Estaba sacando cosas de las más remotas cajas que había dejado en el desván. Ya habían pasado seis meses desde que me había mudado al pueblo, y estaba muy a gusto. El instituto me iba genial, conocí a las amigas de Datia que eran igual de increíbles como ella.
Estaba vaciando estas cajas en el comedor, con la chimenea encendida para darme calor. Al vivir en la montaña la temperatura es más baja y dura más. Mi abuela había salido a comprar con la abuela de Datia (ahora se habían hecho mejores amigas y lo hacían todo juntas).
Saqué una donde habían libretas, muchísimas libretas, y abrí la más preciada para mí, mostrando un mensaje, más bien una carta de amor, que me hizo recordar...
"Me preocupaba que se volviera a repetir, pero jamás volverá a suceder, no me romperás el corazón por segunda vez. Somos puros, perfectos el uno para el otro, y no me preocupa, porque no lo vas a hacer. No por segunda vez.
Te amo como a nadie, y se que tu también lo haces. Y aunque sea por última vez, jamás dejaré que nos separemos otra vez. Porque sino la culpa ya será mía, te quiero demasiado, tu también me amas demasiado, como para dañarnos otra vez."
Rompí aquella estúpida carta de amor, escrita en una libreta muy preciada. Fui a la chimenea encendida que tenía mi abuela en el comedor y la tiré allí, para que se pudriera en el infierno, como él se merecía.
Pero al seguir mirándola solo vi más que el mismo tipo de mensajes, mensajes de amor hacia el imbécil de Dylan. Al final opte por tirar toda la libreta al fuego.
La observé con atención, mientras veía como cada página se consumía ente el fuego, como sucumbía a su calor.
Cuando ya se acabó de quemar, aparté la caja, y me fui a mi habitación. Estaba harta de que todo lo que había de mi otra vida me recordara a él. Así que decidí, no volver a tocar ninguna de esas cajas hasta mucho más atrás.
Respiré tranquila y me vesti con ropa comodo, estos estaban compuestos por unos tejanos negros, y una sudadera ancha de color gris.
Salí de casa relajada, cerrando la puerta tras de mí. Respiré tranquila y empecé a caminar. Me dirigí a casa de Datia, y cuando llegue llamé a la puerta, abió su madre.
— Buenas tardas Maya ¿cómo estás? ¿Vienes a ver a Datia? — Me saludo.
— Buenas tardes, estoy muy bien gracias. Sí, vengo a ver a Datia ¿qué esta en casa? — Le contestó.
— Sí, puedes pasar, está en su habitación preparándose para salir.
Me dirigí a su habitación, al igual que el pueblo su casa ya me la sabía de memoria, aunque pudiera parecer de locos.
Me apoyé en el marco de la puerta, hasta que notara mi presencia, no tardó demasiado. Cuando me vió y me saludó con la mano pasé a su habitación y me senté en la cama, y apoyé mis manos sobre el colchón.
— ¿No me digas que Mario ha venido a la ciudad? — Preguntó con una sonrisa maliciosa.
— Acaso no se nota suficiente — Datia y yo nos reímos al unísono — Sí, viene a la ciudad, y me ha invitado a cenar.
— Me alegro mucho por ti — Le susurro con sinceridad.
— ¿Por qué lo dices?
Solté un bufido y cogí el collar que sostenía entre sus manos, para colocarlo alrededor del cuello.
— No todos tienen la suerte de encontrar un buen tipo. La mayoría de personas siempre se cruzan con un capullo que les roban el corazón, luego lo parten y tiran los pedazos por allí, para que así no los logres encontrar.
Cuando le acabé de colgar el collar me aparté y me acerqué a la ventana, para mirar a través de ella, desde allí se veía la iglesia, estéticamente era preciosa.
Me mira con pena para luego rodearme los hombros con sus brazos, dándome un abrazo.
— Ya encontraras un tipo que te merezca, ya lo veras.
— Ya lo se Datia, pero... No sé, es extraño de explicar, esta sensación.
— ¿Qué sensación?
— Me matarás.
— Da igual — Su voz no sonaba demasiado convincente, pero intenté confiar.
— Es que no quiero ningún tipo que no sea el, Datia. Si no es Dylan no va a ser nadie, creo que solo soy capaz de amarle a él. Aunque no me guste admitirlo.

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Que te enga?e la suerte (Volumen 1)
Romance?Cómo enamorarse de alguien completamente diferente a ti? ?Y como pasar del odio al amor en tres semanas? Olvidarse y acordarse de alguien que en el pasado te había llamado la atención, y de repente odiarlo a muerte. No le gusta lo que a ti te gust...