El último día de Arabella en Los Ángeles comenzó exactamente como uno no esperaría que comenzara el "último día" de alguien en una ciudad: con gritos desde la cocina.
—¡¿Por qué huele a tostadas quemadas?! —gritó Arabella desde su habitación, saliendo con una camiseta gigante que era de Arthur mágicamente apareció en su maleta y el cabello hecho un desastre.
—¡Porque Justin intentó "experimentar" con canela! —le respondió Hailey, ya muerta de risa, con la espátula en la mano y harina en el cachete.
—¡Era para ustedes! —gritó Justin desde el otro lado de la casa—. ¡El amor se demuestra con desayuno!
Arabella entró a la cocina y se quedó de pie con los brazos cruzados.
—¿Entonces el amor huele a incendio?
—¡Exacto! —dijo Justin, apareciendo con una taza de matcha—. También puede oler a fracaso.
Hailey se giró hacia su hermana.
—¿Recuerdas cuando tú casi prendiste fuego en el horno intentando hacer brownies de avena?
—Una vez —Arabella levantó un dedo—. Y la receta estaba mal escrita. ¡Pinterest me mintió!
—Tú le echaste sal en vez de azúcar —dijo Hailey sin piedad.
—¡Eso no es relevante en este contexto!
Las tres rieron hasta que Arabella terminó sentándose en la encimera, comiendo con las manos un pan francés a medias mientras Hailey terminaba de batir algo en un bowl.
—¿Qué quieres hacer hoy? —preguntó Hailey, dándole un codazo suave.
—¿Además de llorar porque me tengo que ir? —bromeó Arabella, y luego, con tono de lista mental—: Ir a Alfred por café, meterme a una tienda de velas y querer comprar veinte, probarme mil lentes que no voy a comprar, arruinar una sesión de pilates contigo, y...
—¿Y?
—...adoptar un perro por impulso.
—¡Justin, vamos a adoptar un perro! —gritó Hailey, sin pensarlo.
—¡¿QUÉ?! —se escuchó desde el pasillo.
—¡Nada! —gritaron las dos a la vez.
11:32 a.m.
Ambas entraron como tranquilas . Lentes oscuros, messy buns, crocs color pastel al parecer ellas pensaban que con eso pasarían desapercibidas.
—Un iced matcha para mí —pidió Hailey.
—Y un iced lavender latte para la tía favorita —dijo Arabella, sonriendo.
—No eres tía todavía —dijo Hailey, tomando asiento—. Técnicamente.
—Pero soy la que más lo merece —replicó Arabella.
—Lo siento, pero Kendall ya mandó un mueble de madera hecho a mano desde Italia para el bebé.
—¿¡QUÉ!? —Arabella se atragantó—. Ok, me retiro de esta competencia, como quiera ni quería ser tía eh.
—Demasiado tarde, ya puse tu nombre como "Tía Arabella" en la lista de contactos del hospital.
—Me parece justo.
1:07 p.m.
Arabella sostenía cuatro velas. Ninguna era igual. Una olía a menta con pimienta, otra a chicle de sandía, la tercera a "bosque lluvioso", y la cuarta... bueno, no sabía exactamente.
—Huele a... casa de abuelita con filtro de Instagram —dijo.
—¿Eso es un cumplido o un insulto? —preguntó Hailey.

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RandomArabella Baldwin no es solo una heredera del apellido Baldwin. Es la mente detrás de una de las marcas de moda más prometedoras de Europa. Vive en Mónaco, entre lujo, flashes, y la comodidad del anonimato que su hermana famosa dejó atrás. Pero nada...