El Callejón Diagon estaba lleno de brujas y magos que iban de un lado a otro, comprando ingredientes, libros y túnicas para el nuevo curso escolar. James, Sirius, Remus y Regulus caminaban juntos, riéndose a carcajadas por alguna broma que Sirius acababa de hacer sobre los sombreros puntiagudos de las brujas mayores.
—Deberías conseguirte uno, James. Con ese sombrero parecerías un maestro de pociones decrépito— dijo Sirius, mientras James lo empujaba amistosamente.
—Claro, porque tú lucirías muy bien con cualquier cosa que no sea tu pelo despeinado— replicó James, ganándose la risa de todos. Mientras avanzaban por la calle, un hombre alto y rubio apareció de repente frente a ellos. Lucius Malfoy, con su característico bastón negro y una expresión de desdén, bloqueó su camino.
—Potter— dijo Lucius con un tono frío—. ¿Crees que puedes caminar por aquí como si el mundo entero te perteneciera?
James levantó una ceja, claramente confundido por la confrontación.
—No sabía que el Callejón Diagon era propiedad de los Malfoy, Lucius. Quizás deberías colocar un letrero --Sirius y Regulus cruzaron los brazos, observando con interés mientras Remus permanecía en alerta, listo para intervenir si era necesario.
—No te hagas el inocente— continuó Lucius, acercándose peligrosamente—. Todos sabemos lo que hiciste. Me quitaste a Narcissa.
El tono de Lucius se volvió más intenso, y las palabras parecían llenas de veneno.
—¿"Quitarte"?— repitió James, entre incrédulo y divertido—. Narcissa no es un objeto, Malfoy. Ella puede tomar sus propias decisiones, y claramente no te eligió a ti.
—¡Cállate!— espetó Lucius, con el rostro enrojecido de furia. Sirius dio un paso adelante, colocándose entre James y Lucius.
—Cálmate, Malfoy— dijo Sirius con una sonrisa burlona—. Lo último que necesitas es armar un escándalo aquí. Ya sabes, tu reputación es lo único que tienes --La provocación hizo que Lucius perdiera la compostura. Sacó su varita rápidamente, pero James fue más rápido. Con un movimiento ágil, desarmó a Lucius antes de que pudiera lanzar un hechizo.
—¿En serio quieres hacer esto aquí?— preguntó James, sosteniendo la varita de Lucius en la mano—. Porque si es así, estoy más que preparado --Lucius, humillado y lleno de rabia, se abalanzó hacia James, pero Sirius lo detuvo con un empujón que lo hizo tambalearse hacia atrás. En el forcejeo, Lucius perdió el equilibrio y terminó chocando contra un poste de luz cercano, dejándose un moretón visible en el ojo.
—Eso fue patético— comentó Regulus, observando a su antiguo compañero de casa con una mezcla de lástima y desprecio. Remus, siempre el pacificador, miró alrededor para asegurarse de que no hubieran llamado demasiado la atención.
—Será mejor que nos vayamos antes de que alguien decida intervenir— dijo en voz baja. James arrojó la varita de Lucius al suelo frente a él y se inclinó ligeramente.
—Un consejo, Malfoy: si no puedes aceptar que Narcissa es más feliz lejos de ti, el problema no soy yo. Es tu ego --Con eso, James y sus amigos se alejaron, dejando a Lucius en el suelo con una mano en el ojo y el rostro lleno de humillación.
—Eso fue intenso— comentó Remus mientras retomaban el camino.
—Se lo tenía merecido— añadió Sirius, riendo entre dientes—. Aunque me sorprende que no llorara.
—Estoy seguro de que lo hará cuando llegue a su casa— concluyó Regulus, ganándose una carcajada general mientras desaparecían entre la multitud del Callejón Diagon.
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Lucius seguía en el suelo, frotándose el ojo con una mueca de dolor y humillación, cuando una sombra cayó sobre él.
—¿Estás bien?— preguntó una voz femenina, clara y firme. Levantó la vista, aún con la mano sobre el ojo. Frente a él había una mujer pelirroja de aspecto impresionante. Su figura estaba definida por músculos firmes, pero armoniosos, que denotaban fuerza y gracia. Su cabello rojizo caía en ondas hasta sus hombros, y sostenía un cesto lleno de comida envuelta en papel marrón.
—¿Prewett?— murmuró, reconociéndola con sorpresa.
—Así es— respondió ella con una sonrisa, arrodillándose junto a él—. Y tú eres Malfoy, ¿cierto? Vaya, parece que te dieron un buen golpe --Él parpadeó, sorprendido por su tono amable. Normalmente estaba acostumbrado a recibir miradas de admiración o resentimiento, pero nunca algo tan despreocupado.
—Estoy perfectamente bien— dijo, intentando mantener la dignidad mientras trataba de levantarse.
—Claro, claro— replicó Molly, poniendo una mano en su hombro para obligarlo a quedarse quieto—. Excepto por el ojo que parece estar formando un moretón del tamaño de un galeón.
Con un movimiento de varita, ella transfiguró unas servilletas de papel en un pequeño paquete de algodón y un trozo de tela húmeda.
—Aquí, mantén esto sobre el ojo— dijo, entregándole la tela. Sin esperar a que él obedeciera, ella misma sostuvo el algodón con un suave toque en la piel magullada. Lucius, sorprendido por su iniciativa, permitió que lo atendiera. Había algo en su manera de actuar, segura y maternal, que lo dejó sin palabras.
—No entiendo por qué alguien como tú se metería en una pelea— comentó Molly, sin apartar la vista de su tarea.
—No fue una pelea— respondió con un deje de orgullo herido—. Fue... un malentendido. Una pelea de honor.
Ella soltó una carcajada, baja pero genuina.
—Llámalo como quieras, pero dudo que el Callejón Diagon sea el lugar adecuado para resolver "malentendidos" --Él no pudo evitar mirarla mientras hablaba. Molly tenía un aire de frescura y confianza que contrastaba con las rígidas normas de las mujeres con las que solía tratar. Su sonrisa era cálida, y sus ojos brillaban con una mezcla de humor y compasión.
—Deberías aplicar algo frío en esto cuando llegues a casa— continuó ella, entregándole el algodón improvisado—. Y no estaría mal un poco de pomada de árnica. Ayuda con los moretones. Lucius asintió, todavía embelesado por su presencia.
—Gracias, señorita Prewett— dijo finalmente, tratando de recuperar su tono habitual de cortesía.
—Molly está bien— respondió ella con otra sonrisa antes de levantarse y recoger su cesta.
—Molly...— repitió Lucius en voz baja, casi sin darse cuenta.
—Bueno, debo irme. Que tengas un buen día, Malfoy. Y trata de no meterte en más problemas, ¿de acuerdo?— agregó ella, lanzándole una última mirada divertida antes de girar sobre sus talones y desaparecer entre la multitud. Lucius se quedó sentado afuera de los helados Fortescue, aún sosteniendo el algodón sobre su ojo y observando cómo la pelirroja se alejaba. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió desconcertado.
—Prewett...— murmuró, probando el nombre en sus labios mientras una sonrisa involuntaria aparecía en su rostro.
Entonces tenemos a Molly y Lucius, ambos solteros y dejados poco antes del altar, ¿Por qué no juntarlos en pareja? Para mi suena fantástico.