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MAYA
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Al día siguiente, Violet llega a recogerme a la misma hora.
Para mi sorpresa, esta vez no hubo accidentes matutinos. No se me quemaron los panes tostados, no me quedé dormida y ni me tropecé con algún zapato. Pero eso no significa que la mañana fuera perfecta.
Anoche llovió sin siquiera avisar.
No me di cuenta hasta que salí al patio y encontré la ropa que había tendido tras lavarla empapada. El pantalón que planeaba ponerme, la blusa naranja con rosado que mejor combinaba con mi chamarra favorita de color verde pasto, incluso las medias gruesas violetas, todo estaba completamente inutilizable. Así que improvisé.
Termine colocándome unos jeans acampanados amarillos, una camiseta fucsia de mangas largas y, para darle el toque final, mi chaleco de mezclilla cubierto de parches bordados, todos hechos por mí. Es un atuendo llamativo, lo sé. Pero si hay algo que aprendí con los años es que, si caminas con suficiente seguridad, la gente no cuestiona tus elecciones de vestuario. Además, expresarme de esta manera bajo mis términos y condiciones siempre eme ha hecho sentir cómoda, es uno de esos pocos casos donde no hay termino similar a la de la inseguridad y temor. Aquí al menos no.
Ayer Violet me hizo el favor de traerme, de prepararme de desayunar e incluso, a invitarme el almuerzo y aunque ella dice que no es nada y que le da igual mi vergüenza porque no me permita pagarle, Violet no es el tipo de persona que hace cosas por otros sin motivo, y aunque me haya dicho que no había problema, siento que necesito hacer algo por ella a cambio.