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Advertencia: Mención a temas sensibles para algunas personas. Se recomienda discreción.

Su cuerpo hormigueaba por sobremanera cuando recobró la consciencia. Sus extremidades se hicieron presentes pesadamente tras unos segundos en los que, las largas pestañas aleteaban en un amago por hacerle saber en donde se había metido, mientras los latidos de su corazón chocaban pesadamente en contra de la piel de su pecho, rítmico y constante.

Sanzu abrió los ojos, aun aletargado e incómodo con la postura de su espalda. La luz blanca le inundó los sentidos, haciéndolo parpadear incesantemente mientras los primeros sonidos comenzaban a tomar forma dentro de su cabeza como para encontrar en ellos una lógica a la cual prestar atención.

A su lado sonaba el incesante pitido del monitor Holter haciendo recuento de sus latidos, yaciente junto al delgado tubo de metal sobre el cual colgaba una bolsita plástica transparente, con un tubo pendiente, conectado a la vena de su brazo. Estaba siendo canalizado con medicamentos cuyo efecto no comprendía del todo, ya que aun con el suero conectado, la cabeza le dolía horrores. ¿Cuánto tiempo había pasado desde...?

Hizo memoria de golpe. Después de que el otro coche comenzara a dispararles, Rindou había terminado estampándose contra un árbol junto a la carretera. Él y Ran habían alcanzado a tirarles un par de balas antes de que el camino se les cortara de forma abrupta en medio del escape. Aún no entendía quien demonios se había atrevido a meterse con ellos de manera tan sagaz y abrupta, pero muy seguramente, para ese punto, Mochizuki o Kakucho se habrían encargado de cazarlos y cortarles el cuello.

Intentó apoyarse sobre sus antebrazos, en un vago intento por erguir la espalda para sentarse sobre la cama y salir de ahí, hasta que una molesta vocecilla le hizo entornar los ojos.

— Ah, ah, ah — dijo casi como un tarareo — ¿a dónde vas tan rápido? Acabas de despertar.

— Ugh... — Bufó con molestia notando a Kokonoi sentado al lado suyo.

Fue ahí donde se dio cuenta de que estaba en el hospital que Bonten había construido para ese tipo de situaciones, cercano al edificio central en el cual llevaban a cabo sus operaciones, perdido, colindando con el centro de la nada; paredes y pisos blanquecinos se aliaban en el pequeño edificio del mismo color, dando por fuera la apariencia de una bodega, contando con sus propios doctores, maquinaria de última generación y cualquier cosa necesaria. Uno de los lujos — si tener un sitio al que huir fugitivamente ya que toda la policía estaba tras tu cabeza en caso de que una bala te atravesara las costillas se podría llamar lujo — que le daba estar en los puestos más altos de la organización.

— ¿Qué pasa? ¿no te alegras te verme?

— Me alegraría más estar en el infierno, ahí no tendría que ver tu cara de imbécil — Sanzu se restregó la palma de la mano contra los ojos, buscando eliminarse el pesar de los párpados.