Teacher's Pet | 𝐂𝐇𝐀𝐑𝐋𝐎�...

By valenleclerc

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Bajo las luces y sombras de Madrid, Charles Leclerc y Carlos Sainz viven una historia que nunca debería haber... More

zero: fresh start
uno: electric feel
due: to know him
tre: forbidden
quattro: simplicity
sei: one of your girls
sette: complicity
otto: call you mine
nove: her
dieci: hurt
undici: last chance
dodici: in the shadows
tredici: obsession
quattordici: him
quindici: attention
sedici: the greatest
diciassette: jealousy
diciotto: found heaven
diciannove: carlos f*cking sainz
venti: mónaco
ventuno: fainted love
ventidue: misunderstand
ventitré: sweet creature
ventiquattro: those eyes
venticinque: again
ventisei: come back to you
ventisette: oliver
ventotto: family
ventinove: always you
trenta: our story
íDz

cinque: need him

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By valenleclerc



La mañana del viaje comenzó temprano. Carlos había acordado con Charles que llevaría a él y a sus amigos a la conferencia fuera de la ciudad, aunque, en última instancia, Esteban y Pierre no pudieron unirse porque tenían otros compromisos . George y Oscar decidieron ir en el auto de George, mientras que Carlos y Charles compartirían el del mayor. Charles lo justificó diciendo que no quería que Carlos fuera solo, una excusa casual, pero que contenía una intención más profunda que solo ellos dos intuían.

Carlos y Charles partieron antes que George y Oscar, permitiéndoles disfrutar de una atmósfera relajada y sin prisas.

—¿Estás cómodo? —preguntó Carlos, manteniendo la vista en la carretera mientras arrancaba el auto.

Charles se acomodó en el asiento, exagerando un poco el movimiento y suspirando como si estuviera en su sillón favorito.

—Más que cómodo, diría yo. Es un gusto viajar así —comentó, dejando que su voz tomara un tono despreocupado, aunque Carlos captó esa pizca de provocación en sus palabras.

—¿Te molesta si elijo algo de música? —preguntó Charles, extendiendo la mano hacia el sistema de sonido sin esperar respuesta.

—Adelante, sorpréndeme —respondió Carlos, medio curioso y medio expectante.

Charles sonrió y seleccionó una canción con un ritmo relajado "Do I Wanna Know? de Arctic Monkeys", pero con una letra que sugería emociones profundas. Carlos reconoció la canción y dejó que sus palabras flotaran en el aire, creando una atmósfera que parecía envolverlos a ambos.

—¿Así que te gusta este tipo de música? —preguntó Carlos, desviando la mirada un segundo hacia Charles antes de volver a la carretera.

—Depende de la compañía —respondió Charles, mirándolo de reojo—. Aunque contigo, parece que combina bien.

Carlos tragó saliva, sorprendido por lo directo de la respuesta, y trató de mantenerse neutral.

—¿Así que soy buena compañía? —replicó, intentando darle un giro ligero a la conversación.

Charles se recostó, observando el paisaje que pasaba rápidamente por la ventana.

—Diría que sí, profesor. Aunque a veces eres un poco... reservado. Creo que a ti también te vendría bien relajarte un poco —sugirió, con una sonrisa que le daba un aire de misterio.

Carlos notó el doble sentido en las palabras de Charles, y una parte de él quiso responder con la misma soltura, pero al mismo tiempo, sentía que cruzar esa línea era jugar con fuego.

—No soy tan reservado como crees —respondió al final, permitiéndose un tono un poco más desenfadado, tratando de demostrar que él también podía seguir el juego.

Charles rió y se encogió de hombros.

—Eso lo decidiré yo después de este viaje, ¿no? Quién sabe, tal vez descubra algún secreto tuyo.

El auto estaba lleno de música suave que seleccionaba Charles y charlas ligeras, risas espontáneas y momentos de silencio cómodo. Carlos notaba cómo Charles le hacía sentir a gusto, y a lo largo del camino, los dos fueron hablando más de sus vidas, de anécdotas, sueños, y hasta algunas pequeñas inseguridades que surgieron de manera natural. Carlos se dio cuenta de que no solo estaba disfrutando de la compañía del menor, sino que también comenzaba a sentirse más cómodo abriéndose un poco más con Charles. Era como si la burbuja del auto les diera una especie de permiso para mostrarse tal y como eran, sin preocupaciones.

Charles, con su entusiasmo natural, describía cada aspecto de la universidad y de sus amigos. Carlos sonrió al escuchar los detalles; era como ver el mundo a través de una perspectiva completamente nueva. El viaje continuó en un cómodo silencio, ambos sumidos en sus pensamientos, con esa conexión que se había formado entre ellos durante la conversación. No necesitaban hablar más; la simple presencia del otro bastaba.

Y sin darse cuenta, el camino se les hizo corto, y antes de lo que pensaban, ya estaban en el lugar de la conferencia.

La conferencia se llevaba a cabo en un moderno centro de eventos en una ciudad cercana a Madrid. Carlos, Charles, George y Oscar se registraron y se prepararon para un día lleno de charlas y talleres. Desde el inicio, la atmósfera era vibrante y estimulante, y Carlos se encontraba disfrutando más de lo que había imaginado, especialmente en compañía de los amigos de Charles.

Mientras asistían a las charlas, Carlos observaba cómo los chicos interactuaban entre sí y con él. George, siempre curioso y lleno de preguntas, no tardó en animarse a discutir con algunos de los exponentes, mientras Oscar, aunque algo más reservado, mostraba un entusiasmo genuino. La energía de los chicos era contagiosa, y Carlos se sintió inmerso en el grupo, volviendo a sus veintes, como si fueran un equipo, unidos por la curiosidad y el ánimo de aprender.

—¿Es tu primera conferencia con alumnos? —preguntó George, mirándolo con curiosidad.

Carlos asintió, sintiéndose un poco fuera de lugar por ser el mayor del grupo, aunque la actitud de ellos no lo hacía sentir así en absoluto.

—Así es, así que espero no estorbarles mucho —bromeó, con una sonrisa.

George rió, quitándole importancia.

—Para nada, ¡es genial que estés aquí! Es raro que un profesor venga a este tipo de eventos como uno más de nosotros. Normalmente se sientan en primera fila, toman notas con cara seria y apenas socializan —comentó con un tono burlón.

—No es mi estilo, supongo —replicó Carlos, tratando de adaptarse a su humor.

Durante los recesos, Carlos y Charles encontraron momentos para compartir comentarios rápidos, pequeños gestos y sonrisas que pasaban desapercibidos para los demás. Carlos disfrutaba viendo a Charles desenvolverse con naturalidad, hablando con entusiasmo sobre temas que iban desde la economía hasta pequeños detalles de la vida cotidiana. Charles parecía absorber cada instante de la experiencia, y Carlos se dejaba llevar por esa frescura.

En un momento, se detuvieron en un stand de una organización que presentaba innovaciones tecnológicas en el ámbito académico, y Charles comenzó a discutir sobre los posibles usos de esa tecnología en la investigación.

Carlos notó cómo Oscar y George lo escuchaban con atención, respetando su conocimiento y, al mismo tiempo, bromeando de vez en cuando, como buenos amigos. Parecía ser una dinámica bien equilibrada, donde todos se sentían libres de expresar sus opiniones sin miedo al juicio.

Conforme avanzaba el día, Carlos se dio cuenta de que el grupo de amigos de Charles lo estaba haciendo sentir sorprendentemente cómodo, como si siempre hubiera formado parte de su círculo. La conferencia, lejos de ser un evento aburrido y tedioso, se había convertido en una experiencia divertida.

En una de las presentaciones, Oscar y George hicieron varias preguntas al exponente, generando una discusión que se extendió más de lo previsto. Carlos observó cómo Charles participaba con entusiasmo, a veces interviniendo para aclarar alguna duda o añadiendo su propio punto de vista. Al final de la charla, el exponente se acercó para agradecerles la participación, y todos intercambiaron algunas palabras más, mostrando el respeto que habían ganado.

Carlos, impresionado por la inteligencia y curiosidad de los amigos de Charles, se permitió relajarse más. En un descanso, mientras caminaban juntos hacia el área de comida, Carlos se sintió cómodo preguntándoles más sobre sus intereses y planes.

—¿Y ustedes qué piensan hacer después de graduarse? —preguntó, genuinamente interesado.

George hizo un gesto dramático de pensar y luego se rió.

—Probablemente me una a una ONG por un tiempo, algo que me saque de mi zona de confort y me permita viajar por el mundo. Creo que todos necesitamos experiencias así en la vida —explicó, con una honestidad que Carlos no había anticipado.

—Yo quiero trabajar en algo más práctico —dijo Oscar— Mi idea es encontrar algo en donde pueda ver resultados inmediatos. No sé, tal vez en alguna startup que esté comenzando. Me gustan los retos.

Carlos asintió, sorprendido de nuevo por lo claros que parecían tener sus objetivos.

—Parece que tienen muy claro lo que quieren. Es inspirador —admitió Carlos, mirando a Charles, que lo observaba con una sonrisa casi orgullosa.

—Diría que somos un buen equipo —intervino Charles— Nos equilibramos. George nos mantiene inspirados, Oscar nos da el toque de realismo y, bueno, yo... creo que soy el del punto medio.

Carlos rió, notando lo bien que se llevaban entre ellos y cómo cada uno aportaba algo único a la dinámica.

Al finalizar la tarde, Carlos se preparaba para volver a la ciudad cuando Charles, al revisar el programa de la conferencia, notó algo que le llamó la atención.

—Profesor... ¡va a dar una charla aquí mismo! —exclamó, con sorpresa y admiración en su voz. Los ojos de Charles brillaban de emoción al descubrir que Carlos no solo era un asistente más, sino que iba a presentarse en la conferencia.

