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Tras su segundo a?o en la universidad de Tokio, Misaki Hara tiene un amargo reencuentro con Haruchiyo Akashi, el ni?o que en su infancia solía alimentar sus ilusiones con respecto a viajar a Nunca Jamá...
— Siempre se puede ganar yendo de peón en peón hasta llegar a la reina — completó ella con cierta calma entremezclada con emoción — ¿ya llamaste a Hanma para informarle en que sitio estamos?
— No, la primicia era para ti — adivinó una sonrisa socarrona al otro lado de la línea la cual terminó por contagiársele — lo haré en seguida y me pondré rumbo a tu...
— No, nos veremos hasta mañana — interrumpió al otro abruptamente — Tengo la noche ocupada con alguien especial, ¿vale?
— ... vale. Salúdale de mi parte, dile que estamos cerca.
Por primera vez a lo largo de los días, Yuuna pudo corresponder al dicho de su amigo, consciente de que las palabras parecían rondar cada vez más cerca de la verdad. Estaban a escasos centímetros de tomar la corona que siempre le había pertenecido a él, a sus esfuerzos, y a todo lo que había conseguido en tan poca vida.
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— Luces preciosa hoy — afirmó el ojiazul en cuanto la muchacha terminó de ajustarse el cinturón de seguridad, por primera vez, en el asiento delantero del coche — ... el color te sienta como un guante.
Nerviosa, Misaki ocultó un mechón de cabello tras su oreja, desviando la mirada y esperando que él no notara el rubor rojizo que seguramente se hacía notar mucho más con el tono rojo de su vestido.
— ¿Estás seguro? — dijo mirándole, encontrándose con los iris azules que la miraban con ternura — creí que quizás era demasiado para una cena.
— Completamente seguro — respondió él, devolviendo la vista hacia el frente, dejando que una idea pecaminosa se cruzara por su mente, apretando con fuerza el cuero del volante mientras, inconscientemente, se mordía el labio inferior — ... no puedo esperar para sacártelo más tarde.
Sus palabras la tomaron desprevenida, haciéndola levantar la mirada a él, y especialmente a su cuerpo: el saco abierto con pantalones azul oscuro a juego parecían hechos a su medida, destacando el contorno de su piel blanquecina, y las venas de sus manos ceñidas al volante. Los orbes marrones se permitieron pasear por encima de todo su cuerpo, imaginando como es que luciría su cuerpo sin la ropa que lo recubría, aun cuando la imaginación ya no era del todo necesaria, pues había memorizado cada surco de cada musculo en él. El pensamiento volvió a enrojecer sus mejillas y adoptó una postura con igual picardía que la suya, con una sonrisita ladeada teñida de color carmín.
— Te dejaré hacerlo, con una condición.
— ¿Ah sí? — contestó con un tono desafiante — ¿cuál?
— Nos marcharemos temprano — jugueteó, trazando con uno de los dedos la silueta del brazo antecesor a la mano colocada sobre la palanca de cambios — ... y seré yo quien comience a sacarte la ropa a ti, Haru — musitó de forma seductora, captando totalmente la atención del pelirrosa, quien no podía evitar verla con una mezcla de ansias y deseo — después de todo yo solamente tengo una cremallera sosteniendo esto, me parece injusto estar medio desnuda mientras aun intento tocarte bajo la ropa, ¿no?