"Ella no me pertenece. Pero ya no hay un solo rincón en mí que no lleve su nombre."
Kaidën
Los días de primavera en las calles de Milán Italia son algo inestables, hace apenas un momento había un sol radiante y ahora empieza a llover.
Me pongo mi chaqueta y salgo de mi habitación bajando las escaleras, tomando las llaves de mi auto me despido de las personas que cuidan mi casa, subo al coche y conduzco hacia el hospital militar.Ya pasaron dos semanas desde que Meridia está en el hospital.
Yo creo que ya debían haberle dado de alta, pero como ella es tan terca no la dejan salir aún. Salgo a las calles y con esta lluvia el trafico se vuelve ligeramente insoportable.No sé qué tiene esta mujer, pero produce en mí un efecto que no cualquiera logra, sorpresa y fascinación.
Sensaciones que creía enterradas desde hace años.Mi mundo se volvió monótono hace tiempo. En este trabajo, uno se acostumbra a todo, desde situaciones absurdas hasta intestinos volando por los aires. Nada me sorprendía ya.
Nada... hasta que la vi a ella.Sigo conduciendo pero mi mente no está aquí. Vuelve, como un eco obstinado, al recuerdo de su figura.
Casi bañada en sangre.
Moviéndose con una agilidad y destreza imposible, como si el dolor no la alcanzara. Como si el infierno no pudiera tocarla.Ella tiene algo.
Algo que no logro definir, pero que se ancló en mí desde ese día y desde entonces no sale de mi cabeza.
No hablé mucho con ella ese momento, apenas un par de palabras, antes de que me echara de la habitación prácticamente a patadas.
Tiene carácter, hay que admitirlo.
No cualquiera se atreve a enfrentarme con esa mirada y aún menos en ese estado.
Pero fue su aura, esa energía salvaje que emanaba sin pedir permiso.
Esos ojos que gritaban peligro. Que advertían sin decir una sola palabra.
Solo he sentido eso una vez en mi vida y desde entonces, guardo respeto absoluto por esa persona.Aparqué frente a una pastelería.
Decidí llevar algunos bocadillos, había notado que tanto ella como el niño tenían una debilidad por lo dulce. Era un gesto simple pero algo dentro de mí quería hacerlo.Cuando tuve todo en la bolsa, subí de nuevo al auto. Conduje los siguientes quince minutos en silencio, con la música apagada y los pensamientos alborotados, hasta llegar al hospital.
Aparqué en el estacionamiento, bajé del coche y caminé directo hacia la entrada. Habían pasado cinco días desde la última vez que la vi. Tenía el rostro hinchado, lleno de moretones, el cuerpo claramente maltratado.Camino por los pasillos, bolsa en mano.
Cada paso retumba en mi oído más fuerte que el anterior, siento mi pulso acelerado y suelto un suspiro pasando una mano por mi cabello, echándolo hacia atrás. No sé qué diablos me pasa.
Conforme me acerco a su habitación, mi respiración se agita.Dos soldados custodiaban la entrada de su habitación, les dirigí un leve asentimiento de cabeza. Ambos respondieron con la misma seriedad y justo cuando levantaba la mano para tocar la puerta, una voz grave me llamó por mi nombre.
Me giré hacia la izquierda y ahí estaba él: el General de División Nevan Rykerson.
Un hombre alto y fornido, líder nato con una actitud confiada y autoritaria. Su presencia imponente, mirada penetrante y las misiones en las que estuvo inspiran respeto y admiración en quienes lo rodean haciendo que algunos le tengan miedo y no cualquiera le mantenga la mirada.
Venía acompañado por dos soldados, los mismos que siempre estaban tras él como su sombra personal.
Y aunque intentaban mantener el porte firme, no me pasó desapercibido el miedo en sus ojos.

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Flores de Sangre [+21]
Teen FictionEn un mundo de sombras y silencios rotos, una joven mujer resurge de las cenizas de su historia, marcada por cicatrices que el tiempo no ha podido borrar. Perseguida por su propio pasado, lucha por hallar un lugar en un universo que parece escrito e...