Taehyung Y Jungkook: AMOR EN LA ESTACI?N FINAL

Capitulo:14

Monte nevado, Alemania
Año 2014

"El Inicio del Regreso"

El amanecer aún no había despuntado del todo cuando Taehyung abrió los ojos. No necesitó despertador.

La determinación era más poderosa que cualquier campana.

Se sentó en la cama por unos minutos, observando la tenue luz que se colaba por las cortinas. Su habitación, la misma en la que había despertado por tantos años, hoy le parecía ajena.

El silencio pesaba, pero no le resultaba extraño. Era el mismo silencio que lo había acompañado en sus días más tristes, cuando el recuerdo de un niño de mirada grande y manos pequeñas lo visitaba en forma de suspiro.

Con movimientos lentos, sin prisa pero sin dudas, se levantó.
Abrió su armario y eligió su ropa con cuidado. No era un atuendo llamativo. Era sobrio, cómodo.

Un abrigo largo, camisa blanca, pantalones oscuros, botas firmes. Tomó su vieja valija de cuero y comenzó a empacar lo esencial: ropa para el frío, un cuaderno de notas, un mapa viejo, y su anillo... ese anillo de flores marchitas que volvió a guardar con sumo cuidado en el bolsillo interior del saco, cerca del corazón.

No desayunó.

No dejó notas.

No miró atrás.

Salió por la puerta principal con el ceño ligeramente fruncido, como si esa sola expresión pudiera ahuyentar cualquier atisbo de duda.

El aire matutino lo envolvió al instante, y una ráfaga de viento helado le revolvió los cabellos.

El taxi lo esperaba ya en la esquina, como lo había solicitado la noche anterior.

El conductor, un hombre de voz amable y rostro familiar, lo saludó con un gesto cálido.

—¿A la estación, muchacho?

Taehyung asintió con una leve inclinación de cabeza.

—Sí... directo a la estación.

Durante el trayecto no hubo conversación. El conductor entendió el silencio y lo respetó. Solo el sonido del motor y el paisaje grisáceo de la ciudad acompañaban el pensamiento de Taehyung, que se perdía en los árboles, las farolas, los rostros desconocidos que cruzaban las avenidas.

Al llegar, bajó sin titubear. Se despidió con un seco “gracias” y entró a la estación sin mirar atrás.

El tren ya aguardaba, su cuerpo de acero oscuro humeando levemente bajo la bruma matinal.

Era un tren antiguo, con ventanillas amplias y vagones que crujían al más mínimo movimiento. El andén estaba casi vacío, y eso le dio una extraña sensación de tranquilidad.

Con el billete en mano, caminó hasta su vagón asignado.

Al pasar frente al tablero de rutas, sus ojos se clavaron en un punto apenas visible: Santa Liria. Apenas una palabra, casi escondida entre tantos nombres de grandes ciudades.

Era la última estación de la línea, un pequeño pueblo perdido en la frontera del mapa. Pero ahí había estado él. Ahí lo había dejado.

Respiró hondo. Era un viaje largo. Una semana, si no ocurrían retrasos. Múltiples paradas. Cambios de clima. Cambios de idioma. Cambios de gente. Pero no importaba. Lo había decidido. Y cuando Taehyung tomaba una decisión con el corazón, no había marcha atrás.