Mis ojos se mantenían clavados sobre los de Alarick, aún con el arma apuntando directo a su cabeza.
Era una locura que estaba dispuesta a cometer. Haber creído que toda mi familia estaba muerta cuando ahora aparecía el padre de mi padre y, sin dudarlo, estaba dispuesta a deshacerme de él si no salvaba la vida de Cailan. Así como él necesitaba un milagro para sobrevivir, también lo haría Alarick para tener que evitar ser asesinado por su nieta.
—Valdine —reconocí la voz de Wren, intentando mantener la calma que yo no poseía —, comprendo que...
—¡Cállate! —chillé.
Nadie sería capaz de comprender lo que estaba merodeando en mi cabeza y por lo que había atravesado. Absolutamente nadie.
Ninguno aquí presente había sido traicionado por Branko como yo lo había sido. Nadie lo había visto largarse de aquel lugar sin piedad en tanto sostenía a un Cailan desvaneciéndose entre mis brazos. Y él... Hice el mayor de mis intentos por contener la lágrimas, pero el recuerdo arrasaba conmigo. Aún tenía su sangre sobre mí, ni siquiera se había secado aún. Aquella cubría la totalidad de mi vestimenta y la sentía pegada a mi piel. De una forma un tanto inapropiada, eso era lo único que tenía de él ahora mismo. Y podía ser que lo fuera de ahora en adelante.
Nadie aquí había visto a Cailan perder la conciencia y reposar casi sin vida en mis brazos. Por ese motivo es que nadie entendería todas las mierdas que ahora inundaban mi maldita cabeza.
—¿Qué sucede aquí? —oí venir a lo lejos hasta que se abrió camino entre los agentes.
Una confusa sensación de alivio pero también temor me invadió. Sus ojos celestes y muy abiertos me inspeccionaron de pies a cabeza... Inspeccionó cuán llena de sangre me encontraba. La sangre de SU sangre.
—¿Qué...? —la continuación de su pregunta se perdió en el aire con su ceño fruncido.
En tanto yo continuaba apuntando a la cabeza de Alarick sin titubear, ella no dudó en acercarse a mí con determinación. Al parecer, era la única que no me había temido. De todas formas, a mí aún me interesaba saber qué hacía aquí y ahora.
—¿Qué ha sucedido, Val? —Celia Bay me interrogó, pero sabía que no podría darle una respuesta sin romper en llanto. Por eso, tan solo mantuve la helada mirada en el anciano frente a mí —. ¿Sabes qué? No me interesa saberlo.
Tensé la mandíbula. Puede que no le interesara, pero sí debería saberlo. Debía saber qué era lo que había sucedido y quién nos había traicionado, porque tanto ella como su madre conocían al traidor y sus vidas ahora corrían un grave peligro.
—El día en que nos visitaste, te prometí algo —susurró y se posicionó a mi lado. Se veía como una aliada, pero la realidad es que nadie aquí en JBG era mi enemigo —. Debes tener tus razones para apuntar al señor y no pienso dejarte sola.
Tan pronto como dijo aquello, realizó un veloz movimiento que acabó con ella también apuntando a su cabeza.
Me gustaría agradecerle por mostrarme lealtad, pero esta guerra interna no era suya. En cuanto a la otra, no podía decir lo contrario. Con nuestros padres asesinados, comenzaba a convencerme que ambas merecíamos obtener venganza.
—Soy su abuelo —la corrigió Alarick, también sin quitar su mirada de mí. Reí cargada de furia.
—No eres mi familia —gruñí —. Apenas te conozco por fotografías y ahora te dignas a aparecer. Vaya increíble abuelo que eres.
—Tuve mis razones para...
—¡Y una mierda! —grité, con lágrimas a punto de brotar de mis ojos —. ¡Ninguna razón lógica debería de haber sido suficiente como para abandonarme a mí! —me le acerqué, con más ganas que antes de apretar el gatillo y deshacerme de él —. ¿Sabes la mierda que he tenido que atravesar desde que tu hijo falleció?

EST?S LEYENDO
ACUCIA (+18) ?
RomanceTRILOG?A TENTADORA PERDICI?N - Libro III Huir ya no es una opción, pero ?qué se hace cuando el enemigo amenaza con arrebatar tu propia vida? Como si fuera poco, las balas continúan impactando en sus seres queridos, dejando marcas imborrables en la p...