Una semana había pasado sin ver a Ana, ¡Una maldita semana! El tiempo solo le había dado para escribirle pequeños mensajes.
La extrañaba, la extrañaba tanto que lloraría, pero ni para eso tenía tiempo.
En un corto período debía tener los nuevos diseños y en poco menos de 3 meses todos tienen que estar listos para su nuevo lanzamiento.
Y no tenía ni idea de qué hacer.
¿El motivo? Su madre. Esa despreciable mujer cuyo título de madre no merecería ni volviendo a nacer, su asqueroso egoísmo y su querer controlar todo siempre la tenían al borde de la locura, las pesadillas habían incrementado y, ¡Maldita sea! Extrañaba a Ana.
Quería abrazarla, dormir en sus brazos de nuevo, porque con ella sí podía dormir, descansar, recobrar energías. Con Ana, ella podía ser ella y no la gran Elizabeth Miller, dueña de Polo & Sieg Asociation y la mujer que su madre quería casar a la fuerza con un cerdo asqueroso.
No quería eso, pero, ¿Cómo decir que no? Cuando ella... esa asquerosa mujer la manipulaba y extorsionaba con lo que más había amado.
Su padre.
En aquella oficina, yacía Elizabeth dormida tranquilamente, por primera vez en todo lo que lleva la semana; todos estos anteriores días, había deseado escaparse para ir a dormir con Ana, pero algo siempre aparecía y no encontraba el momento.
Mucho menos con la vieja apareciéndose en su casa cada tarde.
"Lizi se encontraba duchándose, eran las cuatro de la tarde, si nada salía mal en la reunión que tendría con Jean, el diseñador, podría ir a dormir con Ana ese miércoles, quizá era tarde, lo entendía, pero la ojiverde era inteligente y sabría qué hacer.
La mujer salió del baño envuelta en una toalla, al igual que su cabello, bajó hasta la cocina y le pidió a una de las mujeres que le sirviera una taza de té.
Necesitaba estar tranquila antes de salir.
Deshaciendo el camino de vuelta a su cuarto, encontró un enorme y desagradable inconveniente.
– ¿Qué haces aquí? – Sus palabras eran odio puro.
– Hola, querida, ¿Así es como saludas a la mujer que te dio la vida? –
– Yo no te pedí nacer, después de todo. – Era furia lo que le recorría las venas.
– A tu padre no le hubiese gustado que hablaras así. – Ahí estaba, esas eran las malditas palabras.
Siempre.
– ¿Qué quieres? – Con dolor en su garganta habló. – Habla rápido que debo ir a una reunión. –
– Me estoy haciendo vieja conforme pasan los días y tú también, Elizabeth, ¿Cuándo piensas casarte y darme nie–
– ¿¡A eso vienes!? – La furia de las venas le había llegado al corazón. – ¡No pienso casarme con ese hombre ni con ningún otro! ¡Entiéndelo, madre! –
– ¡Marie Elizabeth, por Dios! – La mayor de las dos se levantó de su comodidad egoísta. – Otra vez con lo mismo. –
– ¡Por Dios nada! Estoy harta, hastiada totalmente de tus planes–
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| Adolescente en renta |
Teen FictionTengo una página web con mis amigas desde hace un a?o, hemos creado nuestra propia micro empresa con el fin de recolectar dinero para varias causas. Pensamos la idea en un principio de manera de broma, sin embargo, con el tiempo pasó a ser nuestra f...
