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『Testigo oscuro』

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La torre de la radio se hallaba sumergida en un tortuoso silencio. En una escena lúgubre, sus labios permanecían rígidos en una línea recta de pura apatía.

¿Qué debería hacer ahora?

Alastor enfrentaba la duda contemplando el abismo como quien considera saltar al vacío. La desesperanza pesaba en el aire, una densa capa colgando de los hombros de alguien que sabe que ha dado un paso del que ya no puede arrepentirse. No había escapatoria a la oscuridad que sobrevenía por sus decisiones pasadas; la historia seguiría su curso con un desenlace inminente, mientras él continuaba inmóvil, preguntándose por cuánto tiempo más podría postergar el desarrollo de los hechos.

¿Cuántos días más dedicaría a evadirla hasta que la inevitable necesidad lo sacase de su escondite a rastras, para dejarlo expuesto? Listo para enfrentar el juicio de sus ojos grises, destilando... ¿Qué podría sentir por él ahora?

Esa era la incógnita más lacerante a la que se enfrentaba. Porque, aun cuando quería desentenderse de sus propias emociones, en ese momento se hallaba inmovilizado por el miedo, acurrucado en el mismo sitio como un niño asustado. Incapaz de ignorar lo que fuera que se había desatado en su interior, se lo estaba comiendo vivo y lo sabía. Lo reconocía en el vello erizado de su nuca y en cómo se le entrecortaba la respiración con solo pensar en ella; en cómo retrocedía sobre sus pasos para reevaluar hasta el más mínimo contacto visual que habían intercambiado desde que se reencontraron. En la manera en la que moría por descifrarla y, a su vez, le aterraba descubrir lo que había en su cabeza.

Irónico cómo había tenido que darse cuenta: no era un ser superior exento de sentimientos como siempre había creído, ni estaba construido de manera diferente. Era exactamente igual al resto y, una vez más, sin siquiera mover un dedo, la joven dueña de su alma se había encargado de ponerlo en su lugar.

Es el tipo de cosas a las que te condicionan los afectos: te nivelan y doblegan. Sacrificas cosas por ellos incluso antes de saber lo que estás haciendo. En ese sentido, tal vez entregar el último retazo de su carácter humano haya sido la primera de sus concesiones. 


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"Llamame cuando consigas un Voxphone, creo que podríamos lograr grandes cosas juntos."

Cerró los ojos, de espaldas en la cama, abrazando contra su pecho la tarjeta de contacto que Vox le había entregado, con una mirada de complicidad y su sonrisa artificial de dientes impecables. Repasó el relieve de las letras con la yema de sus dedos, fingiendo que podría leerlas solo con su tacto y suspiró.

No le había dicho a nadie lo acontecido en el callejón, quería atribuir sus acciones a un simple pérdida de sus facultades asociada al alcohol y dejarlo atrás. No era como si de verdad fuera a considerar su oferta. Aún así, ahí estaba, fantaseando con la idea que juraba haber descartado. Mientras, en la mesita de noche, la pequeña cajita rectangular del móvil que ordenó en línea parecía amenazarla con autodestruirse sino lo sacaba de su empaque de inmediato. No había coherencia en sus acciones, ni una pizca de claridad en sus deseos. Había perdido su propósito hacía un largo tiempo y dudaba volver a encontrar el rumbo. Se resistía a sus instintos para evitar darle la razón al pelirrojo, pero ¿qué tal si la tenía? ¿Qué tal si siempre había sido así y simplemente no tenía el coraje de reconocerlo?

"Alastor" Pensó. El hombre de la pantalla era tan diferente al demonio de la radio, y aun así, despedían una esencia tan similar en el potencial peligro de sus bordes afilados. Rebecca notaba al primero mucho más legible, casi un libro abierto en comparación, pudiendo identificar fácilmente cuando algo le molestaba y cuándo fingía. No le disgustaba esa simpleza; la hallaba genuina y casi humana. Aunque le hacía falta el desafío que siempre conformaba desentrañar al pelirrojo, la adrenalina de lo impredecible.

Attached | Alastor x OCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora