¿¡!?

By mmmclau

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Segunda parte de "¡Te maldigo, baño de prefectos!" ¿Qué pasaría si severus decide encontrar una forma de cum... More

*Leer para evitar confusiones*
Murmullos
Miedo
Amar y ser amado
¿Qué sabes?
Merecen la verdad
Una difícil decisión
Parte de la manada
Wolfstar
Decisión tomada
Sirius y Severus
Barty y Peter
Segundo mes
Novia
Cita con Pomfrey
*Pregunta sería*
Tercer mes
Solo un niño
Abriendo los ojos
Un amigo olvidado
Cuarto mes
Por mi vida
James y su bocota
Padres temporales
Quinto mes: Lucius Malfoy
Suegros
Sexto mes: Revelaciones
Wolfstar
Séptimo mes
Justicia, hijo de perra
Poción sorpresa
Octavo mes: Moony
Evan y Regulus
Demasiados cuidados
Harry parece ansioso por salir
Lo hago por amor
Lo siento Sev
¿󾱲Բ?
Los aniversarios del wolfstar (extra)

¿¡Estás bien!?

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By mmmclau

Era una tarde tranquila.
Demasiado tranquila, pensaría Remus más tarde.

Los merodeadores estaban esparcidos por la sala común, junto con Severus y Barty, que últimamente se unían más seguido a su grupo, en esa especie de tregua no verbal que todos respetaban mientras las bromas se mantenían suaves y las preguntas demasiado directas, ausentes.

James tenía la cabeza apoyada en el regazo de Severus, que leía un libro de aritmancia con su ceño fruncido, aunque sus dedos se enredaban inconscientemente en el pelo rebelde de su novio. Sirius y Peter jugaban a lanzar bolitas de papel a un sombrero colgado en la repisa, mientras Barty los observaba desde el sillón contiguo, con una sonrisa discreta que, según Remus, era más bien de quien espera que algo estalle en cualquier momento.

Él mismo hojeaba un tomo de criaturas mágicas cuando notó que Severus se detuvo.
No con un movimiento evidente, sino con una rigidez apenas perceptible.
Sus dedos se tensaron. Su respiración se hizo superficial.
James, al notar el cambio, se incorporó de inmediato.

—¿Sev? —preguntó, en voz baja, apoyando una mano en su espalda.

Severus parpadeó con fuerza, como si intentara enfocar algo que no estaba allí. Llevó una mano a la sien. Un tic involuntario agitó su ceja izquierda.

—Mierda —murmuró apenas.

Y antes de que nadie pudiera reaccionar, se puso de pie de golpe, empujando suavemente a James al hacerlo. Se tambaleó. Luego se giró con un gesto urgente y salió a toda velocidad de la sala, tropezando con el marco de la puerta al salir.

—¡Severus! —gritó James, ya de pie, pero sin saber si seguirlo o esperar.

Un segundo después, todos escucharon el sonido lejano y reconocible del vómito.
Remus fue el primero en levantarse, instintivamente. James lo siguió.

—Voy a ver —dijo el licántropo, serio.

Pero lo que detuvo a Remus no fue el sonido, ni el mareo repentino de Severus.
Fue Barty.

Lo observó en silencio.
Barty se había quedado sentado, inmóvil, como si una corriente helada lo hubiera atravesado.
Sus manos estaban apretadas sobre sus rodillas, blancas de la tensión. Pero era su rostro lo que lo traicionaba.

No solo preocupación.
No solo miedo.

Culpa.

Una sombra de culpa densa, amarga, que se colaba por sus gestos más pequeños: cómo evitaba mirar la puerta, cómo apretaba la mandíbula, cómo su respiración se había agitado en silencio.

—¿Barty? —preguntó Remus con voz neutra, quedándose un momento antes de seguir al baño.

El otro alzó la vista, fugaz. Una máscara.

—Debe ser un mareo. Se salteó el almuerzo —dijo. Demasiado rápido.

Remus no respondió. Solo lo miró. Un segundo, dos. Luego se fue, pero no sin que Barty supiera que lo había notado.

Cuando Remus llegó al baño, encontró a Severus de rodillas, jadeando, con las manos en el borde del lavabo. James estaba a su lado, arrodillado, murmurándole cosas que apenas se oían:

—Estoy aquí, amor, respira. Solo respira, ¿sí?

Severus asintió con lentitud, pero aún estaba pálido. Tenía los labios descoloridos, y su frente brillaba de sudor. La taza estaba limpia ya, gracias a un hechizo rápido de James, pero el temblor en sus manos no desaparecía.

—¿Qué fue eso? —preguntó James con suavidad, acariciándole la espalda.

