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La bienvenida.

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Tome la manta y la sacudí, con mi mirada fija en la apertura de aquellas grandes paredes rocosas. La curiosidad crecía en mí cada vez más, llenándome por completo. Es normal, ¿no? digo, despierto en una maldita caja sin recordar absolutamente nada de mí más que mi nombre, estoy en un lugar desconocido con chicos desconocidos y siendo la única mujer entre ellos, agregando que después de esas aperturas quién sabe que cosa tan mala se encuentre más allá como para que lo prohíban y adviertan de tal manera.

¿Acaso es tan malo?

—Siempre es lo mismo—la voz del pequeño me saco de mis pensamiento, él me ayudaba a hacer mi hamaca, amarrandola entre dos palos gruesos— Alby nos da el recorrido, nos dice las reglas y es todo...

—Wow—asentí apenas escuchándolo, algo me incitaba a caminar hacia las paredes rocosas, por lo que dejé la manta a un lado y avance con ansias en dirección a los grandes muros, dejando de escuchar al pequeño.

—¡Hey! ¿qué haces?—pregunto Chuck llegando a mí lado con la respiración agitada.

—Tranquilo, solo quiero ver —respondí — me da curiosidad saber que hay allá afuera.

—Puedes ver pero solo eso, no podemos ir más allá de los muros —contesto viendo a su alrededor para luego enfocar su mirada en mí — solo los corredores pueden salir, ellos saben más del laberinto que ninguno.

Me quedé estática en mi lugar, ¿acaba de decir laberinto o escuché mal?

—Espera que, ¿laberinto? —me gire a verlo con algo de pánico— debes estar bromeando.

—¿Qué? ¿Quién dijo laberinto? Yo no fui, ¿escuchaste laberinto? —fingió estar confundido.

—Dijiste laberinto, chiquillo.

—¿En serio dije eso? Pero que ocurrencias ja ja —puso sus manos en su cadera, nervioso y evitando el contacto visual— Era una broma, ¡caíste!

Entrecerre mis ojos y me puse frente a él, pero miro el suelo, me agache un poco para verlo y nuevamente evito mi mirada.

—Chuck necesito que seas sincero —alce ambas cejas con seriedad.

Él suspiro rendido, me miró y luego a la apertura, seguido de esto giro a todos lados y se acercó más a mi.

—Si, es un laberinto —susurro, abrí mis ojos en grande sintiendo como se me iba el aire por unos momentos— Solo no le digas a nadie que te dije yo. Aún no era momento de que supieras.

Me quedé analizando aquellas palabras, enderezandome gire mi cabeza hacia la gran apertura. Cualquier rastro de valentía fue sustituido por el temor y un gran escalofrío que me recorrió de pies a cabeza al imaginar el inmenso lugar que nos rodeaba. Si era así iba a ser difícil poder recorrerlo todo para encontrar una salida. ¿Y si te pierdes dentro y no tienes como volver? ¿Cómo es que no han descubierto la salida? ¿Cuánto tiempo llevan aquí dentro?