Después aquello decidí que necesitaba descansar y pensar que iba a a hacer. Así que me fui del piso de Lionel para ir al mío a dormir, darme una ducha y comer. Tal vez no en ese orden, pero sólo necesitaría eso.Me permití el día siguiente de descanso. El último día de junio, en el que Lionel no intentó contactar conmigo de ninguna manera.
La mañana del primer día de julio era soleada. Me tomé el clima como un buen presagio. De manera que agarré el teléfono de tapa negra y con el pulso desbocado escribí un mensaje.
Yo: A las 17:00 en mi piso.
Necesitaba afrontar todo lo que había estado haciendo mal hasta ese momento, incluido las ideas que me había hecho sobre lo que era meramente un trabajo temporal, del que la fecha límite se acercaba a pasos agigantados.
Por no hablar de que estaba más motivada que nunca, llena de rabia. Iba a hundir a aquella organización de poca monta uno a uno. Daba igual si tenía que hacerlo sola.
Quedé para almorzar con mis amigas. Tuve que contarles lo que había pasado, a medias, por supuesto.
Omitimos un secuestro por aquí, dejándolo en un incidente. Nos saltamos el asesinato de dos hombres por allá, describiéndolo como una solución necesaria. Y nos queda como resultado un dilema de empresa en la que mi compañero parece haberme investigado con un ahínco insano e inexplicable.
—Fue raro —expliqué—. Fue como si él quisiera que viera lo que sabía de mí. Su ordenador sigue en mi casa y no le ha importado recuperarlo o no.
—Puede que no seas la única, puede que investigue así a todos los de ese mundillo —propuso Claudia mientras jugaba con su ensalada en vez de comérsela—. Tu te informas bien de la gente con la que vas a estar en reuniones sociales.
—No de esa manera. No me intereso por que les regalaron a los dieciséis por navidad —rebatí masajeándome las sienes.
—Esa información es imposible de conseguir —dijo Mai con la boca llena del último mordisco que le había dado a su hamburguesa. Bebió agua para tragar—. Créeme, lo intenté con tu amiguito. Vuestras vidas, las de gente con una vida tan privada como la vuestra, se va borrando poco a poco sin el uso de redes sociales.
—Lo sé. Creo que lleva investigándome desde hace tiempo. —En realidad estaba bastante segura de ello después de haber repasado una y otra vez toda la información que tenía sobre mí.
—¿Cuánto? —preguntó Clau.
—Desde hace nueve años, cuando yo tenía trece —suspiré. Había información anterior a mis 13 reunida, pero era a partir de ahí donde la intensidad se potenciaba.
Mis dos amigas me miraron anonadadas, perplejas. Yo sabía que era una locura.
—Vamos —bufó Mai—. Tienes que hacerte una idea de que fue lo que marcó ese punto de inflexión en su obsesión por ti.
Lo pensé un minuto. Tragué saliva.
—En realidad sí. A los trece años fue cuando le conocí, y hablé con él por primera y última vez, hasta que a pasado todo esto, claro.
—Dios santo Victoria —exclamó Clau—. ¿Qué fue lo que hablasteis? Me estás poniendo de los nervios con tanto suspense.
—Esa es la cosa. —Me dejé caer contra el respaldo de mi silla—. No recuerdo cuál fue nuestra conversación, y eso significa que no pudo ser tan importante como para motivarle a conocer cada detalle de mi puta vida.
La mujer asiática del mostrados exclamó algo ante el taco que acababa de soltar. Yo la miré suplicando que me perdonara y mis amigas soltaron unas risitas.

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UN ARMISTICIO
RomanceVictoria Sánchez, hija de la poderosa familia mafiosa espa?ola, se ve obligada a aliarse con Lionel Donati, el hijo de sus enemigos jurados, la mafia italiana, para eliminar a un enemigo común que amenaza ambos imperios. Aunque al principio lo desp...