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Primer acercamiento ?Sale mal?

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Peter estaba consciente que no era de los más agraciados de los merodeadores. No tenía nada en especial: era bajito, un poco rechoncho y sus pecas eran horribles. Lo único que tenía salvable era su pelo rubio. Es por eso que, cuando comenzó a sentir atracción por Barty Crouch Jr., sus problemas de inseguridad comenzaron a salir a flote. Trató de hacer ejercicio durante las vacaciones para verse un poco menos rechoncho, y lo consiguió, pero todo se había ido al carajo en cuanto volvió a ver a Barty... pero esta vez muy cerca de una chica de Ravenclaw. Y el hecho de estar cerca no significaba nada, si no hubiera sabido tiempo después que esa chica era la próxima víctima del Slytherin. Lo cual no era aún un secreto: cualquier persona que le interesaba al Slytherin, él la conseguía. Pero solo para una noche, y si bien le iba, para más encuentros. Cada vez que Peter veía a Barty con alguien mucho más delgado, lindo o linda que él, se ponía realmente mal. Comía hasta vomitar, lloraba en su cama con hechizos de silencio para no alertar a sus amigos y no se concentraba en clases.

Fue en una de esas tardes pesadas, cuando la ansiedad le apretaba el pecho y no podía respirar bien, que se refugió en la biblioteca. No por las clases, ni por estudiar, solo por el silencio. Se sentó en una mesa junto a una ventana, donde casi nunca se sentaba nadie. Sacó un libro de Encantamientos que apenas hojeaba, solo para no parecer desocupado.

-¿Te importa si me siento aquí? -preguntó de pronto una voz suave y clara.

Peter alzó la vista. Y ahí estaba él.

Barty Crouch Jr. Lo miraba con expresión tranquila, sin rastro de burla o superioridad. Solo... curiosidad, tal vez. Tenía un par de libros en la mano y el cabello un poco revuelto.

-No... claro -respondió Peter, tratando de no sonar sorprendido-. Adelante.

Barty tomó asiento frente a él, dejando los libros a un lado.

-Gracias. La luz aquí es mejor -comentó, como si fuera una explicación necesaria.

Peter asintió sin saber bien qué decir. No podía concentrarse, ni siquiera fingir que leía. ¿Por qué se había sentado justo ahí?

-Peter, ¿cierto? -dijo Barty tras un breve silencio.

-Sí...

-Lo pensé. Te he visto en clases... y en los pasillos. Me parece curioso que nunca hayas cambiado ese lugar en la mesa de Defensa, siempre el mismo.

Peter frunció el ceño, confundido.

-No lo había notado...

-A veces uno no se da cuenta de las cosas que lo hacen único -comentó Barty, abriendo al fin uno de sus libros-. Como tus pecas.

Peter se quedó quieto.

-¿Mis pecas?

-Sí -respondió con naturalidad-. Me recuerdan un poco a un cielo lleno de estrellas. Tienen... algo especial. Supongo que me gustan.

No hubo ni sonrisa pícara, ni risa burlona. Solo ese tono tranquilo que hacía que las palabras quedaran resonando más tiempo de lo normal.

Peter bajó la mirada, sintiéndose al mismo tiempo confundido y un poco más liviano. Era la primera vez que alguien decía algo así sobre él. Y mucho menos alguien como Barty.

-Gracias -murmuró.

Barty no respondió, solo empezó a subrayar algo en su pergamino. Pero Peter, por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez no era completamente invisible.

Peter seguía sin poder concentrarse. Fingía leer, pero cada palabra en el libro parecía deshacerse apenas la miraba. Barty escribía con tranquilidad, sin apuro, a veces mirando por la ventana, otras anotando algo con una caligrafía impecable.

Apuesta de los Slytherin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora