M I N E -[Pausada]

By Massiel_Add

6.7K 518 12

Prólogo. El brillo del collar resplandecía bajo la luz tenue. Para Dhereck, aquel pequeño objeto no era solo... More

capítulo 1
Capitulo 2
Capítulo 3
capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capitulo 38
Capítulo 39
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45

Capítulo 40

67 8 0
By Massiel_Add

Capítulo 40:    Maldito lobo

—¿Y cuándo piensas hacer pública la fecha? —preguntó mi tío Noah, con ese tono de voz que me da ganas de romperle los dientes.

Estábamos sentados en la sala de mi penthouse, con vista directa al infierno de París. Él en su traje de abuelo mafioso retirado, y yo… aguantando las ganas de largarme.

—Cuando me dé la gana —respondí girando el vaso de whisky entre los dedos.

Mi tía Gema suspiró. Siempre tan "delicada" y metida en lo que no le importa.

—Es tu boda, Dhereck. Una celebración importante. La familia necesita—

—Mi familia no necesita nada —la corté.—. Y yo no necesito a mi familia para casarme con ella.

Noah apretó la mandíbula. Me encantaba verlo morderse la lengua.

Nunca me llevé bien con los hermanos de mi padre. Estaba por mandarlos al carajo, cuando sonó mi celular. Lo tomé sin ver el número.

—¿Qué?

—Señor... encontramos a North.

Me quedé quieto.

—¿Dónde?

—A las afueras del bosque en su residencia del norte. Volvió solo. Está bien.

Sentí una maldita presión soltarse en mi pecho. Había pasado un mes desde que ese animal se largó. Nadie sabía a dónde. Pero lo esperé. Porque North no se pierde. Solo se toma su tiempo para volver.

Colgué.

—Esto se acabó. Tengo algo más importante que hacer —Dije, poniéndome de pie y tomando las llaves.

—¡Dhereck, no seas infantil! Estamos hablando de tu boda —gruñó Noah.

—Estoy hablando de mi lobo —solté sin mirarlos—. Y tú no estás invitado a mi boda, por cierto.

Con eso caminé hasta la salida, y cerré la puerta detrás mío.

•••

Llegué justo cuando el cielo se teñía de naranja. La brisa soplaba fuerte, y ahí estaba, el bastardo peludo, negro como la noche, corriendo hacia mí como si no se hubiera largado por treinta jodidos días.

—Mírate —murmuré agachándome.— Te crees el rey, ¿no?

North lamió mi cara como si fuéramos dos imbéciles felices en una película familiar.

—No vuelvas a hacer esa mierda otra vez —le dije, rascándole detrás de las orejas. No me escuchó. Obvio, nunca lo hacía.

—¿Desde cuándo eres suavecito con alguien que no sea yo? —escuché su voz detrás de mí.

Me giré y ahí estaba, con una sudadera mía que le llegaba a medio muslo, el cabello suelto, y una sonrisa ladina brillaba en sus labios.

North corrió hacia ella y casi la tumba.

—Que traidor. —le dijo entre risas mientras él le lamía la mejilla.

Ella me miró desde el suelo, con el lobo casi encima. Alehya me estiró una mano desde el suelo. Se la tomé.

—¿Sabes? Si North vuelve para la boda, deberías considerarlo como tu padrino —Dijo con una mirada divertida.

—Ya lo es —respondí sin dudar.

Porque si alguien me entendía en este mundo, con todas mis sombras, era ese animal.

Y Alehya... Alehya simplemente era la única que yo había decidido no soltar, ni siquiera cuando el mundo entero me grita que lo haga.

Alehya me limpió la cara con la manga de mi sudadera mientras North seguía pegado a ella como si fuera un maldito peluche gigante.

—¿Dónde carajos estuviste, eh? —le preguntó, acariciándolo como si fuera un chihuahua y no un monstruo de ochenta kilos.

North se tiró panza arriba, con el hocico relajado y la lengua fuera. Traidor hasta los huesos. Solo con ella se comportaba así.

