ENTRE LA ESPADA Y LA CORONA

By xxMARIQUEENxx

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Hongjoong y Seonghwa compartieron su infancia entre los muros del palacio, unidos por una amistad inquebranta... More

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By xxMARIQUEENxx

Seonghwa tenía la nariz hundida en el cabello de Hongjoong, respirando hondo como si con ese aroma pudiese asegurarse de que, efectivamente, él estaba ahí. Vainilla y jazmín. La misma fragancia que solía rodearlo cuando eran pequeños, cuando compartían tardes enteras escondidos entre los jardines del palacio. Pero ahora, era diferente. Más intensa, más profunda...

Su abrazo no flaqueaba, una de sus manos se deslizaba lentamente por la espalda del menor en un gesto reconfortante, mientras la otra descansaba con firmeza en la parte baja de su espalda.

Hongjoong se aferraba a él con los ojos cerrados, como si al abrirlos todo desapareciera. Sus lágrimas ya no caían con fuerza, pero sus ojos seguían húmedos, y el temblor leve de sus dedos contra el pecho de Seonghwa no pasaba desapercibido. El príncipe había esperado tanto por ese momento, pero nunca imaginó que se sentiría tan expuesto, tan humano, tan pequeño... y a la vez tan protegido.

El silencio del pasillo se sentía sagrado, como si el mundo entero hubiera decidido apartarse para darles ese instante de tregua. Solo los ecos lejanos del banquete en retirada, el crepitar de una antorcha cercana y el ritmo acompasado de sus respiraciones los rodeaban.

— Sigues oliendo igual... —susurró Seonghwa, sin poder evitar que se le escapara entre los labios. No era una frase pensada, solo algo que le nació al tenerlo ahí, en sus brazos, después de tanto tiempo.

Hongjoong alzó apenas el rostro, con las mejillas aún enrojecidas por el llanto. Lo miró sin hablar, los ojos grandes brillando bajo la tenue luz de las lámparas de aceite, y por un segundo, Seonghwa creyó ver al niño de antaño en ellos... y también al omega en el que se había convertido.

— Y tú... —murmuró Hongjoong, con una sonrisa diminuta, frágil pero honesta—. También hueles igual, pero más... distinto.

Seonghwa soltó una risa baja, grave, que resonó en su pecho.

— Crecí —dijo simplemente.

— Yo también —respondió Hongjoong, bajando la mirada un momento antes de volver a encontrar la suya—. Pero no sé si eso me gusta.

Ambos permanecieron así un rato más, sin urgencia, como si el tiempo hubiese dejado de correr solo para ellos. El pecho de Hongjoong comenzaba a calmarse, igual que la respiración de Seonghwa, que aún no lo soltaba por completo. Sin embargo, el eco de pasos delicados sobre el mármol los obligó a separarse de golpe, casi con culpa.

En un solo movimiento, Seonghwa enderezó la espalda, con las manos detrás de su espalda y la mirada fija al frente. Hongjoong, por su parte, se acomodó los pliegues de su túnica, girando apenas para mirar hacia el origen del sonido con el corazón todavía palpitando con fuerza.

La reina estaba a unos pocos metros de ellos, caminando con la gracia que la caracterizaba, escoltada por dos doncellas que mantenían una distancia prudente. Su sonrisa era tranquila, casi divertida, y sus ojos brillaban con una chispa de complicidad que descolocó a ambos.

— No pensaba interrumpir —dijo con suavidad, deteniéndose frente a ellos—. Pero parecía un momento demasiado íntimo para no mirar desde lejos, por un instante sentí que volvía a ver a los niños que corrían por los pasillos del palacio.

Hongjoong bajó la mirada, reprimiendo una sonrisa tímida, mientras Seonghwa hacía una profunda reverencia, el rostro firme aunque sus mejillas aún ardían un poco.

— Majestad —saludó con solemnidad.

