Park Jimin siente que su vida ha perdido sentido después de una cruel broma de su hermano mayor. Desesperado, se encuentra al borde de un puente, decidido a ponerle fin a todo. Sin embargo, justo cuando está a punto de dar el paso definitivo, varios...
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Todo esto resultaba ser una completa pesadilla. Jimin no tenía idea en qué otra categoría catalogar todo lo que había experimentado en las últimas 24 horas después de su intento casi fallido de quitarse la vida al arrojarse desde el puente Skyfall. En primer lugar, su existencia se convirtió en un auténtico tormento desde el día en que su padre decidió abandonar este mundo. Luego, continuó su lamentable travesía viviendo con una madre que no parecía importarle en lo más mínimo lo que su hijo atravesaba o sentía. Y, para colmo, estaba su hermano Jeon, quien durante toda su vida se había empeñado en hacerle la existencia un verdadero infierno. Ahora, después de todos estos episodios, ¿en serio procede todo esto? ¿Dios lo estaba odiando deliberadamente, o tal vez era el propio Diablo, deleitándose con esta macabra comedia mientras ambos compartían un trono divino, brindando con sendas cervezas Águila en sus manos? Jimin ya no sabía qué pensar, pero una cosa era segura: nada de esto era normal. Demonios, al intentar quitarse la vida tras la cruel broma de su hermano, se encontró atrapado en un enigma aún más siniestro del que no sabía cómo escapar.
— Esto es un completo despropósito. —murmuró Jimin mientras avanzaba por el pasillo, sin apartar su mirada del sobre de manila rojo que contenía el misterioso contrato. — Esto está lejos de ser agradable.
— Lo mismo podría decirse de tu intento de lanzarte desde el puente SkyFall, joven Park. — Comentó el rubio a su lado, quien por un momento había desaparecido de la mente de Jimin debido a sus reflexiones sobre el contrato. Jimin lo miró en silencio, y el rubio continuó. — A veces, hay cosas peores que otras.
— ¿Cómo cuáles? —inquirió Jimin. — Con todo este asunto del contrato, es como si hubiera saltado del puente SkyFall. Si no acepto esto, Karenina me ha advertido que...
— Hará lo mismo que hizo con Sally Walker, lo sé, ya lo ha hecho antes.
— Pero... — Jimin tragó saliva ante la simpleza con la que el rubio lo afirmaba. Maldición, esto era aún peor, mucho peor. — No es justo. Yo no pedí que ninguna morena de ojos tan cristalinos como un lago profundo se cruzara en mi camino y me secuestrara. — Susurró con desesperación, y por alguna razón, esa declaración hizo que el rubio soltara una risa ligera. — Esto no tiene nada de gracioso, créeme.
— Para mí, siendo sincero contigo, Joven Park, sí lo es. —el rubio soltó una risa siniestra mientras cruzaba el pasillo. — Estás exagerando. Mil veces es preferible todo esto que quedar atrapado bajo la implacable corriente del puente de Londres.
— Claro, claro. ¿Y qué diferencia habría si, en caso de que no acepte esto, terminara lanzado al puente sin contemplaciones?
— Sally Walker no muestra ni una pizca de ese peligro...
— Como quieras, pero la realidad es que todo esto es un intrincado enigma. — Park suspiró y arqueó la cabeza hacia atrás por un momento, antes de volver a enderezarla para mirar al enigmático rubio. — Oye...