—Se nota que no te hace caso ni tu propio lobo —burló Alehya.

—Y tú que hablas, si apenas lo viste te derretiste —le respondí, acercándome más. Puse mi mano en su nuca y la jalé hacia mí—. Ya tienes suficiente competencia en casa, muñeca. No le des celos a North.

—¿Tú celoso del lobo? —rió contra mis labios.

—Estoy celoso hasta del puto oxígeno que respiras.

Besé sus suaves y carnosos labios.

Cuando nos separamos, North se metió en medio, literal, metiendo la cabeza entre los dos.

—¡North! —se quejó Alehya—. ¡No eres el protagonista!

—Él piensa que sí —murmuré, con una sonrisa que no le dejo a nadie más—. Lo crié yo, ¿qué esperabas?

Ella acarició su enorme cabeza mientras me miraba.

—Podríamos vestirlo para la boda. Algo elegante, algo que combine contigo... Algo negro.

—¿Quieres ponerle traje al lobo? —arqueé una ceja.

Me miró como si le hubiese hecho una pregunta estúpida.

—Obvio. Ustedes serán el dúo más sexy de la ceremonia.—Miró a North—Sería un lindo padrino. Aunque no creo que llegue hasta el altar sin comerse los cojines.

—O a uno de los invitados.

Una risa salió de nosotros. De esas que solo nacen cuando estoy con ella.

Pero el momento se cortó cuando mi celular vibró.

Un mensaje.

“Tu tío está furioso. Dijo que no puedes vetarlo de tu boda. Quiere hablar.”

Rodé los ojos. Maldito Noah. ¿Qué parte de “no estás invitado” no entendía?

—¿Problemas? —preguntó Alehya, al ver mi expresión.

—Nada que no pueda resolver con una bala —contesté, guardando el teléfono.

—¿Te arrepientes de esto? —soltó de la nada.

La miré fijo.

—¿De qué?

—De casarte conmigo.

Me acerqué. Metí una mano por debajo de su sudadera, apoyándola en su cintura desnuda.

—Me arrepiento de no haberte secuestrado antes.

Alehya sonrió, mordiéndose el labio. Sus mejillas se sonrojaron un poco, aunque lo ocultó bajando la mirada.

—Bastardo posesivo —susurró.

—Mujer mía —le recordé, besándola otra vez.

North ladró fuerte, como si también reclamara atención.

—Sí, sí, ya. También eres importante. —Espeté y giré los ojos.

North no dejó de mover la cola ni de seguirme, como si no hubiera pasado un mes entero desde la última vez que lo vi. Su hocico empujó mi mano una vez más, como si me estuviera reclamando todo ese tiempo perdido. Sonreí un poco, lo suficiente como para que cualquiera que me conociera supiera que estaba de buen humor. Pero eso duró poco.

—Vamos —le dije, dándole un leve golpecito en el lomo mientras abría la puerta de la casa—. No me vas a dejar ni fumar tranquilo, ¿verdad?

—Creo que North es el único que logra hacerte ver tierno… Él y yo, claro —comentó con esa sonrisita de satisfacción que me da ganas de encerrarla contra la pared y hacerla gritar solo para que no tenga espacio de hablar.

—No te emociones tanto, nena. El lobo al menos no habla mientras me mira así —murmuré, cerrando la puerta tras de nosotros.

North se instaló en la alfombra como si fuera su trono.

El interior de la casa olía a madera, a limpio, a hogar. Un hogar que nunca había tenido hasta que ella apareció con sus malditos tacones carísimos, sus manías, su boca afilada y su necesidad de dejar ropa interior en cada maldita habitación.

Alehya se quitó el abrigo y lo dejó caer en el respaldo del sofá.

—¿Quieres algo de tomar? —preguntó mientras se dirigía a la cocina como si fuera su territorio.

—Sí, a ti.

Me dejé caer en el sillón, y North se echó a mis pies. Mis dedos se enredaron en su pelaje mientras escuchaba a Alehya abrir y cerrar puertas.

