* Terminanda*
Yoo Je Yi siempre ha vivido bajo sus propias reglas, moldeando su mundo con precisión quirúrgica. Fría, calculadora y obsesionada con el control, cada faceta de su vida ha sido una serie de pasiones efímeras... hasta que conoce a Woo...
El silencio era espeso, como si la noche se negara a marcharse y quisiera quedarse a observarlas. Se habían quedado dormidas en el suelo, con el cuerpo entrelazado, envueltas en la manta más delgada de todas, la que no servía de mucho, pero que de alguna forma les bastaba.
La luz de la lámpara parpadeaba de vez en cuando, pero ni eso las había despertado. Estaban tan exhaustas que la incomodidad del suelo pasó a segundo plano. Je Yi dormía aferrada a Seulgi como si necesitara asegurarse de que aún estaba allí, y Seulgi respiraba con el ritmo pausado de quien por fin había encontrado un lugar al que pertenecer, aunque fuera solo por esa noche.
Pasadas las dos de la madrugada, Seulgi abrió los ojos.
La espalda le dolía, los músculos del cuello protestaban y el frío del suelo le acariciaba la piel, pero aun así no se movió de inmediato. Se quedó ahí, observando el rostro de Je Yi a centímetros del suyo. La expresión endurecida incluso dormida, la respiración calmada, la frente apenas fruncida. Como si el mundo le pesara incluso en sueños.
—Je Yi… —susurró, acariciándole el brazo.
Ella no respondió, solo emitió un gruñido suave, casi infantil.
—Oye —repitió Seulgi con ternura—. Despierta. Vas a quedarte sin espalda si seguimos aquí.
—Mmm… estoy bien —respondió Je Yi en voz baja, intentando pegarse aún más a ella.
Seulgi sonrió, pero negó con la cabeza.
—No, no lo estás. Ven, vamos al sofá. Al menos ahí no despertaremos hechas pedazos.
Hubo un momento de resistencia, pero Je Yi abrió los ojos con lentitud, como si el mundo le molestara por atreverse a interrumpir su sueño.
—Eres cruel —susurró con voz rasposa—. Estaba soñando contigo.
—¿Y que soñabas?
— Que estabas desnuda sobre mi y gemias mi nombre, mientras me pedías más.
— Algunas cosas no deberías de decirlas en voz alta— susurró seulgi con la cara roja.
—Tu preguntaste— contesto Yoo je yi, aún con la voz adormilada
— Guarda silencio y acuestate en el sofá
Je Yi soltó un suspiro largo y se incorporó con pereza, como si cada movimiento fuera una injusticia. Seulgi la ayudó a levantarse y la llevó al sofá con una manta bajo el brazo.
Je Yi se dejó caer sin elegancia, hundiéndose en los cojines con los ojos entrecerrados. Estiró un brazo hacia ella como si exigiera compensación.
—Ven. Si interrumpiste mi sueño, al menos duerme aquí conmigo.
Seulgi no tuvo tiempo de responder. Je Yi la tomó de la cintura con una precisión milimétrica y la atrajo hacia su cuerpo, acomodándola sobre ella con toda la seguridad de quien sabe exactamente qué quiere. Seulgi terminó con una pierna entre las de Je Yi, la cabeza sobre su hombro, el cuerpo entero reposando contra el de ella.
—Ya —dijo Je Yi, acomodando una mano en su espalda—. Así está mejor.
Seulgi sonrió, divertida por su terquedad, y le dio un beso rápido en los labios. Solo un roce. Pero fue suficiente.
—Quita esa cara de enojo —murmuró.
Je Yi la miró con una ceja alzada.
—¿Qué cara?
—Esa, la de “te odio por despertarme pero no quiero decirlo porque estoy cómoda contigo”.
Je Yi entornó los ojos.
— Es tu culpa por interrumpir mi sueño.
—Lo dices como si no fueras experta en interrumpir sueños Yoo je yi.
Je Yi no respondió. Solo dejó escapar una sonrisa ladeada y llevó la mano al rostro de Seulgi, acariciándole la mandíbula.
—Sabes… —empezó—. Este sofá aún no ha sido entrenado.
—¿Qué?
—Sería una lástima que se mudara a otro departamento sin tener al menos una historia interesante que contar.
Seulgi alzó la cabeza con una expresión de incredulidad que no le duró mucho.
—¿En serio estás pensando en eso ahora?
— Claro, hasta el punto que lo soñé.
— Cállate.
—Es tu culpa por besarme.
—¡Fue un pico!
—Y eso es más que suficiente para provocarme ideas. Además, si te fijas… —bajó la voz, acercando los labios a su oído—… tú tampoco pareces tan en contra.
Seulgi tragó saliva. Su cuerpo no ayudaba a mantener la compostura. La forma en que Je Yi la tenía envuelta, la calidez de sus manos deslizándose por su cintura, el ritmo lento pero insistente de sus caricias… todo era un lenguaje que su piel entendía mejor que sus palabras.
—Ya hablamos del tema del sofá —intentó protestar, aunque la voz le salió más suave de lo que pretendía.
—Tú hablaste. Y yo lo respete, pero nunca estuve de acuerdo —murmuró Je Yi, dejando un beso lento en su cuello, tan cerca del pulso que Seulgi sintió que su respiración se detenía.
—No podemos…
—¿No podemos qué? —repitió Je Yi con una sonrisa tibia, sin dejar de besarla—. ¿Darle al sofá una despedida decente? No quiero que su única historia sea que lo usamos para dormirnos vestidas.
Seulgi cerró los ojos por un momento, atrapada entre la risa y el deseo. Sus manos se aferraron a los hombros de Je Yi sin darse cuenta.
—No me estás dejando pensar.
—Exacto —susurró Je Yi—. Ya pensaste suficiente por hoy.
Y la besó. Esta vez sin pausa. Esta vez con una firmeza que le quitó el aire.
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