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Mi cuerpo reaccionó de forma violenta, como si algo dentro de mí se hubiera roto, y no pude evitar tomar el rostro de Bella con manos temblorosas, girando su cabeza de un lado a otro, como si pudiera encontrar en ella alguna pista de lo que había sucedido. Mis ojos no dejaban de buscar, de escanear cada rincón de su rostro, sus hombros, su cuello... Mi respiración era entrecortada, mi mente nublada por el pánico. ¿Qué te ha pasado? Era lo único que me repetía una y otra vez. ¿Qué hicieron?
Isabella me miraba con los ojos llenos de lágrimas, pero yo no podía fijarme en eso. No podía, no debía. Mi mente solo podía pensar en las posibles heridas que pudiera haber sufrido. ¿Está herida? ¿Ha sido algo grave? Mi cabeza giraba con la intensidad de los pensamientos. Aquel miedo, esa sensación opresiva en mi pecho, no me dejaba respirar con normalidad. La angustia me ahogaba. ¿Y si ha pasado algo peor?
—No, Cristina. Estoy bien —dijo con voz suave, pero la temblorosa mirada que me dedicó me hizo sentir aún más impotente.
—¡No, cállate! Déjame ver —mi tono fue más fuerte de lo que pretendía. Mi voz salió rota, como si estuviera al borde del colapso. No me importaba si me gritaba, si me decía que todo estaba bien. Yo no podía creerlo. No podía confiar en esas palabras. Mis manos seguían recorriendo su rostro, su cuello, su espalda. Necesitaba ver con mis propios ojos que no había marcas, que no había rastro de lo que mi mente temía.
Estábamos solas en su habitación. El silencio que reinaba era ensordecedor, y mis manos se movían con rapidez, casi desesperación, sabiendo que probablemente no encontraría nada, pero incapaz de detenerme. ¿Cómo puedes estar tan tranquila? pensaba, mientras mis dedos recorrían su piel con una frágil esperanza. ¿Qué te pasó, Bella?¿Quién te hizo esto?¿Por qué no me dijiste nada?
A pesar de que mi lógica me decía que no encontraría nada, mi miedo era más fuerte. Algo dentro de mí sentía que había algo más, algo que no podía ver, algo que no estaba dispuesto a aceptar.
Mi respiración se aceleró aún más cuando, por un segundo, me separé de ella, alejándome varios pasos hasta casi chocar contra la puerta. Mi mente estaba en guerra, luchando por comprender lo que había sucedido. Los recuerdos de lo que había pasado en las últimas horas se mezclaban en mi cabeza como un torbellino. Todo había pasado tan rápido, tan... incomprensible. Pero la imagen de Bella, su mirada asustada, su cuerpo tan tenso, me perseguía. Algo había ocurrido, y aunque no lo sabía con certeza, sentía en lo más profundo de mi ser que todo había cambiado.
Bella me observaba desde su lugar, notando la rigidez que se había apoderado de mí. Vi el miedo en sus ojos, aunque ella no decía nada. Mi hermana menor, siempre tan valiente, ahora parecía una sombra de sí misma. Su rostro reflejaba una mezcla de incomodidad y temor. Yo me sentía completamente perdida, atrapada en un mar de emociones y pensamientos oscuros. ¿Qué hice mal? me preguntaba. ¿Por qué no estaba allí cuando te necesitaba?
