"El destino, torpe en su andar, tropezó contigo... y en ese accidente divino, mi vida encontró el rumbo que nunca supo que buscaba."
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Sonic acaba de entrar a la universidad con toda su energía, buscando vivir al máximo su experienci...
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Sonic e Infinite terminaron dormidos juntos.
Después de que el azulado, buscando algo de consuelo, se acomodó en el regazo del chacal. Cerró los ojos en silencio, como si ese instante fuera suficiente para aliviar, aunque fuera un poco, el peso que llevaba en el pecho.
Sin embargo, al poco tiempo, Sonic se movió con lentitud. Se recostó sobre la cama con suavidad y, sin abrir los ojos, extendió una mano en dirección a Infinite, invitándolo a acostarse a su lado.
El chacal lo miró con cierta sorpresa, como si ese gesto tan simple cargara un significado profundo. Aun así, no dijo nada. Se acomodó con cuidado junto al azulado, temiendo incomodarlo, temiendo romper esa breve tregua de paz entre los dos.
El silencio en la habitación no era incómodo, era suave. Casi íntimo.
—Gracias por quedarte —susurró Sonic, con los ojos aún cerrados.
Infinite no respondió con palabras. Solo lo abrazó, permitiendo que su respiración se sincronizara con la del cobalto, como si al hacerlo pudiera entenderlo mejor.
Estaba claro: Infinite no podía tocar a Sonic más allá de ese abrazo. Por respeto, por cuidado. Comprendía bien la disposición del azulado. No quería forzarlo a nada, mucho menos a compartir algo que no pudiera ser sentido con la misma intensidad.
Aunque debía admitir que, en lo profundo de su pecho, sí albergaba deseos de algo más. Deseos que nacían del cariño, de la ternura y del amor que decía sentir. Pero no insistió. No presionó. Sentía, con certeza, que aún no era el momento.
Y estaba bien así.
Porque a veces, amar también es saber esperar.
Pero mientras ambos dormían, con los cuerpos apenas rozándose en la cama, Sonic fue arrastrado por la marea tranquila del sueño. Allí, en medio del sopor, una imagen volvió a él con la nitidez dolorosa de lo que nunca se olvida.
Un recuerdo más.
Uno que no pidió, pero que su corazón guardaba con terquedad.
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