Romanogers - One Shots

By aguayo03

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Pequeñas historias o principalmente escenas modificadas de las películas. Una disculpa por las posibles falta... More

Dos Amores
Tu Primero
¿A qué has venido?
Sobrevivir
¿Cómo Me Encontraste?
Nuestro Futuro
¿Alguien Más?
Caprichos
Pesadillas
Por Siempre
¿Qué hubiera pasado...?
Concecuencias
¿Aún lo sientes?
Un Buen Hombre
Posibilidades
Heridas del pasado
Verte otra vez
Te Extrañé
Dí que sí
Sentimientos
De Misión
Arreglando el pasado
ձԲó
Ven Conmigo
Secreto
Lo Quiero Todo
Tiempo
Almas Gemelas
Intentos
Alguien como tú
Déjame curarte
De Madrugada
Comienzos
Una Familia
Citas
𳦴DzԳó
DzԴdzéԻDzԴDz
Consejos
Más que amigos
Inesperado
𱹱ó
Reencuentro

No estás solo

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By aguayo03

Continuó avanzando por la desolada calle. Sus ojos miraban con tristeza aquella avenida que seguramente alguna vez, estuvo llena vida. Quizá habría niños jugando entre los arbustos, brincando y corriendo por todos lados mientras eran observados por sus madres, a la par mientras uno que otro auto pasaba por aquel lugar.

Pero ahora, no había ruido alguno. Ninguno más que el de sus pasos y el de uno que otro pájaro emitiendo sus cantos, al menos no estaba del todo solo. Detuvo su andar en cuanto llegó al lugar correcto.

Un pequeño edificio, con varios cristales rotos y paredes descuidadas. Uno que otro gato hurgaba entre los botes llenos de basura apilados junto a la puerta de madera, la cuál sin pensárselo mucho abrió dejando a la vista un largo pasillo que ya había recorrido varias veces durante los últimos meses.

Avanzó por el estrecho lugar hasta llegar al otro extremo, dando lugar a una amplia sala donde varias hileras de mesas estaban acomodadas en el fondo de la estancia. Del otro lado, había un círculo formado por unas cuantas sillas, la mayoría de los lugares estaban ocupados por las personas que ahí se encontraban, quienes se mantenían serios, un par de ellos hablaban en voz baja.

Después de acomodar su chaqueta en el respaldo de una silla, tomó asiento junto a un tipo bajito de lentes. Parecía amistoso, aunque tenía una mirada triste y deprimida. La misma que tenían todos en la sala. Misma que seguramente él tenía en su rostro.  Una vez que todos estuvieron listos en sus asientos, cada quien dijo su nombre. Como de costumbre la mayoría se sorprendía de que el mismísimo Capitán América estuviera entre ellos, cosa a la que nunca tomaba importancia y respondía con una escueta sonrisa.

En algún momento el tipo de camisa de a cuadros sentado frente a el comenzó a hablar, contando sus penas.
Tenía ya varios meses participando en ese grupo de ayuda para la gente que sobrevivió al chasquido, para ayudar a aquellos que no sabían cómo seguir con su vida sin sus seres queridos.

Casi cada sesión había gente nueva, muchos solo iban una vez, otros iban un mes o dos. Al menos recordaba que el tipo de gorra sentado a dos lugares de él, había participado en la sesión pasada. La verdad era que con él no estaba sirviendo de mucho, notaba que algunos les funcionaba con el paso del tiempo, pero a él no. Steve Rogers no podía olvidar lo ocurrido, seguía aferrado al pasado. Su lugar ahí era ayudar a otros, porque no podía ayudarse a sí mismo.

— Bueno... el otro día tuve una cita. Fue la primera vez en cinco años y decidimos ir a cenar.... no tenía idea de que hablar — fue lo que dijo el tipo de lentes, así que intentó concentrarse en la sesión.

— ¿Y de que hablaron? — lo instó a continuar, el tipo suspiró.

— Lo mismo de siempre, de cuánto cambió todo y... mi trabajo, su trabajo. Cuanto extrañamos a los Mets... luego los dos nos callamos y, él lloró de repente cuando nos servían ensalada...

— ¿También tú? — preguntó un sujeto del círculo.

