El ambiente en la habitación era pesado. Pau estaba acostado en su cama, boca arriba, con los ojos fijos en el techo y la mente atrapada en la frustración del partido. No había salido como quería, se sentía lento, torpe, como si nada le hubiera salido bien. Habían ganado, pero él no podía sacarse de la cabeza cada error que cometió, cada pase mal dado, cada jugada desperdiciada.
Suspiró, sintiendo su pecho apretado. Su cuerpo seguía vestido con la remera del equipo, como si ni siquiera tuviera fuerzas para cambiarse. No quería hablar con nadie, no quería responder mensajes ni escuchar palabras de aliento que no cambiarían nada.
La puerta se abrió con un sonido leve, y Pau ni siquiera tuvo que mirar para saber quién era. Héctor había llegado.
Su amigo entró sin hacer ruido, cerrando la puerta con cuidado. Pau sintió su mirada en él, pero no se movió. No quería fingir que estaba bien.
—¿Todavía así? —preguntó Héctor en voz baja, caminando hasta la cama.
No obtuvo respuesta, pero tampoco la necesitaba. Con un suspiro, se quitó las zapatillas y se metió en la cama junto a Pau sin dudarlo. Se acomodó de costado y, sin decir nada más, pasó un brazo por encima de Pau, atrayéndolo hacia él.
Pau no se resistió. No tenía ganas ni de discutir ni de negarse. Se dejó envolver por el abrazo fuerte y cálido de Héctor, sintiendo cómo una mano grande y cálida se metía entre su cabello, despeinándolo un poco en un gesto que siempre le había dado paz.
Y ahí fue cuando pasó.
Sin siquiera notarlo, sus ojos se llenaron de lágrimas. Primero fue solo una, luego dos, hasta que sintió cómo la humedad se acumulaba en la esquina de sus ojos y descendía lentamente por sus mejillas. No sollozó ni hizo ruido, pero el nudo en su garganta era evidente.
Héctor lo sintió. Se separó apenas, pero sin soltarlo.
—Hey... —murmuró, con su voz más suave de lo habitual.
Con delicadeza, llevó su mano a la cara de Pau y limpió las lágrimas con su pulgar. Pau cerró los ojos ante el contacto, avergonzado de estar así frente a Héctor, pero al mismo tiempo sin fuerzas para alejarse.
Y entonces, sin previo aviso, Héctor inclinó la cabeza y dejó un beso en su frente.
No fue algo planeado, ni algo que buscará tranquilizarlo con palabras. Simplemente lo hizo, como si fuera lo más natural del mundo.
Pau sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo, pero no era de incomodidad. Todo lo contrario. Fue la sensación de estar protegido, de estar en el único lugar en el que podía desarmarse sin miedo.
Sin pensarlo, se acurrucó más contra Héctor. Escondió su rostro en su cuello y pasó sus brazos por sus hombros, aferrándose un poco más a él, como si quisiera asegurarse de que no iba a irse.
Héctor lo entendió sin necesidad de palabras. No le dijo que todo iba a estar bien, no le dio frases hechas de consuelo. Solo lo sostuvo más fuerte, pasando su mano lentamente por su espalda, dejando que Pau se relajara en sus brazos.
El silencio los envolvió, pero no era incómodo. Era un refugio.
Pau, sin darse cuenta, comenzó a quedarse dormido. Su respiración se volvió más lenta, y su cuerpo, que al principio estaba tenso, empezó a relajarse.
Y aunque nunca lo diría en voz alta, se quedó dormido en sus brazos favoritos.

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One Shots???
Fanfictionboludeces que escribo para leer yo misma, si quieren lean y si les gustan recuerden votar ?