『Tú eres mi sue?o』?.NUzi.?

Tú eres mi sue?o

Él levantó una ceja, y su sonrisa se ensanchó.

-¿Eso es un cumplido, Zizi? Porque suena como uno.

-No... o sí. Quiero decir... Ugh, solo, ¡jodete!

Él soltó una risa baja, esa que siempre me hacía sentir como si estuviera perdiendo el control de la situación.

『••✎••』

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Caminar juntos al trabajo siempre había sido parte de nuestra rutina, pero esa mañana el aire entre nosotros se sentía diferente. No sabía si era por el hecho de haber dormido juntos o porque mi mente estaba demasiado nublada por los efectos de las pastillas.

Intenté concentrarme en lo que él decía, pero cada tanto, mi vista se nublaba y tenía que parpadear varias veces para recuperar el enfoque.

-¿Estás segura de que estás bien? -preguntó de repente, deteniéndose en seco.

-Sí, estoy bien.

-Zizi, apenas puedes caminar en línea recta.

-Estoy... cansada, nada más. -Intenté sonreír, pero incluso yo podía sentir lo débil que sonaba mi excusa.

Él no respondió, pero su mirada me hizo sentir pequeña, como si pudiera ver a través de mí.

-Si necesitas descansar, dímelo. -Su tono era más suave esta vez, casi como si estuviera negociando conmigo.

-No es necesario. Vamos, o llegaré tarde.

Él suspiró, pero no dijo nada más. Sin embargo, podía sentir su preocupación en la forma en que su mano rozaba mi brazo cada vez que parecía tambalearme.

Cuando llegamos al café, me despedí de él como siempre, con una mezcla de alivio y tristeza. Pero esta vez, al girarme para entrar, sentí su mirada en mi espalda, y algo en mi pecho se retorció.

Sabía que no estaba bien, que mi dependencia a esas pastillas estaba afectándome más de lo que quería admitir. Pero también sabía que no podía dejar de tomarlas. Porque, al final del día, la realidad nunca sería suficiente.

No cuando la única versión de Nicolás que podía ser completamente mía existía solo en mis sueños.

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El trabajo siempre había sido monótono, un desfile constante de pedidos, cafés y sonrisas forzadas. Pero esa mañana, cada tarea parecía un desafío imposible. Mis manos temblaban ligeramente cuando vertía el café en las tazas, y más de una vez tuve que apoyarme contra el mostrador para recuperar el equilibrio.

La somnolencia era como una nube pesada que se cernía sobre mí, envolviendo cada pensamiento, cada movimiento. Había momentos en los que sentía que me desplomaría ahí mismo, pero el miedo a que alguien lo notara me mantenía en pie.

"Solo unas horas más", me repetía constantemente, aunque ni siquiera estaba segura de poder cumplir con eso.

-Uzi, ¿estás bien? -La voz de Vania, una de mis compañeras, me sacó de mi trance.

-Sí, estoy bien. -Mentí, ofreciendo una sonrisa que seguramente no alcanzó mis ojos.

Ella me miró con desconfianza, pero no insistió. Me dejó sola detrás del mostrador mientras atendía a los clientes en las mesas.

Me forcé a concentrarme en el siguiente pedido, pero incluso eso parecía abrumador. Sentía como si mi mente estuviera atrapada en una neblina, incapaz de procesar nada con claridad.