— Si lloré, antes del postre. Pero voy a verlo mañana así que... — posó su vista en el Capitán, el rubio intentó animarlo.

— Te entiendo, hiciste lo más difícil. Te atreviste a hacer algo sin saber que iba a pasar — un gesto compresivo acompañó su rostro, luego se dirigió al grupo entero — Y son esos pequeños pasos de valentía los que hay que dar, para volver a sentirnos completos, para volver a tener un propósito. Quedé congelado en el cuarenta y cinco cuando me enamoré de la mujer de mi vida. Desperté luego de setenta años... pero hay que aceptarlo... — hizo una pequeña pausa y una sonrisa melancólica cruzó su rostro — Hay que aceptarlo... tenemos el mundo aquí, y hay que hacer algo bueno con el. Es lo que nos tocó, de otro modo, mejor nos hubieran matado a todos.

Después de eso, hubo silencio. El rubio dejó que sus palabras calaran en el resto, que las analicen y reflexionen. Porque era cierto, habían pasado casi cinco años. Al principio todo fue un caos, como era de esperarse; luego todo fue tomando su lugar, con muchos obstáculos y con pocas ganas, pero tomando su lugar al fin y al cabo. Muchas veces se sentía solo, sentía que vivía en la época incorrecta, que su lugar siempre fue en los cuarenta al lado de Peggy.

— No está solo, Capitán — habló una mujer un tanto canosa, con una tímida sonrisa — Steve le devolvió el gesto amistosamente — No me refiero a nosotros, estamos aquí para desahogarnos, para contar nuestras penas. Pero todos tenemos a alguien que nos mantiene fuertes, en pie — pudo ver qué todos asentian a las palabras de la mujer — estoy segura que usted tiene a alguien que lo motiva a seguir, alguien que no lo ha dejado caer.

Instintivamente tocó su bolsillo, donde tenía el colgante que portaba la foto de peggy. Ella fue la primera persona además de su mejor amigo Bucky que lo motivo a seguir, pero cuando pensaba en ella, también pensaba en otra persona.

Natasha, y cuando se preguntaba cuales eran realmente sus sentimientos hacia ella, se convertia en un verdadero dolor de cabeza. Sabía que la quería, demasiado. Ella era la persona que más quería de esta época, ella era su apoyo, su mejor amiga, era la roca que lo mantenía en la tierra. Una mujer a la cual había aprendido a admirar, su personalidad; a veces mandona y malhumorada, pero dulce y cariñosa cuando la encontrabas de buenas, por lo menos así era con él. Su inteligencia, combinada con  su belleza le fascinaba. Quizás si estaba enamorado, tanto o más de lo que alguna vez lo estuvo de Peggy.
Ese simple pensamiento lo hizo soltar un suspiro.

— Si, tengo a alguien — hizo una pequeña pausa — Es una mujer hermosa, inteligente y valiente. Definitivamente es ella la que me impulsa a seguir, pero todo esto nos ha distanciado un poco. Hace tres semanas que no la veo — hubo un ligero deje de tristeza y enfado en su voz.

Lamentablemente era la verdad, desde hace cinco años su relación se había enfriado. Y temia decir que era su culpa, él se había alejado. Pero eran tantos los recuerdos que lo atormentaban, estar en el complejo era un constante recordatorio de todo lo que se pudo haber evitado. En sus momentos de crisis decidía irse del lugar a su antiguo departamento en Brooklyn. Sus despedidas siempre eran acompañadas por los ojos tristes de la pelirroja, que nunca puso objeción a los deseos del soldado.

Sin embargo, nunca duraba mucho. La soledad podía con el, a las pocas semanas invadido por los deseos de ver a su pelirroja favorita, volvía. Y Natasha siempre lo recibía con los brazos abiertos, ojos brillosos y un gran abrazo y a él le recorría un cosquilleo por el estómago. La ex-expia nunca le reclamó nada ni pedía explicaciones cuando se marchaba. Ahora se daba cuenta de cuanto pensaba en ella y cuánto significaba para él. La extrañaba terriblemente y la amaba como a nadie.

— Pues vuelva a ella, Capitán — el tipo de lentes puso una mano en su hombro en señal de apoyo — Estoy seguro de que ella lo necesita tanto como usted lo hace.