—¿Por qué no me habías dicho que North volvería? —preguntó desde la cocina—. Pensé que estaba perdido.

—Nunca dije que estaba perdido. Solo estaba haciendo su trabajo. Tiene mejor entrenamiento que muchos de los idiotas que tengo bajo mi mando.

Ella volvió con dos copas de vino. Me ofreció una y se acomodó a mi lado, cruzando las piernas. Sus tacones YSL brillaban bajo la luz tenue del salón.

—No me mires así, Dhereck. No estoy de humor para tus tonterías esta noche —dijo, dándome un sorbo a su copa.

—Entonces deberías dejar de provocarme usando esos malditos tacones.

—¿Estos? —levantó una pierna con descaro, dejándola reposar sobre mi muslo—. Pensé que te gustaban.

Me incliné hasta ella, y mis ojos bajaron a sus labios.

—Me encantan. Pero los prefiero cuando están en el suelo de mi habitación… junto con el resto de tu ropa.

Ella se mordió el labio inferior, y se recostó en el sillón, sonriendo.

—North debería quedarse con nosotros esta noche. Me hace sentir más segura.

—¿De mí, o de lo que podría hacerte en la oscuridad?

—De las dos cosas.

Alehya se acomodó más en el sillón, dejando su copa de vino en la mesa de centro. Mi mirada bajó por su cuello, su clavícula, la curva de su pierna aún reposando sobre mí.

Esa mujer tenía el jodido don de verme como si fuera su maldito juguete, y al mismo tiempo, hacerme sentir que el mundo se iba a la mierda si no la tenía entre mis brazos.

—Te estás pasando —murmuré, agarrando su tobillo con fuerza. Su piel era suave, pero mi agarre era firme.

—¿Yo? —alzó una ceja, con esa sonrisa tan maldita—. No he hecho nada… aún.

Me incliné sobre ella, acorralándola contra el respaldo del sillón. Su aliento chocó con el mío, y aunque su pecho subía y bajaba más rápido, no retrocedió ni un centímetro. Esa era otra cosa que me enloquecía, ella no me temía. No como los demás. Ella sabía que podía destruirla y aun así me desafiaba con cada palabra.

—Sigues jugando con fuego, Alehya —mi voz salió baja, ronca, cargada de deseo contenido.

—Y tú sigues esperando que eso me asuste. —susurró, tan cerca que su nariz rozó la mía.

North resopló desde su rincón, como si entendiera perfectamente lo que estaba a punto de pasar, y se giró, dándonos la espalda.

—Hasta el lobo se cansó de nosotros —ella soltó una risita, y yo me perdí por un segundo en el sonido. Dios, cómo odiaba amarla tanto.

La levanté con facilidad, sin darle tiempo a reaccionar. Su cuerpo quedó contra el mío, sus piernas automáticamente rodearon mi cintura, y su boca chocó con la mía en un beso que sabía a guerra.

Mis manos la apretaron con fuerza por los muslos mientras la llevaba hacia la escalera, ignorando por completo la copa caída al suelo y los tacones que se fueron quedando atrás.

—No hay boda sin luna de miel, ¿cierto? —murmuré contra sus labios, mientras abría la puerta de nuestra habitación.

—No me vas a aguantar ni una noche, mafioso —susurró, clavando sus uñas en mi nuca.

Bajé su cuerpo, y la dejé de pie. Cerré la puerta con seguro detrás de nosotros, y me quedé mirándola mientras se acariciaba su hermosa melena.

Tan mía.

Me acerqué despacio, sin decir nada. Ella no se giró. Sabía que estaba ahí, ella podía sentirlo, su cuerpo lo delataba.

La tomé de la cintura con una mano y la atraje hacia mí, pegando su espalda a mi pecho.

Ella se tensó.

La giré con brusquedad, la espalda chocó contra la pared y mis labios se estamparon contra los suyos. No fue un beso dulce. Fue hambre, necesidad.

La besé como si el oxígeno no importara, como si quisiera grabarme su sabor en la sangre. La sentí rendirse, la sentí abrir los labios y hundir las manos en mi camisa.