—No lo sé —respondió Severus, sin alzar la vista—. Solo... Me mareé. Es que me salté el almuerzo. —Pero incluso en la boca de él sonaba a excusa.

Remus lo observó en silencio, entrelazando la imagen de Severus temblando con la de Barty, estático y culpable.

No dijo nada aún. Pero su mente ya había comenzado a atar cabos.
Y no le gustaba la forma del nudo.

[...]

James prácticamente arrastró a Severus hasta la enfermería, con una mano en su cintura y otra sosteniéndole el brazo. Severus protestó con gruñidos apagados, pero no tenía fuerzas para resistirse realmente.

—Estoy bien, no era necesario…

—Me importa una mierda si estás bien ahora, Severus. Acabas de vomitar sin razón, y te desmayabas en cualquier momento —replicó James, más preocupado que molesto—. Y no me importa lo que digas, vamos a que te vea Pomfrey.

Una vez en la enfermería, Madame Pomfrey los recibió con rapidez. Apenas vio el estado de Severus, lo hizo recostarse en la primera cama disponible y empezó a revisar su pulso, temperatura y ojos con rapidez y precisión. Luego de unos minutos, frunció los labios con esa expresión que todos en Hogwarts reconocían como “no es grave, pero tampoco me gusta”.

—Tranquilícese, señor Potter, no parece nada serio. Le daré una poción para limpiar su estómago —dijo con voz calmada, sin dejar de mirar a Severus—. Pero quiero hablar con él a solas, por favor.

—Pero—

—A solas, señor Potter —insistió Pomfrey.

James apretó los labios, frustrado, pero asintió y salió. Afuera estaban todos: Sirius, Peter, Remus y Barty. Sirius caminaba de un lado al otro con impaciencia, Peter hablaba bajito consigo mismo y Barty... Barty tenía las manos en los bolsillos y miraba al suelo como si pudiera desaparecer si no hacía contacto visual con nadie.

Pero Remus no dejaba de mirarlo.
Ni por un segundo.

James cruzó los brazos con impaciencia.

—No sé qué pasó. No había comido nada raro, estaba normal. Y de repente... ¡se dobló del dolor! —exclamó.

—¿No dijo nada más? —preguntó Sirius.

James negó con la cabeza.

—Y cuando salió corriendo... tenía miedo, mucho miedo. Y no es algo que Sev muestre fácilmente.

Remus finalmente habló, con los ojos todavía en Barty.

—¿Sabes si ha estado tomando algo últimamente? ¿Alguna poción nueva?

—No —respondió James, dudando un poco—. Bueno... a veces se toma su poción para dormir, pero solo cuando tiene pesadillas.

—¿Seguido?

—Últimamente no.

—¿Seguro? —preguntó Remus. Pero la pregunta no era para James. Era directa, afilada, y clavada en el pecho de Barty.

Este alzó la mirada lentamente. No dijo nada.
Solo mantuvo la vista fija en Remus, como si entendiera exactamente lo que estaba insinuando... pero no supiera cómo negar ni confirmar nada.

En la enfermería, Pomfrey cerró las cortinas alrededor de la cama y se sentó junto a Severus.

—Muy bien, Severus. Ya mandé a analizar tu sangre. Los resultados llegarán en unos minutos, pero quiero que seas honesto conmigo.

—No fue nada, de verdad —murmuró Severus, aún pálido pero más estable.

—Eso no fue “nada”. ¿Has comido algo diferente hoy? ¿Tomado alguna poción no recetada?

Severus dudó. Una sombra cruzó por su mirada. Pero apretó los labios y desvió los ojos.

—No lo recuerdo.

Pomfrey suspiró, aunque no con impaciencia. Más bien con la resignación de quien ya sabe que no obtendrá respuestas fáciles.

—Entiendo. Pero como sabrás, las pociones, incluso las más inocuas, pueden tener reacciones muy serias si se combinan mal o si son administradas sin control. Lo sabrás mejor que nadie, Severus. Si hay algo que crees que deba saber, ahora es el momento.

Severus tragó saliva. Sintió un nudo en la garganta.

—No tomé nada. Solo... no me sentía bien. Tal vez fue el estrés.

Pomfrey no respondió. Solo asintió, como quien decide no forzar más de la cuenta. Luego se puso de pie.

—Volveré en unos minutos con los resultados. Quédate en la cama.

Cuando salió por la cortina, Severus se cubrió los ojos con el antebrazo y dejó escapar un suspiro silencioso.
No por el malestar.

Sino por el miedo. ¿Pero miedo a qué? ¿A su salud... O a ser descubierto?

*No se olviden de comentar que saben que me ayuda muchísimo <3*

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