Una sonrisa de gratitud se posó en su rostro, por primera vez sentía que estás sesiones lo estaban ayudando.

(.)

Se recargó un momento en el respaldo. Se sentía muy cansada, después de pasar toda la tarde leyendo informes que le presentaban sus compañeros. Era tedioso y después de un buen rato comenzaban a dolerle los ojos y un ligero dolor de cabeza amenazaba con asomarse. 

Así que por su propio bien, decidió darse un descanso. Dirigió sus pasos hacia la enorme cocina, sin tantas personas había mucho espacio que ocupar. Tenía una semana ahí sola, desde que Rhodes se fuera a Washington donde tenía asuntos que arreglar.

Últimamente el era su única compañia, pues tanto Carol, Nebula y Rocket se encontraban en el espacio y se comunicaban mediante hologramas. Tenía tiempo de no saber de Banner, hace demasiado tiempo que no tiene idea de dónde está y que habrá hecho de su vida.

Lo mismo ocurría con Thor, desde lo sucedido hace casi cinco años no volvió a ser el mismo; se fue y le perdieron el rastro. En cuanto a Stark, no lo ha visto desde entonces, lo último que supo de él gracias a Rhodes, era que se había casado con Pepper y ahora tenían una hija. Por lo menos uno de ellos había rehecho su vida.

De su mejor amigo no tenía mejores noticias. Aún no daba con su paradero, y dudaba que fuera a conseguirlo pronto. El no tener noticias de Clint la estresaba y ponía de mal humor, él maldito sabía esconderse bien cuando quería.

Y Steve, bueno, él era un caso a parte. A veces estaba ahí, a veces no. No duraba mucho dentro ni fuera, se iba durante semanas con ella pensando cuánto lo extrañaba y necesitaba. Y luego volvia como un pequeño rayo de luz a su vida. En ambos casos con ella derramando lágrimas, aunque él no lo supiera. Tal vez estaba muy sensible, o quizá ya no era la misma espía fría e impenetrable de antes.

O quizá el amor habia tocado a su puerta. No, lleva demasiados años convenciendose que lo que siente por el soldado no es algo más allá. Siemplemente es un fuerte cariño y preocupación por uno de sus mejores amigos. Tal vez le guste, después de todo no es un secreto que el súper soldado es un hombre muy atractivo, tanto para ella como para otras miles de mujeres. Pero eso no significa que está enamorada de él.

Se recogió su pelirrojo cabello en una coleta alta y con un suspiro, se sirvió una taza de café. Estaba un tanto amargo, recordó que a Rogers le salía mejor que a ella.

— Maldición, todo me recuerda a él — soltó un bufido mientras se recargaba en la encimera.

Necesitaba sacar a Rogers de su cabeza.

— ¿A quién te recuerda? — esa voz la sacó de sus pensamientos.

Inmediatamente giró su cabeza a la entrada de la cocina, donde un Steve Rogers más guapo de lo que recordaba, se encontraba recargado en el marco de la puerta con las manos en los bolsillos del pantalón. El rubio pasó a sonreírle mostrando sus perfectos dientes, lo que la descolocó y le cortó el aire unos segundos.

Mierda. Definitivamente estaba enamorada.

— Steve... — logró decir en un hilo de voz, aún sorprendida y descolocada por su repentina presencia.

— Hola Nat — la mencionada pasó saliva, sintiéndose incapaz de moverse.

Pero la emoción de ver a Steve fue más grande y corrió hacia él. El soldado, anticipando lo que vendría a continuación abrió sus brazos recibiéndola en un fuerte abrazo.

— Te eché de menos, pelirroja — dijo mientras le daba un beso en la coronilla.

Natasha se separó un poco para verlo al rostro. Vio esos hermosos ojos azules que le devolvieron la paz que tanto le hacía falta. Se puso de puntillas dejando un corto beso en su mejilla.

— Y yo a ti, anciano — el sobrenombre hizo sonreír al soldado.

Gesto que derritió las entrañas de la pelirroja, que se separó abruptamente. Pero logró disimular con el pretexto de que tenía el café hirviendo.

— Es bueno verte de nuevo Rogers, ¿Es que acaso ninguna mujer te complace allá afuera y necesitas de los buenos tratos de Black Widow? — una sonrisa coqueta se formó en su rostro al decir aquello, con la intención de ponerlo incomodo y hacerlo sonrojar.

— Pues espero que sean tan buenos como dices, Romanoff. He oído que eres multitareas.

Pero al contrario de lo que esperaba,  el capitán sonrió confiado y devolvió la sonrisa coqueta. Poniéndola nerviosa. Hace años que Steve no se sonroja por los comentarios sugerentes  que ella solía decirle para molestarlo. Finalmente logró entender el humor de la pelirroja, incluso el también coqueteaba con ella.

Extrañaba a aquél viejo Rogers ingenuo y reservado que despertó en una época que no era la suya y aún no sabía lo que era un correo electrónico. Pero admitía que el nuevo Steve, adaptado a la época y seductor cuando se lo proponía, le encantaba. Era una faceta que que nunca creyó ver en él. Pero ahí estaba, sentado frente a ella con semblante relajado y tomando su café.

(.)

Estuvieron un largo rato platicando, tiempo en el que se trasladaron al sofá para estar más cómodos. Conversaron de todo un poco, se pusieron al tanto de lo que habían hecho las últimas semanas sin verse. Contaron viejas anécdotas y rieron como hace tiempo no lo hacían. Con tanta libertad y sin el recuerdo constante de lo que había pasado.

Natasha se sentía muy bien, después de semanas sin verlo, el tener a Steve frente a ella platicando con naturalidad le había hecho sonreír como hace tiempo no hace. Pero su sonrisa se borró en cuanto se dio cuenta que muy posiblemente el rubio se iría otra vez. Siempre era lo mismo, parecía que finalmente se quedaría cuando anunciaba que necesitaba irse.

— ¿Estás bien? ¿Qué pasa Nat? —  Steve estaba con el semblante preocupado y sujetó su mano con suavidad, la misma que ella mantenía sobre su regazo.

Ella no apartó la vista de sus manos unidas, la tristeza la invadió de golpe. De repente poco animada, negó levemente intentando esbozar una media sonrisa.

— Solo es la realidad. Esto no va a durar mucho tiempo. Tú te volverás a ir y pasará un tiempo, hasta que decidas volver — contestó en voz baja.

El soldado le dió un apretón en la mano.

— Mírame Nat — el rubio tomó su mentón, obligándola a mirarlo. Sus ojos apagados lo hicieron encogerse un poco — Lamento si te he dejado sola durante todos estos años. Pero es que ni siquiera podía levantarme a mi mismo, como para intentar levantarte a ti. Has estado aquí tu sola, manteniendo unido al equipo, y te admiro aún más por eso.

Acarició sus mejillas con delicadeza. Natasha cerró los ojos lentamente, sintiendo sus manos tentarla con cariño.

— Y no planeo irme, ya no más. Me quedaré aquí, contigo. Ya no tendrás que hacer esto tu sola. Tu ya haz sido mi roca durante tantos años, ahora déjame ayudarte a ti.

El rubio hizo una pausa, ese era el momento. Ambos necesitaban una vida, necesitaban seguir adelante. Aún si nunca pudieran lograr traer a sus amigos. La amaba, y se sentía tan estupido por no darse cuenta antes, por no haberselo dicho antes.

Lentamente se acercó a su rostro, sus labios rozaban con los ella y podía sentir sus respiraciones mezclándose. Ella no se apartó, lo que tomó como una buena señal. Tomándola del cuello, terminó con la distancia para unir sus labios en un beso.

La pelirroja respondió al instante, trabando sus labios con los de él en un contacto que había anhelado en secreto durante mucho tiempo. las sensaciones que la invadieron fueron demasiadas, en cuanto sintió la lengua de su compañero jugar con la suya, supo que esto estaba llegando demasiado lejos, sus inseguridades la atacaron de lleno.

Con un esfuerzo sobrehumano, pese a que su corazón le exigía seguir y saber hasta donde podrían llegar, se obligó a terminarlo. Se separó abruptamente del soldado y se levantó del sofa, alejándose lo más lejos que pudo de él.

