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『Un hombre, un contrato』

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-Así que...te gusta.- se reafirmó Angel Dust riendo un poco al ver a su compañera luchar contra el conflicto interno que la azoraba. Boquiabierta ante el atrevimiento del arácnido al señalar aquello, que para ella sonaba como un disparate.

-No puede ser eso, Angel. Lo malinterpretas.

-...¿Sí? ¿y qué es entonces?

-Es...más complicado de lo que piensas.

-¿Cómo? Estuviste describiendo una escena erótica hace un momento- fastidio, con los dedos pinzando su mejilla, en un apretón suave.

Rebecca lo apartó con un suspiro, mentalizándose para elaborar un discurso coherente que pudiese explicar su confusión. No podía decir exactamente qué sentía al respecto. Había atracción, eso era un hecho aunque se rehusara a reconocerlo, mas ésta se entremezclaba con otro tipo de conexión. Una más compleja. Y una regla implícita resonando en los recovecos de su cabeza, obligándola a contenerse. A no perder el control. A no hundirse en él.

"Dormiría con un ojo abierto de estar en tu lugar." Había dicho Husk y la advertencia de aferró al contorno de su cabeza como una corona de espinas. ¿Qué podía querer de ella el demonio de la radio? Se sintió bastante inquieta ante la idea. Nunca lo había considerado, porque ¿qué podía ofrecer ella además del absoluto vacío que entumecía su existencia? Nada.
Tal vez el poder que desprendía, aquel que sentía emanando por cada poro de su piel. Pero dudaba que fuera útil cuando apenas podía reconocerlo o controlarlo. Necesitaba saber más. Debía aprender quién era realmente el demonio del espejo, para poder plantarse de manera correcta en sus zapatos que, al momento, le parecían demasiado grandes para sí misma.
Más allá de eso, había una cosa que aquel mensaje había detonado, un vestigio de inseguridad. De desconfianza. La vil creencia de que, solo podían fijarse en ella si se buscaba algo a cambio. Una idea plantada en su consciencia, que supo tomar forma durante su vida como humana. Cuando el hombre que amó entonces tampoco fue capaz de corresponderle.
Las memorias de otra vida volvían a abordarla abruptamente, como ecos resonando en las profundidades de un túnel oscuro y vacío. Un hombre y un contrato, tomaban forma frente a sus retinas. La voz de un muchacho de cabellos castaños, cuyas ropas elegantes y porte orgulloso parecían evocar cierta familiaridad, llegó a sus oídos: -¿Qué es lo que quieres de mí?

-Me importas.

-¿En serio? -rió, irónico- ¿de verdad crees que podría caer en algo así?

-¡No estoy mintiendo!

-¡Oh, vamos! ¿Qué es lo que esperas de mí? ¿Servidumbre? ¡Bien! Pero ¿eterna gratitud?-
Ella se mantuvo en silencio mientras el corazón se le caía a pedazos. "No lo digas" suplicó mentalmente. -¿Amor?-Escupió, los ojos de la muchacha se inundaron en lágrimas, él se sonrió sabiendo que había acertado. -¿Crees que...podría amarte...a ti?-Deslizó las palabras con una lentitud tortuosa, saboreando el absurdo de la idea, con burla, con desdén -¡No me hagas reir! ¿Crees que puedes tomar todo de mí así como así?- El resentimiento se adueñó de su tono, la malicia brotó de sus labios con un odio creciente que incendiaba su espíritu -Puedes tener mi alma, la eterna promesa de lealtad, pero nuestro contrato termina allí, no hay nada más.-

-Al...- Su nombre, solo un susurro lejano que el viento arrancó de su labios y de su memoria.

-Mantente lejos de mí. Quédate al margen de mis asuntos.

Un dolor profundo se clavó en su pecho cuando la imagen comenzó a desdibujarse, dejando solo una frase suspendida en el aire.

"El poder es la única cosa que te hace valiosa para mí, no hay nada más entre nosotros dos."

Todo lo que alguna vez había querido pereció allí mismo, bajo la voluntad del hombre sin rostro. Lo único que se había atrevido a soñar por un breve periodo, el ansia que carcomía sus días y acechaba sus noches en vela. Podría haberle dado el mundo, y aun así no sería suficiente. Nunca nadie la querría por lo que era verdaderamente.
Un demonio disfrazado no podría nunca ser amado, ni siquiera por el monstruo humano que reconoció y acogió. Incluso aunque ambos habían desnudado lo peor del otro, la condenable y terrible verdad que los corrompía bajo la superficie. Todas sus cicatrices las conocía de memoria, sus oscuros deseos y los más profundos miedos. Había abrazado su naturaleza vil, aun sabiendo que la misma, afilada como era, podía hacerla sangrar al más mínimo contacto. Y aun así...aun así...
Despojada de toda dicha, anhelo o consuelo, permaneció hundida en el ensueño, tratando de pesquisar una pista de la identidad de aquel joven, un atisbo de sus facciones, pero la escena fue deshaciéndose en silencio abrazada por la oscuridad.

Attached | Alastor x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora