One Shots???

El sol ya empezaba a descender sobre Barcelona, y las luces de la ciudad comenzaban a encenderse, creando un paisaje acogedor que podía observarse perfectamente desde el departamento de Ferran. Había invitado a Pedri a pasar la tarde, como tantas otras veces, pero esta vez sentía que había algo diferente en el aire, una especie de calma especial entre ambos.

Estaban en la cocina, un espacio amplio y luminoso que Ferran había decorado con tonos cálidos y modernos. El aroma del café empezaba a llenar la estancia mientras el sonido burbujeante de la cafetera se mezclaba con el suave murmullo de sus voces. Pedri, apoyado contra el mesón, seguía con la mirada los movimientos de Ferran, quien estaba concentrado en sacar unas tazas del armario.

—Tienes el café bien medido, eh. Pareces un barista profesional —bromeó Pedri, con una sonrisa ligera.

Ferran giró la cabeza hacia él y arqueó una ceja. —Hombre, no exageres. Lo hago con cariño, nada más.

Pedri soltó una risa corta, pero en el fondo no podía evitar sentir una especie de nerviosismo que no sabía de dónde venía. Ferran, sin darse cuenta, tenía esa capacidad de hacerle perderse en su presencia, en esos pequeños gestos cotidianos que lo hacían único. Decidió apartar la vista, buscando algo en el mesón para distraerse, pero Ferran se dio cuenta de su repentino silencio.

—¿Qué te pasa? ¿Te has quedado pensativo o qué? —le preguntó Ferran, dejando las tazas en la encimera y acercándose un poco.

Pedri negó con la cabeza, intentando disimular. —Nada, nada. Solo estaba pensando en lo bien que huele este café.

Ferran lo miró con una mezcla de curiosidad y ternura, pero decidió no insistir. Se volvió hacia la cafetera, y en ese momento, sin pensarlo demasiado, Pedri dio un paso adelante y lo rodeó por los hombros, apoyando su rostro en el hueco de su cuello. Ferran se quedó inmóvil por un segundo, sorprendido, pero su reacción fue instintiva: llevó sus brazos alrededor de la cintura de Pedri, acercándolo más a él, mientras inclinaba la cabeza de costado, apoyándola en su hombro.

El silencio en la cocina se volvió aún más palpable, pero no era incómodo. Había algo cálido y reconfortante en aquel abrazo, como si ambos hubieran estado esperando ese momento durante mucho tiempo. Ferran cerró los ojos un instante, disfrutando del contacto, aunque en el fondo no entendía del todo por qué Pedri había decidido abrazarlo así, de repente. Pero no le importaba.

—¿Todo bien, Pepi? —preguntó en voz baja, usando el apodo cariñoso que siempre le decía.

Pedri no respondió de inmediato. Se aferró un poco más a él, escondiendo su rostro aún más en su cuello. Finalmente, murmuró, casi en un susurro: —Te amo, Ferri. De verdad.

Las palabras quedaron suspendidas en el aire, y Pedri sintió cómo su rostro se encendía de inmediato. Cerró los ojos con fuerza, esperando la reacción de Ferran. Este, sorprendido al principio, dejó escapar una risa nasal corta antes de apretar un poco más sus brazos alrededor de Pedri.

—Yo más, Pepi —respondió con suavidad, casi como una promesa.

Antes de que Pedri pudiera procesarlo, Ferran lo levantó ligeramente del suelo con el abrazo, sosteniéndolo por la cintura. Pedri soltó una risita, golpeándole suavemente el hombro.

—¡Bájame, bobo! —exclamó entre risas, aunque no podía negar que le gustaba el gesto.

Ferran se echó a reír mientras lo volvía a bajar, manteniéndolo cerca un instante más antes de soltarlo. Ambos se quedaron ahí, mirándose con sonrisas tontas, el ambiente cargado de una complicidad que pocas veces habían sentido con tanta claridad.

El sonido de la cafetera les recordó que el café estaba listo, pero ninguno de los dos hizo un movimiento por servirlo. Era como si el tiempo se hubiera detenido en ese pequeño rincón de la cocina, en ese abrazo que había significado mucho más de lo que las palabras podían expresar.

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