Era una casa hermosa, de un tamaño regular, de una belleza convencional y un precioso patio delantero con una horrenda decoración de nomos de jardín y flamencos de plástico. Parecía un lugar muy común, una casa como cualquier otra, pero sé que será mi perdición.
Me tragué mi orgullo y le pedí disculpas a Paprika, únicamente porque necesitaba sus consejos "de moda". Mejor dicho, su asesoramiento para saber que es lo que me hace un mejor trasero.
A pesar de que ella seguía insistiendo en que la disculpa se la debía a otra persona, jamás la vi tan radiante a la hora de ayudarme.
—Es que te veo un futuro con él. —me explicó apresuradamente, buscando entre mis ropas algo que no fuese negro.
Como era de esperar no tuvo suerte con ello.
—Pues deberías dejar de ver un futuro donde no hay nada. Mi atracción por él es frágil y la suya por mí es inexistente. —señale con toda la convicción que fue posible en ese momento, considerando que le pedí ayuda a ella para verme bien para él.
Dios que horror. Por suerte, ella únicamente giró los ojos.
Y ahora estamos aquí. Tuve un momento de pánico en el que pensé en salir corriendo después de tocar el timbre pero Paprika leyó mis intenciones muy bien y me tomó de la mano.
Todavía siento escalofríos cuando repaso en mi mente ese mensaje que me envió Sean antes de venir. ¿Podría saber algo de los vergonzosos e involuntarios sentimientos que están creciendo últimamente en mi por su culpa? Una cosa es que sepa de mis erecciones por él, porque un chico puede tener sus fantasías y a esta edad todo calienta un poco... pero es una cosa distinta si sabe acerca de mis latidos acelerados y la sudoración en las palmas de mis manos, o peor aún... mis pensamientos absurdamente románticos, los cuales me encargo de reprimir lo mejor posible, pero de vez en cuando pueden hacerse notar en una mirada descuidada de anhelo.
La puerta se abrió en lo que a mí parecer fue una eternidad. Sean nos sonreía a través del marco de la puerta. Mi estómago empezó a doler y retorcerse cuando lo miró, quise irme pero Paprika tomó con más fuerza de mi mano.
—¡Buenas noches Sean! Te ves adorable. ¿Están los demás?
—Así es, ustedes son los últimos en llegar.
—Adrik se demora siglos en el baño. Y luego las mujeres tenemos la culpa.
—¡Oye! —me quejé con un sonrojo involuntario y miré para otro lado.
Aunque prontamente la risa se Sean me devolvió la atención sobre él, luego de su carcajada me observó de arriba a abajo, parecía gozar de un particular buen humor.
—Valió la pena la espera. Te ves bien, Sasha, pasen. —se hizo a un lado y nos mantuvo la puerta abierta, como el buen caballero que es.
Bien se descuidó, Paprika me miró con emoción, como si ella se sintiese igual de entusiasmada y esperanzada por esas tontas palabras que además, me aterrorizaron un poco. Me encontré entre el miedo, la incomodidad y la felicidad, todo al mismo tiempo, por una estúpida frase que podría no haber significado absolutamente nada.
Y estuve tan avergonzado que mi olvidé de estar enojado por el uso de mi penoso segundo nombre.
Simy y Milo estaban ahí tomando unas cervezas frías y comiendo pizza de la caja. Mi boca se hizo agua aunque había cenado hace no mucho tiempo.

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Sala de castigo |?
Teen FictionLa vida suele ser una perra y la de Adrik no es una excepción. La única manera de superar sus supuestas desgracias es apoyándose en el humor (en su mayoría no muy convencional) y utilizando grandes cantidades de sarcasmo. Adrik venía sospechando ac...