Samhain era de ellos. De los brujos.
Un tiempo para recordar a los que se habían ido, para honrar a los ancestros, para rendirse sin miedo a la oscuridad del ciclo natural, sin disfrazarla, sin cubrirla de lentejuelas y caramelos. Hogwarts —una escuela que respiraba magia, construida en tierra escocesa de raíces profundamente celtas— había celebrado Samhain con la solemnidad que merecía. O eso contaban los libros antiguos, los pocos que aún no habían sido filtrados por la versión "amable" y muggle-friendly de la historia.
Halloween, en cambio... le sabía amargo. Una ironía grotesca. Una burla sin intención.
Era una fiesta muggle. Una imitación diluida de Samhain, arrancada de su sentido original y cubierta de una capa chillona de marketing, máscaras plásticas y chistes baratos. Una fecha que, para colmo, había terminado simbolizando la persecución de los suyos. ¿Acaso lo habían olvidado? ¿Acaso nadie más veía lo insultante que era transformar una fecha en la que se habían quemado brujas reales, brujas con magia, en una ocasión para jugar a tener miedo?
—Es absurdo —murmuró, con los labios casi sin moverse.
¿Por qué tenían que adaptarse ellos a los muggles? ¿Por qué no al revés? Si alguien debía aprender, integrarse, cambiar, ¿no eran los hijos de muggles quienes habían cruzado al otro lado del velo? ¿No eran ellos los recién llegados? ¿Por qué los magos y brujas habían dejado de lado sus propias raíces para adoptar una celebración tan ajena?
Elizabeth no era ingenua. Sabía que el mundo cambiaba, que la magia también. Pero había una diferencia entre evolucionar... y olvidar. Entre compartir... y desdibujarse.
Ella había leído —varias veces— sobre las antiguas costumbres de los magos, sobre cómo en el pasado, Hogwarts celebraba Samhain con silencio y fuego. Se apagaban las luces y se encendían antorchas. Se comían panes redondos, marcando la eternidad del ciclo vital. Se dejaban ofrendas en ventanas abiertas, se susurraban los nombres de los muertos en lengua antigua. Era una noche de recogimiento, no de ruido. De comunión, no de espectáculo.
Y entonces había llegado Dumbledore. Con sus discursos cálidos, su mirada amable y su insistente necesidad de transformar la escuela en un espacio accesible. No inclusivo. Accesible. Acomodado. Adaptado a las sensibilidades muggles, a sus referencias culturales, a sus símbolos vacíos. Había reformado tantas tradiciones que a veces parecía más interesado en complacer a los hijos de muggles que en preservar la herencia mágica.
Elizabeth no odiaba a los hijos de muggles. Sería absurdo hacerlo. Ilógico. Su propia existencia era mestiza, una línea entre dos mundos. Muchos de sus compañeros de año eran hijos de muggles. No se trataba de sangre, ni de linaje. Era cuestión de pertenencia. De respeto.
Entrar al mundo mágico implicaba aprender su idioma. Sus leyes. Su historia. Su identidad. Pero lo que veía a su alrededor era lo contrario: magos intentando disfrazar su mundo para no incomodar, para no parecer demasiado distinto. Para no asustar. Para ser aceptables.
Como si la magia necesitara disculparse por existir.
Se estaban perdiendo muchas tradiciones, si tenia en cuenta todo lo que habia leído. Las generaciones nuevas celebraban Halloween sin saber qué era Samhain. Hablaban de dulces sin saber de hogueras. Gritaban de risa sin conocer el silencio reverente de una noche donde los muertos podían escuchar.
Y ella no quería formar parte de esa pérdida. No pensaba dejar que su historia fuera reemplazada por luces de colores y frases en inglés moderno. Porque la magia no era espectáculo. Era raíz.

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Cursed Potter | Cedric Diggory
FanfictionDos hermanos. Dos caminos marcados por el mismo apellido... y por todo lo que nunca compartieron. Harry Potter, el ni?o que sobrevivió, nunca supo que tenía una hermana. Elizabeth Potter, en cambio, lo supo siempre. Separados por Dumbledore tras la...
C.005 - The Sorcerer's Stone
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