Primer encuentro
No había nada nuevo cuando salí esta mañana. Los mismos árboles estaban ahí, así como los autos que me rodeaban. Pasé por el agujero que ocupaba gran parte de la acera, preguntándome porque nadie lo había reparado. El calor era igual de insoportable, y el camino a la universidad seguía siendo el mismo.
Realmente no había nada diferente, pero por alguna razón, sentía un hormigueo por mis brazos que subía hasta mi cuello. Todo estaba igual, pero se sentía extraño. Me dije a mi misma que era por ser el primer día. Eran los nervios por ver qué clases tendría y como resultaría mi semestre.
Aun así, no podía quitarme de encima la sensación de querer regresar al departamento y quedarme bajo las sábanas. Ya podía escuchar a Evan decirme que ni un niño de preescolar se asustaba por su primer día, mucho menos siendo mi segundo año aquí.
Caminé lo que me faltaba para llegar al salón donde tendría mi primera clase. Busqué un asiento vacío, preferentemente al fondo. Donde pudiera pasar desapercibida. Había llegado con minutos de antelación para evitar pasar por entre todas las miradas una vez que la clase hubiera comenzado.
Una chica menuda entró por la puerta, haciendo tanto ruido cuando chocó con el bote de la basura, que todo el mundo volteó a verla, pude sentir la vergüenza por ella, sus mejillas se tiñeron de rojo mientras buscaba un asiento libre. Su largo cabello estaba peinado en dos trenzas pegadas a la cabeza. Era fascinante verla, no sabía que tenía, o porque mi mirada parecía no querer soltarla, quizá era la poca gracia con la que se movía, o el hecho de que era increíblemente hermosa.
Alejé mi mirada antes de que me catalogaran como una acosadora, aunque no era la única a la que había hipnotizado, casi podía jurar que había un gran charco de saliva en la mesa del chico de al lado.
Me concentré en escribir la fecha en la primera hoja de mi libreta, cuando un aroma a vainilla inundó mis fosas nasales.
—Hola— dijo con una voz extrañamente entusiasta—. ¿Está ocupado? — fijó la vista en la silla donde se encontraba mi mochila.
Rápidamente negué y la quité con torpeza, poniéndomela en las piernas.
La chica se sentó y comenzó a sacar sus cosas; una libreta amarilla, junto con una lapicera del mismo color, de ésta, sacó un juego de lapiceros de colores. Cuando terminó, colocó su bolsa (amarilla) en el suelo, luego se metió un chicle en la boca. Volteó a verme y me sentí estúpida por ser atrapada mirándola. Sonrió y me ofreció un chicle. Negué, aun sin poder hablar.
—Me llamo Abby, Abbigail, pero puedes decirme Abby. Enserio, dime Abby— me dio la mano.
Mi mente daba mil vueltas, hablaba tan rápido que me costaba seguirle el ritmo.
—Estoy un poco emocionada. He estado tratando de tomar esta clase desde que entré, pero por alguna razón siempre está llena. Por suerte, el señor Larson se apiadó de mí y me dejó inscribirme
No era ninguna sorpresa que la clase estuviera llena, yo también había tenido problemas para entrar.
La mayoría quería entrar porque, aunque era aburrida como el infierno, el señor Larson era la mejor opción.
—Así que aquí estoy, dispuesta y preparada— se frotó las manos, esperando el reto.
No sabía si estaba consciente que dispuesta y preparada eran la misma cosa, pero no dije nada. En su lugar, sonreí, porque no pude evitarlo.
Abby tenía tanta energía que daba brinquitos en su asiento.
—Entonces, ¿Cómo te llamas? – hizo una bomba con su chicle.

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De mi cabeza al cielo
RomanceMailen aprenderá de la manera más inesperada que el amor llega en muchas formas, y quizá se dé cuenta de que unas son más importantes que otras. Ella ha estado con su increíble novio desde que tenía trece, lleva una vida perfecta, destinada a seguir...