Carla no pudo dormir. Cada vez que intentaba cerrar los ojos, la inquietud la embargaba. La niebla fuera de la ventana parecía moverse de forma extraña, como si algo estuviera acechando, algo que no debía estar ahí. Sentía la presión del aire, denso y frío, entrando por las rendijas de la ventana, y su mente se preguntaba si el pueblo y las leyendas que los rodeaban eran más que simples cuentos.
Decidió levantarse. Con cautela, caminó por el pasillo oscuro y llegó hasta la pequeña sala común, donde la chimenea todavía chisporroteaba débilmente. La luz amarillenta del fuego iluminaba apenas el lugar, creando sombras largas y movidas. Se acercó y se sentó frente al fuego, buscando consuelo en el calor.
La casa estaba demasiado callada.
De repente, un ruido la hizo sobresaltarse. Un crujido provenía de la puerta principal. Carla contuvo la respiración, sus ojos fijos en el pasillo oscuro que conducía hacia la entrada. Por un momento, pensó que era un animal, tal vez un perro o alguna criatura nocturna, pero luego recordó lo que Doña Eulalia había dicho: el pueblo no tenía muchos animales, y no era común que algo se acercara a la casa.
Decidió que debía investigar, convencida de que su curiosidad sería más fuerte que el miedo. Caminó con pasos silenciosos hasta la puerta. Al acercarse, escuchó una voz lejana, susurrante, que parecía provenir del exterior. No podía entender las palabras, pero la intensidad de la conversación la inquietó aún más.
“¿Hola?” llamó en voz baja, aunque la duda de que alguien respondiera le causaba más miedo que la posibilidad de no recibir respuesta.
Nada.
Con los nervios a flor de piel, Carla volvió a mirar por la ventana. La niebla se había espesado aún más, oscureciendo todo a su alrededor. La luna se encontraba oculta detrás de las nubes, y el pueblo entero parecía envuelto en un manto de misterio.
Cuando volvió a girarse hacia la puerta, la silueta de un hombre se encontraba de pie, justo frente a ella. Su rostro estaba parcialmente cubierto por una capucha, y su presencia era tan silenciosa que parecía no haber hecho ningún ruido al acercarse. Los ojos de Carla se agrandaron por el shock.
—¿Quién... quién eres? —preguntó, tratando de mantener la calma, pero su voz tembló.
El hombre levantó la cabeza, y en sus ojos, Carla vio algo que la hizo retroceder un paso: algo salvaje, animal, pero también humano. La mirada de este desconocido parecía atravesarla.
—Soy… el que avisa, la sombra que viene. El Nahual… —su voz sonó distorsionada, como si hablase desde lo profundo de un eco lejano. La última palabra resonó en los oídos de Carla, haciendo que un escalofrío recorriera su espina dorsal.
Antes de que pudiera reaccionar, el hombre desapareció en la niebla tan repentinamente como había aparecido. Carla quedó petrificada, incapaz de mover un músculo. El miedo había logrado apoderarse de ella por completo, y el primer pensamiento que cruzó por su mente fue: Estaba delante del Nahual. Había sentido la presencia de algo más allá de lo humano, algo que no debería estar allí.
Se giró rápidamente, corrió hacia el cuarto donde estaban sus amigos, pero algo la detuvo en seco. La puerta se cerró de golpe. El sonido fue tan fuerte que la despertó a la realidad, la obligó a mirar hacia el pasillo oscuro de nuevo.
Al abrir la puerta con cuidado, encontró a Miguel, que había salido de su habitación al escuchar los ruidos. Parecía igual de nervioso.
—¿Lo viste? —preguntó él, sin necesidad de más palabras.
Carla asintió, pero su mente estaba llena de preguntas que no podía responder. No tenía ni idea de qué había sido aquello. La silueta de ese hombre, su voz… todo se había sentido tan real, tan extraño.
—No es posible —respondió Miguel, aún incrédulo—. No puede ser verdad.
Carla lo miró fijamente, buscando consuelo en sus ojos. Pero en el fondo de su ser, algo en su interior sabía que lo que había experimentado no podía ser ignorado.
—Creo que tenemos que hablar con los demás —dijo, finalmente.
Ambos caminaron hacia las habitaciones. No fue difícil despertar a los demás, porque todos ya estaban algo alertas debido a los ruidos extraños. En minutos, todos estaban reunidos en la sala común.
—¿Qué pasa? —preguntó Álvaro, con la voz entrecortada, notando la tensión que había invadido el lugar.
Carla y Miguel se miraron entre sí, sin saber si podían contar lo que acababan de presenciar. Carla fue la que rompió el silencio.
—Vi a alguien… un hombre con capucha. Dijo que era el Nahual.
La reacción fue inmediata. Los rostros de todos se tornaron serios y tensos. Andrés frunció el ceño.
—¿Estás segura de lo que viste? —preguntó, casi sin creerle, pero con una sombra de duda en su voz.
—Sí, lo vi. Y su voz... no era normal. Como si estuviera distorsionada. No era un hombre común.
Hubo un silencio incómodo. Nadie sabía qué decir, y aunque en su mayoría seguían sin creer en las leyendas, el comportamiento de Carla era inconfundible. El miedo se reflejaba en su rostro.
—Creo que necesitamos salir de aquí. Este lugar está raro —dijo Fernanda, con la voz quebrada. Siempre había sido la más sensible al entorno.
—No, no es tan fácil —respondió Álvaro, tomando control de la situación. Él había sido el que sugería que no se metieran en leyendas, que disfrutaran del viaje, pero la verdad es que algo no estaba bien.
En ese momento, el sonido de un crujido de madera procedente del exterior les hizo detenerse. Todos miraron hacia la puerta, donde la niebla seguía espesa y pesada. Nadie se atrevió a moverse. El aire estaba cargado, casi eléctrico.
—¿Lo oyeron? —preguntó Álvaro, uno de los amigos del grupo, con el rostro pálido. No fue solo el crujido, sino algo más. Una presencia que se acercaba, como un susurro frío en la nuca.
Todos se quedaron en silencio, esperando, escuchando. Pero el sonido cesó. Sin embargo, algo en sus corazones les decía que no sería la última vez que algo extraño sucediera esa noche.
La puerta principal se abrió de golpe, y todos se giraron rápidamente. Un hombre, su rostro cubierto, se paró en el umbral. No dijo una palabra. Solo los observó con sus ojos profundamente oscuros.
Los amigos, congelados, sabían que algo malo estaba a punto de suceder.
Continuará...

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El Nahual
HorrorUn grupo de amigos llega a un peque?o pueblo escondido entre monta?as, buscando un lugar para descansar y disfrutar del fin de semana. Pronto, descubren que hay algo extra?o en el aire: una sensaci¨®n de abandono y terror palpable en cada rinc¨®n. El...