Carlos asintió, un tanto modesto y algo sorprendido de que Charles se sintiera tan entusiasmado por ello.

—Sí, pero es algo breve, solo unos minutos —respondió Carlos, encogiéndose de hombros.

—Entonces no nos vamos todavía —insistió Charles con una sonrisa, mirando a sus amigos— ¿Qué les parece si nos quedamos en un hotel aquí, cerca de la conferencia? Así Carlos no tendrá que hacer el viaje de ida y vuelta y mañana puede descansar antes de su presentación —sugirió.

Oscar y George se miraron y asintieron casi de inmediato, emocionados por la idea.

—¡Perfecto! Aparte, así tenemos una última noche juntos —dijo George, guiñándole un ojo a Carlos— Y si nos aburrimos, siempre podemos molestar al profe.

Carlos se rió, sin poder creer lo bien que se sentía en su compañía. Aceptó, y tras asegurarse de que había disponibilidad, reservaron habitaciones en un hotel cercano.

Al llegar al hotel, cada uno fue a su respectiva habitación para descansar un rato después de la larga jornada. Carlos no tardó en acomodarse, aunque sentía la energía del día todavía latiendo en él. A pesar del cansancio, notaba la excitación en el ambiente, como si el viaje y el día que compartieron hubieran sido algo especial.

Carlos, sin poder resistir la tentación, decidió enviarle un mensaje a Charles para saber si estaba despierto. Al recibir respuesta casi inmediata, con un "¿Te gustaría hablar un rato?" de parte de Charles, Carlos sonrió y decidió dar un paso más.

Tomó su teléfono, marcó el número de Charles y esperó, escuchando cómo sonaban los tonos hasta que escuchó la voz de Charles al otro lado de la línea.

—¿Qué pasa, profe? —preguntó Charles, usando un tono que era mitad burla y mitad ternura—. ¿Te hace falta alguien con quien conversar a esta hora?

Carlos rió suavemente.

—Quizá... o quizá solo quería asegurarme de que no estés haciendo nada indebido en tu habitación, considerando que tienes fama de meterte en problemas —replicó Carlos, dándole un giro a la conversación.

Charles soltó una carcajada.

—¿Haciendo algo indebido? Yo solo soy un estudiante, profesor. A menos que... ¿usted cree que sería capaz de hacer algo fuera de lo común? —preguntó con un tono provocador.

Carlos alzó una ceja, aunque sabía que Charles no podía verlo.

—Conociéndote, probablemente tengas alguna travesura en mente, Leclerc. Siempre parece que estás a un paso de hacer algo inesperado.

—¿Y eso es malo? —Charles sonaba cada vez más entretenido con el juego, y su voz adquiría un tono más bajo, como si sus palabras estuvieran destinadas solo para Carlos.

—No he dicho que sea malo... solo que deberías tener cuidado con los límites. Nunca sabes hasta dónde puedes llegar —respondió Carlos, manteniendo el tono juguetón pero dejando que sus palabras insinuaran algo más.

—¿Hasta dónde puedo llegar? —repitió Charles, casi en un susurro— ¿Qué tipo de límites se supone que debería respetar?

Carlos sintió cómo su corazón latía con más fuerza. La conversación estaba tomando un rumbo inesperado, y por primera vez en mucho tiempo, no tenía el impulso de frenarlo.

—Depende. Algunos límites son más flexibles de lo que la gente cree —respondió, su voz volviéndose también más baja, como si temiera que alguien más pudiera escuchar— Y otros... tal vez no son límites, sino solo líneas que uno elige cruzar o no.

Charles rió suavemente al otro lado del teléfono.

—Así que... ¿cuál es tu consejo, profe? ¿Cruzo esa línea o me mantengo de este lado? —preguntó, su tono desafiante, pero claramente divertido.

Carlos se mordió el labio, sin poder evitar sentirse atraído por la ligereza y la picardía en la voz de Charles.

—A veces, cruzar una línea es lo más interesante que uno puede hacer... —respondió, finalmente permitiéndose dejar caer esa insinuación.

Hubo un momento de silencio, pero Carlos podía escuchar la respiración de Charles al otro lado de la línea, como si él también estuviera procesando lo que acababan de decir.

—Carlos... ¿estás diciéndome que cruce la línea? —preguntó Charles, usando su nombre de pila con esa familiaridad que siempre le hacía temblar un poco.

Carlos respiró hondo, sintiendo una mezcla de nervios y emoción.

—Te estoy diciendo que, si quieres charlar en persona, puedes venir a mi habitación. Las conversaciones siempre son más interesantes cara a cara —le respondió Carlos, dejando que su voz adquiriera un tono ligeramente provocador.

Hubo un instante de duda, pero al final Charles rió.

—¿Así que es una invitación, profe? —repitió Charles, como si necesitara escucharlo directamente de Carlos.

—Sí, Charles. Es una invitación —respondió Carlos, dándole una oportunidad de dar el siguiente paso.

Charles no dudó mucho más.

—Voy para allá.

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