? Gracias por haberme ense?ado lo que es el amor. ?
Una mujer sin nombre emerge de las sombras, con apenas un rastro de su pasado y ninguna identidad propia. Desesperada por escapar de los confines en los que ha estado atrapada durante a?os, su dest...
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E L E N A
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LANOCHE había transcurrido con tranquilidad. Me había despertado a causa del calor que sentía en mis mejillas. El sol se había levantado y algunos rayos habían conseguido penetrar el espeso follaje. Mis párpados me pesaban toneladas a pesar de haber dormido una noche completa.
La comprensión finalmente me llegó, ahora estando más lúcida; había dormido con Din. Técnicamente. Aunque hubiera sido en el suelo en medio del bosque de un planeta desconocido. Pero era la primera vez. Y las primeras veces siempre eran memorables. Seguía en la misma posición de siempre, arropada con su capa y con la espalda apoyada contra él.
Miré hacia la derecha y vi que Kaleb seguía durmiendo, o al menos eso me pareció. Estaba tumbado de espaldas, por lo que era difícil de saber. Levanté la cabeza para mirar a Din y me sorprendió ver que él me estaba mirando también en ese momento.
—¿No duermes nunca? —le sonreí, diciendo lo primero que se me había pasado por la mente.
—Hablas cuando duermes —contestó.
Fruncí el ceño y me separé de él, incorporándome para sentarme con los pies cruzados.
—¿Te he molestado?
—Claro que no.
—Pero te ha impedido dormir.
—No lo ha hecho.
Lo miré escéptica, a pesar de que en el fondo sabía que no tenía por qué dudar de su palabra. Pero no podía impedir pensarlo.
—Lo dices para que no me sienta mal.
—¿Te he mentido alguna vez?
Nuestro diálogo se encadenó con respuestas breves y rápidas. Din nunca me había mentido, y menos decirme algo que no fuera verdad para que no lo sobrepensara. Apreciaba su honestidad.
—Pues no... Tienes razón. Toma —le dije, deshaciéndome de su capa—. Te devuelvo esto. Gracias otra vez por prestármela.
Él la cogió y, mientras se la volvía a poner, siguió hablando. Cada vez se volvía más hablador; me gustaba. Porque eso significaba que estaba cada vez más cómodo conmigo.
—La próxima vez que tengas frío, dilo.
Me froté los dedos nerviosa.
—Me daba corte.
—No va a pasarte nada por pedir algo cuando lo necesitas. Solo dilo. No puedo saber siempre qué piensas si no lo dices tú misma.
—Vale, lo tendré en cuenta.
Reí por lo bajo. Pensándolo bien, me pareció ridículo no haberme atrevido a decírselo. Le había preguntado y dicho cosas mucho más atrevidas que eso. Ahora que me venía en mente esto, nuestra conversación de la noche anterior no había llegado a ninguna conclusión por lo de Kaleb, y no había podido escuchar lo que Din tenía por decir.