Mis manos bajaron a su cintura.

—Dhereck… —gimió contra mi boca.

Me separé.

—No —le dije, con una sonrisa de puro infierno.

Su ceño se frunció, sus labios estaban rojos, y su respiración, descontrolada.

—¿...Qué?

—Hoy no, Alehya —susurré, pasando mi pulgar por su labio inferior—. Hoy solo quiero verte así. Desesperada por mí. Ardiente, inquieta. Quiero que maldigas mi maldito nombre mientras intentas dormir. Quiero que llores de frustración por no tenerme dentro de ti esta noche.

—¡Idiota! —explotó, empujándome, pero ni siquiera se movió un centímetro.

—Tú eres la que no deja de volver a mí.

Me alejé, tomé mi chaqueta del respaldo de una silla y caminé hacia la puerta.

—¿A dónde vas? —preguntó, aún sin aliento.

—A fumar —dije con una media sonrisa—. Necesito calmarme si no quiero arrancarte la ropa y follarte contra esa pared.

Salí del cuarto, sabía que la dejaría ardiendo, y eso era exactamente lo que quería.

El aire frío de la noche me golpeó apenas salí al balcón. Encendí el cigarro con un encendedor de oro, regalo de uno de esos socios que creen que pueden comprar mi paciencia. Idiotas.

Inhalé hondo y dejé que el humo quemara un poco mis pulmones.

Mi mente seguía atrapada en Alehya. Maldita sea… me está volviendo loco.

El celular vibró en el bolsillo de mis pantalones. Revisé la pantalla: Andy.

Suspiré y contesté.

—¿Qué quieres?

—Wow, qué cariñoso. ¿Molesto?

—Siempre lo eres. Habla.

—Solo llamaba para saber si ya tienes decidido lo del envío a Milán. Hay que moverlo esta semana o perderemos el contacto.

Le di una calada larga al cigarro.

—Hazlo el jueves. Y pon a Jared a cargo. Si vuelve a joder todo, lo quiero fuera.

—Entendido. Oye… ¿todo bien allá? Suenas como si te hubieras metido a una jaula con una fiera.

Solté una risa seca.

—Porque eso hice.

Andy rió del otro lado.

—¿La princesa te tiene de rodillas, eh?

—Cierra la boca —gruñí, aunque una parte de mí quería reír también—. No me tiene de rodillas. Me tiene con los dientes apretados y las ganas por los cielos.

—Eso es peor —bromeó Andy—. ¿Ya tienes fecha para la boda?

—No.

—Eres un maldito, Dhereck.

—Y tú, un metido. Cuida ese envío, y no me vuelvas a llamar si no es por algo urgente.

—Sí, sí… te amo también.

Corté antes de que dijera algo más estúpido. Miré hacia el horizonte, las luces de la ciudad eran un borrón brillante.

Dentro, sabía que Alehya aún estaba despierta. Y conociéndola, seguramente estaba lanzando cojines por la habitación, maldiciéndome en voz alta.

Sonreí de lado.

Mi mujer podía odiarme todo lo que quisiera... Pero mientras me desea así de fuerte, todo estaba bajo control.

°°°

Hasta aquí el capítulo. No olvides votar criaturita 💓

Continue Reading

You'll Also Like

2.4K 215 40
Sinopsis: Seis años atrás, Hellen se convirtió en la sombra entre la muerte y la vida. No recuerda a quién salvó. No recuerda la sangre. No recuerda...
27.8K 4.2K 76
Él no ofreció rescates ni promesas vacías. En cambio, me reveló un mundo donde mi dolor podía transmutarse en una forma distorsionada de placer. Sus...
12.2K 517 32
Género: Dark Romance, Terror Cuando la Dzó se convierte en adicción... ¿quién sobrevivirá al veneno? ¿Podré escapar de las garras de este depred...
1.2M 89K 47
BILOGÍA JUEGOS ENVENENADOS (II LIBRO) Dos años no parecen ser suficientes para disipar el rencor y hacer volar las cenizas de donde ardió una pasión...