— No debiste hacer eso... — su voz salió en un susurro, si no fuera por el oído súper desarrollado del soldado, no la habría escuchado.

— Nat... — Rogers también se había levantado, estaba a un par de metros de ella, pero cuando intentó explicarse fue interrumpido.

— ¿Por qué lo hiciste? — se giró para verlo, un par de lágrimas recorrían el rostro de la rusa — ¿Por qué, Steve? ¿Por qué jugar así conmigo?

Rogers no creía lo que escuchaba, no podría estar jugando, no con ella. La amaba y tendría que decírselo, hacérselo saber.

— ¿Jugando? No estoy jugando, Nat. Si lo hice fue porque siento cosas muy fuertes por ti. Lamento no haberme dado cuenta antes, pero si. Natasha yo... estoy enamorado de ti.

Eso solo hizo que las lágrimas fluyeran aún más, Steve Rogers le decía que la amaba. ¿Pero por qué no le creía del todo? ¿Por qué sentía que esto era solo una broma de mal gusto?

Tal vez porque durante años veia como él se aferraba al recuerdo de otra mujer, tal vez porque hace tanto tiempo se resignó a ser solo su amiga porque su corazón ya tenía dueña, dejándola sin esperanzas.

— No, Steve. Tu no me amas, no sabes lo que dices, la soledad te hace decir cosas que no sientes porque tú siempre has amado a Peggy Carter y siempre lo harás. Yo no soy nada a comparación de ella. Además ¿Por qué alguien como tú, amaría a alguien como yo? Una asesina — Rogers no creía lo que la mujer frente a él decía. No creía que ella se sentía como la sombra de Peggy, que no era merecedora de su amor.

— Nat...

— Te demostraré que no me amas.

En dos zancadas, ya estaba frente a él. Buscaba con desesperación algo en sus bolsillos, tardo unos segundos en darse cuenta de que era lo que pretendía. Buscaba el colgante con la foto de Peggy.

— Ya no lo tengo.

— ¿Qué? — la ex-expia abrió mucho los ojos.

— Me deshice de el. Solo era un recuerdo de lo que alguna vez pudo ser. Pero ahora tu eres mi presente, entiende que te amo, que solo tú has estado para mí todos estos años. O es que... ¿Tú no sientes nada por mi?

— Yo también te amo, Steve. Hace tanto que lo hago que me dolía ver como sufrias por ella.

En el rostro del americano se dibujó una sonrisa culpable, recortó distancias con la pelirroja y la tomó de la cintura. Ella posó sus manos en su pecho, aprovechó para limpiar el rastro de lágrimas.

— Lo siento, pero ahora sabes lo que siento por ti. Por favor Nat dame una oportunidad, déjame recuperar el tiempo perdido.

— Pero... — la rusa bajó la cabeza— No somos adolescentes. Tú quieres una familia, y yo no puedo dartela, no puedo darte hijos. Soy estéril.

— Lo sé — ella levantó la cabeza sorprendida, el dejó un beso en su frente — Esperaba que lo que había leído que les hacian a las agentes de la KGB fuera mentira. O que al menos tú hubieras tenido suerte. Pero no me importa. Hace años te dije que el hombre que quería una familia quedó en el hielo. Ahora yo solo te quiero a ti.

Y sin más argumentos para refutarle, decidió creerle al hombre que amaba. Era correspondida y no podía estar más feliz por ello, tal vez se tardó un poco, pero daba igual. Por fin estaban juntos.

— Te amo, Rogers.

— Y yo a ti, Romanoff. Con locura.

Sin poder esperar más, lo volvió a besar. Esta vez con más pasión y desenfreno, con sus lenguas jugueteando entre ellas. Rodeó su cuello con sus brazos y él la apegó más a su cuerpo. De su boca salió un gemido sensual cuando Steve apretó su trasero con fuerza, y se sintió más excitada cuando sintió la erección de su pareja contra su vientre.

— Creo que alguien está despierto... — jadeó sensualmente contra la boca del soldado. Mientras se dirigían al cuarto de la rusa.

— Entonces hay que consumar esto en la habitación, preciosa — un gruñido se escapó de él.

Solo ellos saben lo que ocurrió esa noche, y lo que ocurrirá en el futuro.

Fin.























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