— Por favor, Seonghwa, no tienes que ser tan rígido cuando no hay tantos ojos encima —respondió la reina, con tono maternal—. Al menos, no delante de mí, te vi crecer desde que eras solo un pequeño bebé.

Seonghwa levantó la vista, suavizando su expresión. Hongjoong, por su parte, se atrevió a dar un pequeño paso hacia ella.

— Madre... —murmuró, buscando sus ojos—. Solo... salí a tomar un poco de aire.

— Y encontraste justo lo que necesitabas, parece —comentó la reina con voz cantarina, antes de guiñar un ojo con discreción.

Luego, su mirada volvió a Seonghwa, examinándolo de pies a cabeza.

— Te ves fuerte... más de lo que recordaba, supongo que esos años fuera del palacio no fueron en vano, estoy segura de que cumplirás tu papel con excelencia.

— Haré todo lo que esté en mis manos para proteger al reino majestad, y al príncipe —añadió Seonghwa, apenas virando el rostro hacia Hongjoong.

La reina asintió con una media sonrisa.

— No tengo dudas de eso, pero por hoy, dejen las formalidades, la recepción ha terminado, y el sol ya comienza a bajar, los pasillos del palacio son más amables al atardecer, quizás quieran caminar un poco y salir al jardín o ver los caballos —Les dio una última mirada significativa—. Como antes.

Y sin añadir más, dio media vuelta, dejándolos de nuevo solos con la promesa flotando en el aire.

Apenas la silueta de la reina se perdía por el pasillo, ambos dejaron escapar una pequeña exhalación que no sabían que estaban conteniendo. Se miraron brevemente, como si no supieran si reír o suspirar. Por un segundo, parecía que la tensión entre ellos se disolvía un poco, reemplazada por una extraña calma compartida.

— No ha cambiado nada —murmuró Hongjoong con una sonrisa ladeada.

— Ni un poco —asintió Seonghwa, bajando apenas la cabeza, aún con la voz más suave que de costumbre.

Sin embargo, la tranquilidad apenas duró unos segundos, porque la reina, sin volverse del todo, alzó un poco la voz mientras caminaba.

— ¡Ah, y una cosa más, antes de que lo olvide!

Ambos giraron automáticamente hacia ella.

— Cuando tengan oportunidad, asegúrense de que Wooyoung y ese joven soldado, San, no dejen un escándalo tan obvio la próxima vez, las miradas que cruzaban en el salón eran tan ruidosas como un tambor de guerra. —Dicho eso, soltó una risa delicada—. Digan lo que quieran, pero esos dos no conocen el significado de "discreción".

Y sin más, desapareció tras una esquina, dejando un silencio denso... seguido de la risa suave y apenas contenida de Hongjoong, que se cubrió la boca con elegancia, sacudiendo un poco los hombros. Seonghwa lo miró de reojo antes de soltar también una pequeña carcajada.

— Wooyoung va a morirse cuando se entere que mi madre lo notó todo —respondió Hongjoong, entre risas—. No dejo de quejarse de cómo lo estaba mirando y lanzando guiños.

— Y San probablemente se lo tome como un logro —añadió Seonghwa, negando con la cabeza, divertido.

Ambos compartieron una mirada divertida mientras sonreían y acabaron por hacerle caso a la reina, yéndose por el pasillo.

— No se ve muy diferente—comentó Seonghwa, rompiendo el silencio mientras ambos avanzaban lentamente por el pasillo de mármol blanco, ya más relajados gracias a la inesperada y oportuna intervención de la reina.

Hongjoong soltó una suave risa nasal, desviando la mirada hacia él.

—Yo diría que todo cambió —replicó con una media sonrisa—. Excepto el tapiz de las cortinas, no volvieron a cambiarlo desde que lo quemaste por accidente en el salon de baile.

—¡¿Yo lo quemé?! —Seonghwa le lanzó una mirada ofendida, aunque el tono juguetón en su voz lo traicionó—. Qué descaro, fuiste tan culpable como yo.

