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Cristina.
Respiré profundamente un par de veces, intentando controlar el ritmo errático de mi respiración, pero cada intento era más fallido que el anterior.
Miré el cigarrillo en mi mano, como si pudiera encontrar en él alguna respuesta, antes de apagarlo de manera brusca, con un movimiento más nervioso de lo que me gustaría admitir.
Mis manos viajaron a mi ropa, alisándola casi con desesperación, un gesto que no hacía más que delatar mi ansiedad. Nada en esta situación me gustaba.
"Los vampiros y los lobos no son buena compañía." Esa era mi regla de oro, mi mantra, mi filosofía. Y, sin embargo, aquí estaba, a punto de romperla. No solo romperla, sino destrozarla por completo: iba a cenar con uno.
¿Qué tan tonta puedo ser?
La pregunta resonó en mi mente mientras intentaba calmar las oleadas de incomodidad que me recorrían. Por mucho que tratara de convencerme de que podía manejarlo, el peso de mis propias palabras me aplastaba. Porque, si había algo que sabía con certeza, era esto: reglas como la mía no existen sin motivo. Y yo estaba a punto de descubrir exactamente por qué.
—¿Dónde dijiste que ibas?
La voz de Bella me sacó de mis pensamientos. La miré de reojo mientras ella se encogía ligeramente de hombros, esperando mi respuesta con esa mezcla de curiosidad e insistencia que la caracterizaba.
—En la noche saldré a resolver un problema.
—¿Resuelves los problemas cenando?
Fruncí el ceño, sorprendida.
—¿Cómo sabes que iré a cenar?
—Por el vestido. Además, lo suponía, pero lo acabas de confirmar.
Bufé, cruzándome de brazos.
—Bien, sí, iré a cenar. Pero es solo para hablar sobre un tema importante.
—¿Con quién?
—¡Hey! La mayor soy yo.
—¿Y eso qué? No puedo evitar preocuparme por ti.
Resoplé, resignándome.
—Cenaré con Carlisle.
El chirrido de los frenos de Bella resonó frente a la entrada de la secundaria. Su pie pisó el pedal con tanta brusquedad que mi cuerpo se inclinó ligeramente hacia adelante.
Mire por el retrovisor y, para mi descontento, vi un lujoso auto frenando detrás de nosotras.
Suspiré, resignada. Era inevitable no coincidir con esa familia.
