Arabella Baldwin no es solo una heredera del apellido Baldwin. Es la mente detrás de una de las marcas de moda más prometedoras de Europa. Vive en Mónaco, entre lujo, flashes, y la comodidad del anonimato que su hermana famosa dejó atrás.
Pero nada...
—Es una descripción estética, no juzgues mi arte olfativo.
Ambas se turnaban para probar velas y darles nombres absurdos: "mañana de divorcio feliz", "playa en miércoles laboral", "crema anti trauma". Los empleados ya se reían en la esquina.
—¿Nos llevamos una?
—Nos llevamos tres. Pero tú pagas. Porque eres famosa.
—Tú también eres famosa.
—No en esta calle. Esta calle es tuya.
4:15 p.m.
—No puedo más —gimió Arabella, tirada boca arriba sobre la colchoneta—. Estoy viendo a mi abuela en una nube.
—¡No exageres! —dijo Hailey, con una pelota de pilates entre las rodillas—. ¡Ni hemos empezado la serie del core!
—¡Me niego! Esto es una trampa para embarazadas fuertes.
—Es literalmente una clase para principiantes.
—¿¡Principiantes en qué!? ¿En sufrir?
A los cinco minutos, ambas estaban tiradas en el piso, comiendo chips de kale y viendo TikToks de perritos con voz de bebé.
—A esto le llamo ejercicio emocional —dijo Arabella, secándose la frente con una toallita perfumada.
7:48 p.m.
Justin se encargó de la cena. Bueno, más o menos. Había intentado hacer tacos al estilo mexicano, pero con ingredientes orgánicos, sin gluten, y con "tortillas reinventadas".
—¿Esto es...? —preguntó Arabella, mordiendo.
—Un taco fusión —dijo Justin con orgullo.
—¿Fusión de qué? ¿Tristeza con quinoa?
—¡Te va a crecer el alma!
—Te va a crecer el ego si me como otro.
Hailey soltó una carcajada tan fuerte que casi se cae de la silla.
—Voy a extrañar esta dinámica ridícula —dijo ella—. Aunque estés a 9 horas de diferencia, necesito que me sigas mandando audios gritando.
—¡Te voy a mandar uno ahora mismo!
Arabella sacó el celular y grabó
"¡HAAAAILEY! Acabo de ver un gato en TikTok que se parece a Justin cuando duerme, ¿lo adopto? ¡TE AMO!"
Hailey lo guardó como su nuevo tono de llamada.
9:10 p.m.
Arthur, Charlotte, Charles, Alexa, Lorenzo y Pascale se unieron todos juntos a una videollamada.
—¡MON BEBÉ! —gritó Arthur al verla conectarse—. ¡Estás viva!
—Apenas —respondió Arabella—. Estoy a punto de reventar de tanto taco quinoa.
—¿Qué es eso? —preguntó Charlotte—. ¿Una especie de crimen culinario?
—Exactamente —dijo Arabella.
—¿Y Carlos? —preguntó Alexa con voz casual y una ceja alzada.
—Durmiendo, creo. Me dejó en visto hace media hora.
—¿Le mando un mensaje pasivo agresivo? —preguntó Charles.
—Ya lo hice —dijo Arabella mostrando su pantalla.
Todos se rieron. Pascale preguntó por Hailey, y Arabella pasó la cámara.
—¡Ahí está mi preciosa! —dijo Pascale—. Qué guapa con esa barriguita.
—Gracias, Pascale. Le estoy robando vitaminas a Arabella.
—Eso explica por qué olvidó poner gasolina hoy —comentó Justin desde el fondo.
La llamada duró más de una hora. En un momento, Arabella se puso de pie, fue por helado y volvió en pijama sin dejar de hablar. Las bromas, los planes, y los chismes fluyeron sin parar.
—¿Y cuándo vuelves a Mónaco? —preguntó Charles.
—Mañana temprano. Tranquilos ya me verán y no me extrañarán más.
—¿Pero sabes a quien si extrañas? —dijo Arthur, con un puchero.— A Carlitos — Agregó con un tono divertido.
—Estas loco Artii.— Dijo Arabella riendo.
11:44 p.m.
Arabella, Hailey y Justin estaban recostados en el sofá. Hailey ya medio dormida, Justin viendo una serie vieja, y Arabella escribiendo mensajes desde su celular.
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Carlos🏎️
¿Sobreviviste a la cena?
Pues sigo viva. Justin inventó algo entre taco y tragedia.
Dile a Justin que no cocine más. ¿Tú, Estás bien?
Solo emocionalmente afectada por la falta de tortilla real.
Si me mandas tu ubicación, te envío unas de verdad que me traje de México.
¿Aún son comestibles?
Digamos que si, con hambre todo sabe bueno.
Arabella guardó el teléfono y se acurrucó junto a Hailey. Estaban enredadas entre cobijas, risas suaves, y el sonido de Los Ángeles apagándose afuera.
—Te amo —murmuró Arabella.
—Yo más —respondió Hailey—. Pero si hablas mientras estás dormida decidimos Justin y yo encerrarte en una habitación.
—¡Ay! Yo no hablo dormida.
Y así, sin lágrimas, sin drama, con el corazón lleno de crema batida, tacos raros, chismes y amor ridículo, Arabella cerró su última noche en L.A. Como debía ser.