抖阴社区

《11》

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Jimin se quedó parado cerca del baño durante varios minutos después de que Karenina salió de la habitación, pronunciando sus últimas palabras como un ultimátum al que no podía negarse

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Jimin se quedó parado cerca del baño durante varios minutos después de que Karenina salió de la habitación, pronunciando sus últimas palabras como un ultimátum al que no podía negarse. Maldición, lo dejó con la palabra en la punta de la lengua, y aunque tenía ganas de seguirla y decirle unas cuantas cosas, no pudo hacerlo, ni nunca lo haría. Esto era un callejón sin salida, un pasadizo sin escape, o más bien, era la cruda realidad, y la realidad era que no podía hacer más de lo que ya había hecho. Respiró profundamente y tomó el contrato del lavabo antes de regresar a la gran cama, dejando el sobre de manila allí. Quería sentarse y llorar, pero no podía hacerlo en ese momento; no era el momento adecuado.

O, mejor dicho, las palabras de Karenina no carecían de verdad, y él quería ponerlas a prueba. ¿Y qué mejor momento para hacerlo que ahora? Así que, sin pensarlo más, comenzó a quitarse la ropa y se dirigió nuevamente al baño, directamente a la ducha. Abrió la llave del agua, que estaba tibia, y dejó que el agua cayera sobre su cuerpo, desde su pelo blanco hasta la punta de sus pies. Disfrutó de la sensación del agua tibia, de la frescura que le proporcionaba, y también apreció el aroma a frutos rojos del jabón y el champú que había tomado de la repisa cercana.

Una vez terminó de ducharse, salió de la ducha. Envuelto en una suave toalla blanca, se dirigió directamente a su cama. Con cuidado, secó su cuerpo, su rostro y su cabello antes de dejar la toalla a un lado. Mientras lo hacía, sus ojos se posaron con mayor atención en la cama y notó algo extraño: había una muda de ropa que habría jurado que no estaba allí antes.

—¿Qué es esto...? —se preguntó a medias mientras examinaba la ropa. —No estaba aquí antes, puedo jurar que no estaba aquí previamente. —Se decía a sí mismo mientras observaba las prendas. La ropa era espectacular, pero indudablemente se notaba a millas a la redonda que era por completo cara. Además, notó un collar con un colgante en forma de rosa roja con destellos dorados en la altura del cuello de la camisa. —Pero... ¿Qué es...? —balbuceó mientras tomaba el collar entre sus dedos. —Dios, esto debe haber costado una auténtica fortuna.

— ¿Más de lo que vale esa impresionante vista trasera? No lo creo, bombón.

Jimin sintió que la sangre se le helaba. Juraría que su cuerpo entero se paralizó y su corazón pareció detenerse al escuchar esa voz, una voz que reconocía perfectamente: era la voz de Karenina. Venía desde la dirección de la entrada de la habitación que él había jurado que estaba cerrada. La voz de ella resonaba en ese momento mientras él... estaba completamente desnudo.

Dejó de mirar el collar en sus manos y dirigió la mirada hacia la cama, específicamente hacia la toalla que estaba un poco lejos de él. No se atrevía a girarse y encontrarse con la mirada de la morena. En ese instante, se sentía como un maldito tomate, con el rostro ardiendo en vergüenza. Inhaló profundamente y extendió la mano para alcanzar la toalla, pero antes de lograrlo, otra mano, claramente diferente en tono de piel, agarró la toalla antes que él. Era Karenina, la que la tomó primero. Eso significaba que estaba demasiado cerca, tan cerca que Jimin podía sentir su presencia justo detrás de él.

— Mira las sorpresas que uno se encuentra al venir a ver al futuro dueño de la mayor parte de mis posesiones, ¿verdad, ponquesito? — Le susurró directamente al oído, provocando un escalofrío que recorrió la espina dorsal de Jimin.

— Yo... Estaba a punto de vestirme, Karenina. — Tartamudeó sin poder mirar hacia adelante, porque allí, en ese momento, estaba Karenina. La morena estaba en su habitación, y él estaba completamente desnudo. Maldición, no podía mirarla a los ojos en ese momento.

— Te creo... —respondió, observándolo de arriba abajo con una mirada que dejó a Jimin helado, pero no de una manera negativa.

Debería estar asustado, nervioso o cualquier cosa al estar desnudo frente a una mujer, pero con Karenina no era así. Era extraño, no sabía cómo interpretarlo. Karenina continuó después de tomar un profundo respiro y aclararse la garganta cuando dejó de mirar una parte específica de Jimin.

— Es solo que me sorprendió que no bajaste antes; ya había pasado un tiempo desde que salí de tu habitación.

— Fue muy poco tiempo, Karenina. Usted salió y yo apenas estaba entrando al baño para ducharme. Cuando salí, ya estaba aquí usted. — Le explicaba sin poder evitar mirar la toalla en manos de ella y desear que se la entregara. — Por favor... ¿Puede darme la toalla?

— Claro... —respondió, pero no se la entregó.

En su lugar, se acercó más a él y comenzó a secar su cabello y su rostro, avanzando lentamente hacia su pecho antes de detenerse.

El silencio se instaló y ella solo lo miró a los ojos, directamente a su rostro.

— No tienes idea de lo adorable que te ves cuando te sonrojas, ponquesito. Además, tienes un cuerpo impresionante. — Agregó, y Jimin sintió que ella quería decir algo más, aunque no lo dijo de manera explícita. — Perfecto, tal como lo imaginé.

— No sé a qué se refiere, señorita Karenina. No entiendo de qué habla... — Estaba confundido.

— No me llames, señorita, al menos no mientras estás así... — Le pidió sin dejar de mirarlo a los ojos, al igual que él no dejaba de mirarla a los suyos.

— ¿Por qué? — preguntó, y no sabía de dónde sacó la fuerza para hacerlo. Los ojos azules de Karenina se agrandaron y se estrecharon al mismo tiempo, enviando una corriente eléctrica por la piel de Jimin.

— Porque... — Tragó saliva. — Creo que sería mejor que terminaras de vestirte. Te espero abajo en cinco minutos con el contrato firmado, Jimin. — Cambió lo que iba a decir a continuación, pasó junto a Jimin y salió de la habitación. 

 

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ANESTESIA. (Park Jimin)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora