Pov Seulgi
El día había comenzado de una manera distinta.Había algo en el aire, algo pesado, algo sofocante. Como un presagio oscuro que me anudaba el estómago y me hacía sentir que el mundo, entero, estaba conspirando contra mí. Todo me pesaba. La cabeza me daba vueltas, una y otra vez, arrastrándome a un torbellino de pensamientos que no podía detener. Y entre ellos, como un eco maldito, las palabras de Kyoung. Su voz, su risa de satisfacción.
El mareo se intensificó.
No quería ir a la secundaria. No quería enfrentarme a esas miradas inquisitivas, a esa sombra que se cernía sobre mí desde que todo había comenzado. Pero tenía que hacerlo. Aún no había hablado con la esposa de mi padre, aún no había cerrado los círculos abiertos que me devoraban desde dentro, pero no podía seguir huyendo.
Me metí bajo el agua fría de la ducha, como si eso pudiera borrar el ardor que me quemaba en la piel, y me vestí con la resignación de quien marcha a la guerra.
Cuando llegué a la secundaria, el ambiente era distinto. Era como si el aire estuviera cargado de electricidad, como si el odio flotara, invisible pero omnipresente, impregnando cada pared, cada esquina. Y lo peor de todo era que tenía que sentarme al lado de Jaeyi.
No quería hacerlo.
No después de la última vez. No después de haber sentido cómo se rompía algo entre nosotras con mis propias palabras.
Esperaba, en el fondo, que al llegar, ella hiciera lo que yo no podía hacer. Que se diera la vuelta y se sentara junto a cualquier otra persona, marcando con su indiferencia un límite definitivo entre nosotras.
Pero no lo hizo.
Se sentó a mi lado, como siempre.
Y, sin embargo, fue como si no estuviera ahí.
No me miró. No pronunció ni una sola palabra.
Su indiferencia fue un golpe seco en el pecho. Dolió más de lo que esperaba, más de lo que quería admitir. Y lo peor fue la pregunta que me torturó inmediatamente después:
¿Por qué?
¿Por qué no había pedido una explicación? ¿Por qué no me había preguntado nada? ¿Acaso no le importaba? ¿Era tan fácil darme por perdida?
El pensamiento fue un veneno lento.
Tal vez... tal vez nunca le importé de verdad. Tal vez todo fue un juego para ella y yo, como una idiota, caí en su trampa.
Intenté concentrarme en la clase, pero fue imposible. Todo se reducía a un zumbido lejano mientras mi mente se ahogaba en sus propias dudas. Solo volví a la realidad cuando la campana sonó, anunciando el almuerzo.
El almuerzo solía ser mi salvación. Era la única pausa en la que no tenía que enfrentar problemas matemáticos que no entendía ni fingir que estaba bien cuando todo dentro de mí estaba roto.
Pero Jaeyi no vino.
Por primera vez en mucho tiempo, su presencia no estuvo a mi lado. Y aunque no quise buscarla, no pude evitar notar la sonrisa satisfecha de Kyoung desde el otro extremo del comedor. Me miraba como quien observa a alguien que acaba de perderlo todo.

EST?S LEYENDO
Eres la tempestad que me forma
RandomPrólogo En un mundo donde los caminos de la vida parecen estar predestinados, dos nombres resuenan con fuerza, aunque por razones completamente distintas. Woo Seulgi aprendió desde peque?a que la vida no regala nada. No tenía padres, no tenía lujos...