— No es cierto, fue tu idea jugar con una de las antorchas.

— Porque tú querías buscar algo en la noche.

El tono burlón de Seonghwa le ganó un suave empujón en el brazo, al que respondió de inmediato con otro, más leve, apenas un roce en las costillas. Hongjoong se rió, sintiéndose por fin más como él mismo.

— Aún no puedo creer lo mucho que has cambiado —confesó tras unos segundos, con voz baja mientras salían al jardín—. Pensé que tal vez... no me reconocerías.

— No seas tonto —Seonghwa lo miró con dulzura—. Te reconocería en cualquier parte Joong.

Hongjoong tragó saliva suavemente, desviando la mirada al cielo ya teñido de tonos anaranjados y rosados por el atardecer. La brisa era suave, el jardín olía a lavanda y tierra mojada.

Caminaron un poco más, sin hablar, hasta que ambos se quedaron mirando la gran fuente en el centro. Como si compartieran el mismo pensamiento, Hongjoong dio un paso más rápido.

— El que llegue primero, gana.

Seonghwa arqueó una ceja con una sonrisa perezosa, pero aceptó el reto en silencio, acelerando tras él. Los pasos resonaron entre la grava mientras se empujaban como lo hacían de niños, riendo sin contenerse, el corazón latiendo más por la alegría del momento que por la competencia en sí.

Cuando llegaron a la fuente, Hongjoong alzó los brazos en señal de victoria, sin dejar de sonreír.

— Gané —dijo entre risas agitadas.

Seonghwa se inclinó, apoyando las manos en las rodillas y fingiendo estar exhausto.

— Claro que sí, príncipe —respondió con una reverencia exagerada—. El más veloz del reino.

Ambos se sentaron en una de las bancas de piedra, a la sombra de un cerezo en flor, cuyos pétalos rosados comenzaban a caer con la brisa suave de la tarde. Hongjoong tenía la espalda recta, pero sus hombros relajados; mantenía una sonrisa tranquila en los labios mientras observaba el agua danzar en la fuente, reflejando los últimos rayos dorados del sol.

Seonghwa, por su parte, intentaba mirar el mismo paisaje, pero sus ojos se desviaban sin permiso. Su mirada volvía, una y otra vez, al perfil del príncipe, a esa línea perfecta de su mandíbula, al modo en que su cabello estaba peinado con esas pequeñas trenzas devorando, como se veía la piel suave del cuello y su aroma... ese aroma a vainilla y jazmín que siempre lo acompañó, ahora se sentía más profundo, más intenso. Como si el omega hubiese florecido del todo sin que él pudiera presenciarlo.

Su lobo se agitó inquieto en su interior, como si reconociera algo que su consciencia aún no. Seonghwa apretó las manos sobre sus rodillas, controlando la respiración, desde niños, siempre pensó que Hongjoong era lindo, y de adolescentes, incluso lo pensaba guapo, aunque no le daba demasiada importancia pero ahora... ahora era distinto.

Hongjoong no era solo guapo, era bonito, era hermoso...

Su porte, su elegancia natural, el modo en que cruzaba las piernas con cuidado y en silencio, la manera en que jugaba con un pétalo caído entre los dedos como si no supiera cuán fácil era robarle la atención a todos con tan solo existir.

Y era un omega... un omega completamente desarrollado. Uno que había crecido lejos de él, al que no pudo proteger, cuidar ni acompañar en su presentación cuando había cumplido la mayoría de edad... y esa espina lo pinchó con fuerza en el pecho.

Seonghwa se obligó a desviar la mirada cuando Hongjoong giró el rostro hacia él, sonriéndole de forma suave.

— ¿En qué piensas? —preguntó con tono ligero, apoyando la mejilla contra una mano.

— En nada importante —respondió Seonghwa con rapidez, aunque su voz sonó más ronca de lo que pretendía. Se aclaró la garganta y se forzó a mantener la compostura.

— Mientes muy mal, ¿Lo sabías?

— Lo he escuchado antes —admitió, devolviéndole la sonrisa—. Pero si insistes, diré que estaba recordando cuando me empujaste al estanque por decirte que tenías los pies muy pequeños.

Hongjoong soltó una risa que lo hizo cerrar los ojos por un momento, dejándose envolver por ese sonido tan familiar y reconfortante.

— Me lo merecía, sí, pero tenía razón —añadió Hongjoong, estirando sus piernas frente a sí—. Aunque admito que fue gracioso verte todo empapado con ese uniforme formal.

— Me hiciste tropezar con una tortuga, Joong.

— No fue mi culpa que el animal estuviera justo ahí.

Seonghwa negó con la cabeza, sonriendo, pero luego se quedó en silencio, observándolo de nuevo mientras el sol comenzaba a ocultarse del todo. El cielo estaba teñido de colores cálidos, y la figura de Hongjoong se perfilaba con esa luz dorada que parecía acentuar cada rasgo suyo.

Su lobo se agitó una vez más. Y esta vez, Seonghwa no pudo ignorarlo del todo.

La noche finalmente cayó sobre el reino de Illusion, tiñendo el cielo de un azul profundo salpicado de estrellas. Las antorchas del jardín se encendieron de a poco, arrojando un resplandor dorado y cálido entre los arbustos y caminos de piedra. La fuente, iluminada tenuemente, seguía brotando con un murmullo suave que acompañaba la charla entre los dos hombres.

Hongjoong se había quitado la corona para pasarse las manos por el cabello y soltar las trenzas que hizo Wooyoung más temprano, dejándola a un lado de la banca. Su postura era más cómoda, las piernas cruzadas, los hombros relajados. Sonreía a ratos, hablaba con suavidad, contándole a Seonghwa sobre los cambios que había habido en el consejo real, sobre los nuevos tratados diplomáticos, sobre cómo a veces deseaba escaparse a las cocinas solo para sentirse como antes, cuando jugaban a esconderse entre los pasillos del palacio.

Seonghwa lo escuchaba con atención, respondía, asentía, incluso se reía en momentos y también le contaba cómo había sido su tiempo lejos del reino, los entrenamientos arduos, las peleas en las que estuvo, omitiendo un poco las partes en las que casi se murió para no ganarse un discurso. Pero algo en su interior no le daba descanso.

Ese sentimiento seguía ahí, presente, palpitante. Su lobo no dejaba de girarse bajo su piel, inquieto, atento a cada movimiento de Hongjoong, a cada expresión, cada pequeña risa. Como si algo en el príncipe activara una parte de él que ni siquiera sabía que tenía.

Y eso le daba miedo.

Porque por más que hubiese entrenado durante años, por más que su deber estuviese claro, proteger al príncipe con su vida si era necesario, nada lo había preparado para esto. Para este tirón suave pero constante hacia él. Este deseo de acercarse, de acariciar su cabello, de mimarlo, de tocarlo, de...

— ¿Te arrepientes de haber vuelto? —preguntó Hongjoong de pronto, su voz apenas un susurro.

Seonghwa alzó la vista, sorprendido. Los ojos del omega lo miraban con una sinceridad frágil, como si temiera la respuesta.

El alfa negó suavemente con la cabeza.

— Nunca, contaba los días para regresar.

Y también aveces los contaba para no hacerlo... sumido en sus propios pensamientos sobre el reencuentro, en cómo sería o si quisiera si el príncipe lo habría extrañado como él.

Pero ahora, estaba un poco más calmado, o lo que podía, pues sin quererlo... sus miradas se mantuvieron un segundo más largas de lo que deberían. La brisa trajo consigo el perfume natural de Hongjoong, más intenso en la noche, y Seonghwa sintió que el corazón se le apretaba en el pecho.

— Hongjoong...

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