tratando de entender lo que pasaba.
— ¿Obvio?
Reí por lo bajo, disfrutando de su torpeza, pero esta vez... esta vez no era solo para molestarlo.
— Bueno, no besas a alguien si no te gusta, ¿o sí? —dije, inclinándome un poco hacia él, viendo cómo tragaba saliva y tensaba los hombros.
— ¡N-no es eso! —respondió rápidamente— Solo... fue la lluvia... y el momento...
Levanté una ceja.
— Ah, claro. Solo fue la lluvia...
Kageyama apretó los labios, su rubor aún presente. Se notaba que estaba luchando consigo mismo, tratando de encontrar una respuesta lógica a lo que había pasado. Pero lo divertido era que no había lógica en esto.
Yo me acerqué a él porque quería hacerlo. Él me besó porque también lo quiso.
Por primera vez, no tenía intención de burlarme. Esta vez, quería que Kageyama se diera cuenta por sí mismo de lo que significaba.
Di un paso atrás, dándole espacio.
— Si no fue nada, entonces no tienes por qué ponerte tan nervioso, ¿no? —dije con una sonrisa traviesa.
Kageyama abrió la boca para responder, pero la volvió a cerrar.
Silencio.
El sonido de la lluvia nos envolvía, pero entre nosotros... entre nosotros, el ambiente estaba cargado de algo más. Algo diferente.
Al final, Kageyama desvió la mirada y soltó un suspiro.
— Vamos a casa... —murmuró.
No insistí más. Caminamos en silencio bajo la lluvia, pero incluso con la distancia que intentó poner entre nosotros, no pude evitar sonreír.
El sonido de la lluvia seguía acompañándonos mientras caminábamos, nuestras ropas empapadas pegándose a la piel con cada paso. A pesar del frío, sentía mi cuerpo extrañamente cálido. O quizás solo era la sensación de lo que acababa de pasar.
Miré de reojo a Kageyama, que caminaba en silencio a mi lado. Aún tenía las mejillas algo rojas, y aunque intentaba parecer indiferente, noté que sus manos estaban apretadas en puños, como si estuviera luchando contra algo en su cabeza.
Decidí no decir nada. No quería romper el momento.
Cuando llegamos frente a mi casa, me detuve y me giré hacia él. Kageyama también se detuvo, aunque no me miró de inmediato.
— Bueno, ya llegué —dije, abrazándome a mí misma para intentar calentarme un poco.
Kageyama asintió con la cabeza, aún evitando mirarme directamente.
— Hm.
Reí suavemente.
— ¿Eso es todo?
Frunció el ceño y finalmente me miró.
— ¿Qué más quieres que diga?
Me encogí de hombros, dándole un toque juguetón a mi sonrisa.
— No sé... tal vez algo sobre lo que pasó antes.
Lo vi tensarse de inmediato.
— N-no sé de qué hablas...
— Oh, vamos —me crucé de brazos—. No puedes hacer como si no hubiera pasado nada.
Desvió la mirada, claramente incómodo.
— No estoy haciendo eso...
— ¿Ah, no? —Me incliné ligeramente hacia él, notando cómo se ponía rígido—. Entonces dime, Kageyama, ¿te arrepientes?
Sus ojos se abrieron levemente, sorprendido por la pregunta.
— ¿Qué?
— Lo que pasó antes —aclaré, esta vez en un tono más serio—. ¿Te arrepientes?
El silencio se hizo entre nosotros nuevamente.
Lo vi tragar saliva, sus labios separándose un poco como si quisiera decir algo... pero al final, solo negó con la cabeza.
— No...
Mi corazón dio un vuelco.
No esperaba que lo dijera en voz alta, y mucho menos de una forma tan sincera.
Por primera vez en toda la conversación, fui yo la que apartó la mirada, sintiendo el calor subir a mis mejillas.
— Oh...
De repente, el ambiente se sentía diferente.
Kageyama se aclaró la garganta y se pasó una mano por el cabello mojado.
— Mejor entra antes de que te enfermes.
Sonreí levemente.
— Tú también, Kageyama.
Él asintió y dio media vuelta, caminando de regreso bajo la lluvia. Lo observé alejarse, sintiendo algo extraño en el pecho. Definitivamente, esto ya no era solo un juego.